México D.F. Jueves 12 de febrero de 2004
Martí Batres Guadarrama
No quieren más recursos, sino que paguen menos los ricos
Con la Convención Nacional Hacendaria volvió a aparecer el tema de la reforma fiscal que ha impulsado el actual gobierno federal. Y así debe decirse: la reforma fiscal. No una reforma fiscal, sino la reforma fiscal, pues para el gobierno federal actual no hay más reforma fiscal que la suya.
Ese dogmatismo doctrinario aparente, esa terquedad en su actitud y discurso no tienen como propósito central allegarse más recursos, al contrario de lo que se dice y lo que se cree.
Su propuesta abre nuevas fuentes de ingreso y cierra otras. Aumenta las aportaciones de los consumidores y disminuye las de aquellos que tienen los mayores ingresos como personas físicas o morales.
Propone impuesto al valor agregado (IVA) en medicinas y alimentos, libros, transporte, colegiaturas, vivienda, educación, y reducir las tasas más altas en impuesto sobre la renta (ISR) para personas físicas y las empresas. Dicen que su propósito es eliminar la tasa cero de IVA para reducir la evasión fiscal que generan regímenes de excepción como éste, pero resulta que la mayor parte de la evasión no está en el IVA, sino en el ISR, pues en el primer caso alcanza 100 mil millones de pesos, pero en el segundo supera 200 mil millones reconocidos por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Y en cuanto a los regímenes especiales, éstos se encuentran fundamentalmente en el ISR, tales como: régimen de consolidación fiscal, régimen simplificado, régimen de exclusión de las transacciones en bolsa, régimen especial para exportadores, régimen especial para maquiladoras, impuestos diferidos de los bancos, etcétera.
El gobierno federal podría obtener más ingresos de un programa de austeridad, de la detección de fugas de recursos materiales, de la disminución de la alta burocracia, del control de aduanas, del cobro eficaz de los impuestos y el combate a la evasión fiscal, de la defensa jurídica rigurosa de sus litigios hacendarios, de la disminución de las aportaciones al Fobaproa, etcétera. Si realmente le urgieran, como dice, el gobierno ya habría aplicado con mano férrea estas medidas y otras. La perseverancia con la que insiste en el IVA a medicinas y alimentos desde hace tres años, la autoridad federal pudo haber frenado las devoluciones millonarias a las empresas de jugos, exigir el pago de impuestos diferidos a los bancos, perseguido a los grandes contribuyentes morosos o disminuido los exagerados beneficios materiales de la clase gobernante. Pero nada de eso ha sucedido. No le urgen los recursos.
En su presunto afán reformador fiscal, la motivación del gobierno federal no es aumentar el gasto social. No cree en el gasto destinado a programas sociales, tampoco en la inversión pública para las industrias energéticas u otras. Para el gobierno federal la reforma fiscal no es una reforma hacendaria, sino una reforma económica. No tiene una inspiración social, sino una inspiración ideológica. No tiene un origen nacional, sino que viene del impulso globalizador.
Los ideólogos de este gobierno (que son los mismos de los tres anteriores) afirman que la tendencia mundial se orienta al aumento de los impuestos al consumo y a la disminución de los impuestos al capital. Afirman ellos que así el capital será atraído al país e incentivado a invertir, seremos competitivos mundialmente porque ofreceremos menos cargas fiscales a las trasnacionales, y preferirán venir aquí y no a otros países.
Así es. Es la misma ideología de Salinas. Es la locura del neoliberalismo. Es la competencia para ver quién se arrastra más frente al capital trasnacional. Es la competencia para ver quién desmantela más rápido a su país.
La reforma fiscal del gobierno federal es esencialmente una propuesta para disminuir responsabilidades económicas y sociales al gran capital nacional y ofrecerle un paraíso de riquezas y ganancias al capital trasnacional.
La esencia de esa reforma es, entonces, disminuir los impuestos al capital, o sea, que paguen menos los ricos. Y el IVA en medicinas y alimentos es para que los pobres cubran los recursos que perdería el erario con la disminución de las más altas tasas de ISR. Es una propuesta que en ningún país en vías de desarrollo ha generado prosperidad.
En algo tienen razón esos ideólogos. Esta ha sido la tendencia mundial. Y esa tendencia mundial ha llevado al empobrecimiento de muchos, a un mayor empoderamiento de los grupos económicos trasnacionales, a la polarización social, a la pérdida de poder de los estados nacionales del hemisferio sur.
Pero en algo no tienen razón esos ideólogos: ésta no parecer ser la tendencia que siga predominando, y menos aún hacia el futuro. La resistencia ya es muy grande, incluso en muchos gobiernos. Estas eran propuestas predominantes hace 20 o 10 años, pero ya no ahora. Por eso, el neoliberalismo trasnochado del actual gobierno federal parece simplemente una cantaleta de la necedad.
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