México D.F. Jueves 26 de febrero de 2004
Martí Batres Guadarrama
Las alianzas del Presidente
El inadmisible trato que se dio al Presidente de la República durante la clausura del congreso nacional de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) conduce a reflexionar en las alianzas, convergencias y relaciones que ha establecido el propio Ejecutivo federal y los frutos que cada una ha tenido.
A lo largo de su gestión, el Presidente ha tenido convergencias de distinta naturaleza y cada una le ha significado resultados diversos. Resulta paradójico que su insistencia se haya dado precisamente en las alianzas con aquellas fuerzas de las que no ha obtenido sino maltrato y ausencia de resultados, como también es curioso que no haya cuidado o abonado en aquellas convergencias que más logros y avances le han representado.
Podemos decir, esquematizando un poco, pero sin ánimo de absolutizar, que cuando el Ejecutivo ha tenido confluencia con las fuerzas progresistas en determinados temas de la agenda nacional o internacional ha salido fortalecido, y que cuando ha buscado la conjunción o la coalición con las viejas fuerzas políticas del pasado autoritario ha resultado debilitado. Esa es la tendencia que se refleja al echar un vistazo a estos tres últimos años.
Cuando propuso aprobar la ley Cocopa en materia de derechos y cultura indígenas se fortaleció, se rodeó de apoyos y generó expectativas positivas en la sociedad mexicana. Cuando al final terminó apoyando una propuesta completamente distinta en materia indígena, que negaba los acuerdos de San Andrés, fue dañado por el desprestigio de dicha reforma.
Cada vez que ha insistido en aumentar los impuestos al consumo de las clases populares, aliándose a una reducida elite económica, ha salido visiblemente afectado por el desgaste que dicho empeño ha tenido, sin obtener siquiera el propósito deseado.
Así también, al enderezar las acusaciones y procesos hacia los torturadores y secuestradores y asesinos del Estado de los años setenta y ochenta, ha encontrado una simpatía activa de los diversos sectores de la sociedad civil.
Precisamente el más reciente repunte en la popularidad del Presidente se dio cuando asumió una postura en favor de la paz y discrepó de Estados Unidos y Gran Bretaña en la guerra contra Irak.
De igual manera, en 2002, uno de sus mayores éxitos políticos se configuró cuando la Procuraduría General de la República solicitó el desafuero de los líderes sindicales petroleros vinculados al llamado Pemexgate.
El gobierno mexicano, a través de los órganos de procuración de justicia, encontró elementos para investigar y en su caso procesar a dirigentes del sindicato petrolero por el manejo ilegal de fondos sindicales destinados a campañas electorales partidistas. En aquel momento el gobierno señaló directamente a los líderes petroleros, los denunció, los investigó, presumió sus responsabilidades, solicitó su desafuero, y por todo ello obtuvo amplísimo apoyo de la opinión pública y de las fuerzas democratizadoras del país.
No se entiende entonces por qué ahora decidió el Presidente acudir a un acto de la CTM, la más rancia estructura de control corporativo, la más emblemática expresión del charrismo sindical. No se entiende por qué permitió a su secretario del Trabajo expresar loas infinitas y homenajes afectivos a Fidel Velásquez, quien fuera el prototipo del viejo sistema que el actual gobierno prometió desmantelar.
Son estos los momentos en los que pierde apoyo, con la búsqueda de alianzas que no cuentan con el aval de la población y que finalmente ni siquiera resultados presentan.
Por más que el Ejecutivo federal haya buscado la convergencia con el PRI para aprobar las reformas salinista-estructurales, la convergencia no se ha dado y en cambio sí el desgaste gratuito, innecesario, de la institución presidencial.
Entre las conclusiones de éste como de otros episodios podemos señalar las siguientes:
1) Cada vez que el Ejecutivo federal busca la convergencia con las fuerzas del viejo régimen sufre desgaste y debilitamiento; 2) dichas convergencias ni se han logrado ni han dado fruto alguno; 3) en las condiciones nacionales e internacionales actuales resulta cada vez más inviable la conformación de coaliciones para seguir impulsando un modelo que va de salida: el modelo neoliberal; 4) sin embargo, cada vez que el Presidente de la República ha coincidido en los temas de avanzada, democrática y social, con las fuerzas progresistas y democráticas como en la cuestión indígena, el castigo a los crímenes del pasado, el combate a la impunidad del viejo corporativismo, la defensa de la paz y el rechazo a la guerra, entre otros, ha recibido vigoroso apoyo de la sociedad y de la opinión pública.
Parece que están claras las alianzas que más convienen al Presidente. Ojalá en Los Pinos hagan la lectura correcta.
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