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México D.F. Miércoles 18 de febrero de 2004
EL GOBIERNO DEL ESTANCAMIENTO
En
la primera mitad de la presidencia de Vicente Fox, la economía ha
crecido sólo 1.9 por ciento, cifra que representa el peor desempeño
en la primera mitad de un gobierno nacional desde el de Adolfo Ruiz Cortines,
hace medio siglo, y que contrasta con el 7 por ciento anual de crecimiento
que ofreció el propio Fox durante su campaña electoral y
que habría representado un acumulado de 22.5 por ciento en un trienio.
Ni siquiera las ineptas administraciones de Miguel de la Madrid (2 por
ciento en sus primeros tres años) y Ernesto Zedillo (5.2 por ciento
en el mismo periodo) ofrecieron resultados tan pobres como el del foxismo
en materia de crecimiento del producto interno bruto (PIB).
En ese dato desolador, dado a conocer por el Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI),
se resumen varias circunstancias: el estancamiento de la economía
estadunidense, sin duda, que fue usado con exceso por el foxismo como argumento
para justificar su propia incapacidad para detonar la expansión
de la actividad nacional; la absurda y contraproducente "disciplina fiscal"
que se aplica a los programas sociales, el crédito y el empleo,
pero que se ignora cuando se trata de autorizar gastos irracionalmente
elevados a altos funcionarios y apoyos a la fundación Vamos México,
y, por encima de todo, la ausencia de una propuesta específica del
actual gobierno para reactivar la economía.
Un hecho que ilustra las irracionales resistencias de
las autoridades a auspiciar el crecimiento económico es la severa
contracción del crédito a las actividades productivas otorgado
por la banca de desarrollo (Nafin, Banobras, Bancomext, Banjército,
Bansefi, Sociedad Hipotecaria Federal y Financiera Rural), tal como se
dio a conocer anteayer en estas páginas. Pero no es necesario acudir
a cifras ni a indicadores para percibir la agudeza y la gravedad de la
recesión. Esta se hace sentir de manera inequívoca en la
pérdida de empleos, en la desesperada situación de miles
de pequeñas y medianas empresas, en la postración del campo
y en el crecimiento trágico del sector informal, única salida
para los millones de mexicanos expulsados del aparato productivo del país.
La falta de crecimiento del PIB no es únicamente
un dato que afea los indicadores macroeconómicos -y cuya armonía
parece seguir siendo la única preocupación de los tecnócratas
neoliberales que siguen controlando la administración pública,
a pesar del "cambio" anunciado hace tres años- sino, sobre todo,
una tragedia para los sectores mayoritarios de la población.
Si en sus primeros 18 meses el gobierno actual se escudaba
en circunstancias externas adversas para justificar su ineficacia, después
dio en atribuir la falta de resultados a la no aprobación de las
reformas estructurales -fiscal, energética y laboral- que el Ejecutivo
federal se imagina como panacea para todos los problemas nacionales. Pero
el dilema puede verse desde otro punto de vista: antes que reformas, lo
que se requiere es de una política económica de las autoridades,
que sea integral y diferente al inservible recetario que Fox heredó
de Salinas y de Zedillo y que se empeña en seguir aplicando.
Debe hacerse notar, por último, que al estancamiento
que caracteriza el primer trienio del foxismo, y que es el peor en 50 años,
debe agregarse la disociación entre el discurso oficial y los resultados
reales. Esa es, sin duda, una de las más acentuadas en la historia
de México.
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