CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Detenciones arbitrarias, parte de la inseguridad

ESTA VEZ DEBEMOS empezar por aclarar que la entrega publicada ayer pudo prestarse a una lamentable confusión. Esa entrega se inició con un argumento en contra de quienes desde la impunidad tratan de cuestionar el trabajo periodístico ubicados en la misma tribuna que impide a la ley cumplir con su mandato.

LA CONFUSION RESULTO porque el correo que se ubica después de esos argumentos hace alguna críticas a Ciudad Perdida y podría interpretarse que el inicio de la columna se dirigió a ese lector.

DESDE AQUI QUEREMOS dejar en claro nuestro absoluto respeto por quienes leen y se dirigen a este espacio. Nunca se trató de dar respuesta al correo de Miguel Ramírez Bautista. Reiteramos, entonces, nuestro agradecimiento y respeto a quienes invierten su tiempo en la lectura de Ciudad Perdida. Aclarado lo anterior, y dejando pendiente el asunto aludido, los hechos nos refieren, una vez más, hacia el jefe de la Policía, Marcelo Ebrard, y sus formas de tratar de acabar con la delincuencia en la ciudad de México.

Otra cosa

MAS ALLA DE la necesidad urgente de hacer de la capital un lugar seguro para sus habitantes y quienes la visitan, están los derechos humanos y los que consagra la Constitución para la ciudadanía del Distrito Federal, cosa que parece estar muy alejada del concepto de legalidad que tiene el jefe de la policía.

NO SORPRENDE QUE un político ambicioso, como Ebrard, pretenda mostrar en números un éxito cuestionable por los métodos usados, mientras la gente de la capital sigue deambulando con el terror de ser asaltada por un delincuente vestido de civil o uniformado.

LAS DETENCIONES ARBITRARIAS y, según señalan muchos expertos, ilegales, también son parte de la terrible inseguridad con la que vive la ciudad. Si tratáramos de hacer agunas comparaciones llegaríamos a momentos nefastos de la historia y eso a nadie le conviene.

POR AHORA, LA urgencia de sentir tranquilidad en las calles de la capital ha reducido incluso entre la población la idea de voltear hacia la justicia. Todo parece válido si se logra un ámbito de seguridad. Todo exceso es bueno si el resultado, en números, trata de imponer una percepción distinta a la que ahora se tiene, y todo es perdonable si las cifras alcanzan las metas.

BAJO ESOS CRITERIOS, la policía de Ebrard busca tranquilizar a la ciudad con el acuerdo de muchos ciudadanos lastimados por la delincuencia, sin darse cuenta de que ya se crea un monstruo mayor al que se combate.

ESTA CIUDAD Y su gente ya vivieron episodios de terror establecidos por jefes policiacos deseosos de popularidad y ejecutados por grupos especiales de policías torturadores que luego violaron, robaron y aterrorizaron a la ciudadanía bajo la protección de la placa. Entonces fueron los ciudadanos indignados y ultrajados quienes pidieron justicia contra la policía, que se había convertido en verdugo de todos. No sería sano para nadie llegar a ese otro extremo y debería ser la misma ciudadanía la que reprobara desde ya los actos que van en contra de los derechos de la gente.

SI SE NECESITA, y es urgente, contar con una ciudad en calma, pero no es posible crear ese ámbito bajo el imperio del miedo a la autoridad y la injusticia. Si no me creen, ya el tiempo se encargará de darnos la razón.

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