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México D.F. Domingo 29 de febrero de 2004
¿HACIA DONDE VA PEMEX?
A
juzgar por las ingentes pérdidas reportadas por Petróleos
Mexicanos (Pemex), que ascienden en 2003 a 41 mil 800 millones de pesos,
es evidente que la política energética del país se
encuentra a la deriva. En primer término, cabría cuestionar
por qué una empresa -la octava petrolera del orbe- registra un panorama
negativo mientras, en el mercado mundial, el precio del barril de crudo
se ha mantenido al alza, impulsado entre otros factores por la incertidumbre
vinculada a las crisis prevalecientes en algunos de los mayores productores
de hidrocarburos, como Irak y, en menor medida, Venezuela.
Adicionalmente, ha de señalarse que las abultadas
pérdidas contabilizadas por Pemex están asociadas a una política
que, al menos desde hace dos décadas, ha utilizado a la paraestatal
como la caja chica del gobierno federal y, con ello, ha acotado fuertemente
las posibilidades de desarrollo de la industria energética del país.
¿A dónde se han ido los considerables recursos captados por
Pemex? ¿Cómo es posible que una empresa teóricamente
favorecida por un escenario internacional caracterizado por incrementos
en las cotizaciones de los productos energéticos se encuentre en
una situación deficitaria?
Las pérdidas multimillonarias registradas en Pemex
son un indicador más de que las estrategias gubernamentales impulsadas
durante, por lo menos, los últimos tres sexenios, sólo han
conducido a la erosión de las capacidades de la industria petrolera
del país y a la rendición de la política energética
nacional ante los designios de las grandes corporaciones extranjeras. Tal
situación se encuentra claramente ejemplificada en la claudicación
de la soberanía de México vinculada a las numerosas e ilegales
concesiones otorgadas a compañías multinacionales. Los denominados
contratos de servicios múltiples para la explotación, entre
otras cosas, de los yacimientos de la Cuenca de Burgos, y la pretensión
de concesionar territorio nacional para la instalación de plantas
extranjeras de gas natural en las islas Coronado, son muestra de ello.
¿Por qué las autoridades federales han optado por otorgar
al capital trasnacional algunas de las oportunidades de negocios más
redituables? ¿Es que, como ha acontecido con la Comisión
Federal de Electricidad, se pretende generar una situación artificial
que justifique la ilegal e improcedente privatización de los recursos
energéticos del país?
Mientras Pemex siga siendo esquilmada para financiar a
un gobierno federal patentemente ineficiente y desorientado, el futuro
de la nación no será otro que la rendición ante las
determinaciones de las grandes multinacionales energéticas. Por
ello, es hora de que la sociedad y sus representantes hagan valer los legítimos
derechos de México sobre su patrimonio energético y destinen
mayoritariamente sus utilidades al desarrollo social. Las pérdidas
registradas en Pemex constituyen una merma de las oportunidades de crecimiento
de la nación y un freno al avance general del país. Así,
el ejemplo de Lázaro Cárdenas debe servir de línea
toral para el establecimiento de políticas públicas solidarias
y efectivamente comprometidas con el bienestar general de los mexicanos
y para resistir el empuje de quienes pretenden utilizar la riqueza nacional
en beneficio de unos pocos, por añadidura ajenos a las aspiraciones
y necesidades del país. ¿Cuántos millones de pesos,
útiles para atender las graves carencias que agravian a la población
mexicana, seguirán abultando las pérdidas de Pemex y se sumarán
a los dividendos obtenidos por las corporaciones apátridas y depredadoras
que se disputan, con el apoyo gubernamental, la riqueza de México?
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