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México D.F. Miércoles 25 de febrero de 2004
ANTROBIOTICA
Alonso Ruvalcaba
Minielogio a Portugal
Para Lucía Carrasco
¿Por
dónde empiezas a declararle tu amor a Portugal? La primera vez que
lo visité fue en Dans la ville blanche del gran y perdido Alain
Tanner, como a los 15 años: recuerdas la hipnosis en que te hizo
caer con su lentitud, su guión dúctil como un cerebro, su
fotografía difusa y triste como una tarde de Lisboa. Después
llegó Pessoa y Alberto Caeiro y luego encontraste estas líneas:
Por trás os vidrios embaciados de sal, os meninos espreitam a
cidade cinzenta, urbe rasa sobre colinas, como se só de casas térreas
construída, por acaso além um zimbório alto, uma empena
mais esforçada, um vulto que parece ruína de castelo, salvo
si tudo isto é ilusão, quimera, miragem criada pela movediça
cortina das águas que descem do céu fechado... Y sí,
para ti Lisboa es nada más una ciudad cenicienta, una penumbra que
es casi la ruina de un castillo, y también un espejismo creado por
la cortina movediza de aguas que caen de un cielo cerrado. Después
más películas y la melancólica música de Portugal
y la comida: feijoadas largas y ululantes, choriços especiados,
sopa de piedra que en efecto trae una piedra: cocina de la inocencia -como
la que se come en la provincia mexicana-, de la franqueza también.
Y más tarde estos dos vinos:
Quinta do Carmo Reserva 2000 Alentejo
Proveniente del Alentejo, un pago portugués de
buena fama, y elaborado a partir de las castas (o cepas) locales Aragonés,
Trincadeira y Alicante, con un agregado de Syrah y Cabernet, el Quinta
do Carmo es un combinación muy feliz: color rubí muy profundo,
aromas de fruta negra, tabaco y acaso aceituna negra. Está carito:
anda por los 600 pesos.
Touriz 2000 Estremadura
El Touriz, en cambio, es toda una ganga. Vino insólito
(cuando menos para nuestro paladar y nuestro olfato), mezcla dignísima
de castas touriga nacional, touriga francesa y tinta roriz, tinto casi
negro, capaz de evolucionar muy bien en la cava, aromas de zarzamoras en
mermelada y vainilla, mandado a hacer para beberse en soledad o en compañía
silenciosa cuando asalte la nostalgia, desde que llegó no ha sobrepasado
la frontera de los 199 pesos.
No es imposible que alguna vez estés en Lisboa.
Lo has soñado muchas veces, aunque como quien sueña que contrae
una enfermedad. Quieres llegar en barco, quieres que llueva sobre la ciudad
pálida, que las aguas del río corran sucias de lodo. Todo
es tan extraño en este mundo, todo responde a un motivo tan oscuro,
que no es imposible que ese viaje te justifique.
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