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México D.F. Jueves 12 de febrero de 2004

JAZZ

Antonio Malacara

Rodrigo Castelán

EL ULTIMO SABADO de enero fue cuando Rodrigo Castelán llegó al Papá Beto para ofrecer un último concierto antes de irse a radicar a Boston. Su contrabajo sonó como nunca, como siempre, aunque la vertiginosa exactitud de su pulso tenía que bajar la velocidad en ocasiones para embonar en las propuestas del pianista. Porque, vaya, en realidad el concierto era del trío de Mark Aanderud, quien también nos abandonará en unas semanas, pero él con rumbo a Washington (de esto hablaremos después). En la batería estaba el maestro Gabriel Puentes.

CASTELAN ES UN virtuoso, uno de los mejores bajistas en el planeta, y esto lo afirmamos no sólo por estos rumbos, su trabajo es avalado ampliamente por gente como Gil Evans, Dexter Gordon, Billy Cobham, John Zorn et al, quienes han declarado públicamente su admiración por el joven músico mexicano, después de compartir el escenario con sus cuatro, seis o siete cuerdas. Aunque bastaría con escuchar Niño, al lado de Agustín Bernal y Tony Cárdenas, o Jazz Project, de Tommy Rodríguez, para quedar atrapados en sus conceptos.

CON PASION DESBORDADA por el bebop, el hard bop y el free, el bajista se va con la idea de ya no tocar otra cosa, sumergirse en la espesura y la velocidad de su digitación, con la que a veces parece estar pulsando una mandolina y no un contrabajo. Con un pequeño vaso de Sprite en la mano y un enorme bagaje técnico en las alforjas, nos asegura que quiere olvidarse del jazz fácil, de la música comercial, del estar acompañando a los cantantes de moda

EN REPETIDAS OCASIONES, músicos de aquí y de allá le decían que tenía que irse a buscar un sitio fuera de México, pero Rodrigo se aferraba a abrirse rutas y proyectarse desde estas tierras, aunque "siempre supe realmente que yo tenía que terminar ahí y, sobre todo, teniendo esas credenciales de presentación, las de los maestros con los que he tocado en el extranjero". Después de varios años, la decisión surgió el mes pasado, cuando cumplía 33 años.

Difícil permanencia


LAS RAZONES ESPECIFICAS de su difícil permanencia en el país, sólo él o su subconsciente las manejarán; pero el maestro intentó todas las fórmulas posibles para aliviar su situación: dio clases en varias escuelas, estuvo desarrllando cursos especiales por su cuenta, hueseó a discreción en repetidas ocasiones, pero nada de esto funcionaba, el vacío permanecía ahí, sofocándolo con la realidad del mercado musical mexicano, incluido el circuito mismo del jazz.

PORQUE SI BIEN es cierto que nuestra realidad jazzística se ha expandido notablemente en los últimos años, los lugares para soltarse en el ejercicio del free jazz son virtualmente inexistentes, y los oficiantes de la improvisación libre (que cada día se multiplican a mayor velocidad) tienen que buscar y abrir sus propios foros, terminando en la no muy grata situación de actuar de promotores, publicistas, representantes, secres y músicos.

CUANDO LE PREGUNTAMOS con qué sabor de boca se iba, no dudó un instante en decirnos que era un sabor "bastante desagradable", que nada de lo que ha hecho ha trascendido, que tuvo broncas en todos los aspectos, que no entraba el dinero suficiente para el sustento de la familia, que en varias ocasiones estuvo a punto de tronar con su chava, que "estoy... pero hasta el gorrísimo, a nivel suicida, en una situación jodida, súper sacante de onda".

EL DOMINGO PRIMERO de febrero, a las ocho de la mañana, salió su avión. Se va preocupado por dejar a sus tres hijas y a su mujer, pero confía en que pronto podrán alcanzarlo. Ojalá que todo salga bien. Ojalá que muy pronto pueda alcanzar su ambición de convertirse en el Cecil Taylor del contrabajo, porque "es un concepto que me encanta, y además no existe". Suerte.

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