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México D.F. Martes 24 de febrero de 2004

Luis Hernández Navarro

Miguel Nazar Haro

El pasado se le atravesó al futuro. La herida sigue abierta. El México de la vergüenza, la ignominia y el deshonor pasó lista de presente. El país del secreto y la mentira se vio descubierto. La guerra sucia no se olvida.

Miguel Nazar Haro dirigió la Dirección Federal de Seguridad y coordinó la Brigada Blanca. Fue uno de los responsables principales de la guerra sucia. Decenas de presos políticos reconocen a su torturador en él. Muchos testimonios más lo responsabilizan de desapariciones, asesinatos y detenciones ilegales.

Su justificación tiene el aroma de una política de Estado. Para que hombres y familias, como la del banquero Alfredo Harp Helú, vivan tranquilos, dijo el antiguo policía y hoy reo, "štiene que haber gente como yo!" (La Jornada, 20/2/04.)

En el nombre de la seguridad nacional se cometieron crímenes atroces. Ocultar, distorsionar, mentir, desinformar fueron prácticas frecuentes para encubrir el destino de las víctimas y de sus agresores.

La policía política, con Nazar a la cabeza, cometió las más flagrantes violaciones a los derechos humanos. Nuestro país padeció durante muchos años el flagelo del secreto. Un secreto corrosivo que alimentó la desconfianza entre gobernantes y gobernados.

El secreto proporcionó a los aparatos de seguridad el control exclusivo sobre ciertas áreas de la administración pública. Sus integrantes acumularon poder. El secreto generó más secreto. Abonó el terreno para que, en nombre de la defensa de lo público, florecieran los intereses privados, se encubrieran asesinatos, desapariciones, torturas, y se otorgaran recompensas ilegítimas.

La complicidad silenciosa y la desidia abonaron el terreno para que el secreto y la impunidad florecieran. Las cosas podían haber ocurrido de otra manera si quienes tenían voz e influencia hubieran hecho lo necesario. Pero no lo hicieron y la catástrofe llegó. Para algunos era más conveniente denunciar la falta de libertades en otros rincones del mundo que lo que sucedía dentro. La indolencia, ineptitud e indiferencia se impusieron, a pesar de las advertencias de personajes ejemplares como doña Rosario Ibarra de Piedra.

Vivimos aún hoy la secuela de esa violencia. Provocó un dolor inimaginable en familias, desgarró comunidades, corrompió los cimientos éticos de la nación. Abrió una herida que no ha cicatrizado; una lesión que, lejos de sanar, crece con los años.

Para exorcizar ese horror se necesita conocer la verdad. Hacer el recuento del daño causado. Verdad, justicia y reconciliación están íntimamente relacionadas. No hay justicia sin verdad. La justicia busca reparar un daño.

La reconciliación es el proceso de restablecimiento y refundación de los vínculos fundamentales de una comunidad. Sólo es posible alcanzarla por el descubrimiento de la verdad de lo ocurrido. No hay reconciliación sin justicia.

Impunidad es ausencia de castigo. Impunidad es el abandono de la justicia. Impunidad es otro nombre de la injusticia. Los crímenes de lesa humanidad no pueden quedar impunes. El país de la impunidad era, hasta hoy, el territorio de operaciones de Miguel Nazar Haro. Para él, para los que actuaron como él, ni perdón ni olvido, sólo justicia.

El perdón no pertenece al ámbito de la justicia. Es un acto gratuito, asimétrico, único. Es una gracia que otorga la víctima a su agresor, al otorgarle un bien en grado superlativo. En ningún caso las víctimas están obligadas a perdonar.

A la impunidad no le interesa la verdad, requiere del olvido. El olvido degrada la convivencia social. Legitima el horror. Sólo conociendo la verdad, por dura que sea, es posible sentar las bases de una verdadera cultura democrática. Sólo sancionando a los criminales, restaurando el daño que provocaron, es posible prevenir que estos hechos vuelvan a repetirse. La justicia permite que desaparezcan el encubrimiento, la falsedad y la desconfianza. El olvido los perpetúa.

ƑEs la detención de Miguel Nazar Haro el inicio de un verdadero ajuste de cuentas del presidente Fox con el pasado, o una válvula de escape de sus problemas de gobierno? No hay muchas evidencias que permitan suponer que se trata del arranque de un proceso de impartición de justicia a fondo, sino de una maniobra de distracción política.

Hasta hoy el gobierno del cambio ha sido más de continuidad que de ruptura. Las políticas económicas y sociales implementadas por el PRI durante los últimos dos sexenios no han cambiado. En muchos casos los políticos que las implementan son los mismos. Elba Esther Gordillo es la favorita de Los Pinos, y Gil Díaz, Francisco Ortiz y Julio Frenk siguen despachando en sus oficinas como si nada hubiera pasado hace tres años. Los líderes obreros y campesinos se mantienen al frente de sus organizaciones. Los jueces y las policías también.

La vida humana no tiene precio. Verdad, justicia y reconciliación están íntimamente relacionadas. Si el gobierno de Vicente Fox deja pasar la oportunidad para que afloren perderá, irremediablemente, la única oportunidad que le queda de hacer algo diferente.

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