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México D.F. Viernes 23 de enero de 2004
EU: RELECCION O CAMBIO
El
debate sostenido ayer por los precandidatos presidenciales del Partido
Demócrata de cara a las elecciones primarias de Nueva Hampshire
marcó la pauta de la campaña electoral de este año
en Estados Unidos. Más que remarcar sus diferencias internas o sus
singularidades, John Kerry, Howard Dean, Joe Lieberman y Wesley Clark se
empeñaron en criticar al actual presidente.
Tal coincidencia no parece explicarse en función
de estrategias similares de comunicación por parte de los aspirantes
demócratas sino como manifestación de una sociedad agraviada
por la política interna del grupo gobernante, más empeñado
en servir a los intereses de los monopolios cercanos al clan Bush que a
los ciudadanos estadunidenses. De hecho, uno de los asuntos más
subrayados por los contendientes opositores fue el sentido oligárquico
y clasista de las medidas fiscales de la Casa Blanca y sus recortes a los
programas sociales oficiales.
Por lo que respecta a Bush, lo que podría verse
como su principal fortaleza política, es decir, su paranoia militarista
no exenta de atractivo para los sectores más conservadores de la
sociedad estadunidense, podría convertirse en un lastre electoral,
especialmente a la luz de los desastrosos resultados de las agresiones
contra Afganistán e Irak. Las guerras que Bush vendió a su
opinión pública como incursiones facilonas y casi incruentas
-al menos, para los invasores- han ido convirtiéndose en sendas
situaciones pantanosas en las que los soldados estadunidenses y sus familias
carecen de una idea clara sobre el sentido de la contienda y mueren a cuentagotas,
sí, pero en forma sostenida. Los generales estadunidenses aseguran
que, tras más de ocho meses de ocupación y represión
implacable, la resistencia iraquí ha sido reducida a una condición
de "amenaza esporádica". Sin embargo, sólo entre antier y
ayer las fuerzas agresoras sufrieron cuatro bajas mortales, además
de un número indeterminado de heridos. Por lo demás, al actual
presidente le resulta cada vez más difícil explicar al electorado
por qué se sigue recurriendo a las alertas naranja dos años
después de iniciada la supuesta "guerra contra el terrorismo internacional",
una vez que se ha destruido a dos naciones y cuando se han gastado, en
el empeño de la seguridad nacional, muchas decenas de miles de millones
de dólares.
Si el voto fuera un ejercicio estrictamente racional,
es indudable que sólo los accionistas de las empresas beneficiarias
del gobierno tendrían motivos para votar por la relección
de Bush. Pero en cualquier país, y especialmente en Estados Unidos,
los formalismos democráticos están, en mayor o menor medida,
contaminados por factores de mercadotecnia y de manipulación publicitaria
y mediática que ponen en la balanza electoral no sólo la
decisión de los votantes sino también el poder de persuasión
de los grandes conglomerados económicos y mediáticos.
A ello debe agregarse la determinación del clan
Bush de recurrir al fraude electoral simple, como lo demostró en
las elecciones de 2000, cuando, desde la gubernatura de Florida, el hermano
del actual presidente realizó una desaseada manipulación
de los sufragios a fin de darle el triunfo a su pariente.
La moneda, pues, está en el aire. Por el bien de
Estados Unidos y del mundo, cabe esperar que en las primarias demócratas
se consolide un candidato sustancialmente diferente al actual ocupante
de la Casa Blanca y capaz de arrebatarle la Presidencia en las elecciones
de noviembre próximo.
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