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México D.F. Domingo 7 de marzo de 2004
FOX-BUSH, ENCUENTRO MAGRO
El
saldo del reciente encuentro del presidente Vicente Fox con su homólogo
estadunidense, George W. Bush, en el rancho de este último en Crawford,
Texas, fue prácticamente irrelevante y, a lo sumo, tuvo como aportación
a las relaciones bilaterales una escuálida reducción de los
trámites migratorios que se aplican a ciertos turistas mexicanos.
Por lo demás, la reunión entre los mandatarios se limitó
prácticamente al protocolo y el formalismo, sin que se registrasen
avances significativos en la atención de los problemas torales que
enfrentan México y Estados Unidos, como son la necesidad de un acuerdo
migratorio amplio e integral, la revisión de las sentencias de muerte
que pesan sobre varios connacionales recluidos en el vecino país
del norte o la solución de los diferendos en materia hídrica
que mantienen ambas naciones, por sólo poner unos ejemplos.
En cambio, asuntos que corresponden estrictamente al ámbito
nacional fueron ventilados por Bush como si se tratase de materias de su
propia gestión gubernamental. Tal es el caso de las declaraciones
del inquilino de la Casa Blanca sobre los recientes casos de corrupción
desvelados mediante videos difundidos en la televisión mexicana.
Sobre el particular, Bush señaló que en Estados Unidos también
se han registrado "escándalos por donativos", pero que, ante ellos,
debe hacerse valer el estado de derecho y aplicar la justicia a los responsables
de prácticas de corrupción.
En primer término, habría que señalar
que las explicaciones de Bush son de sentido común y nada aportan
al debate que en México se realiza con motivo del necesario y urgente
combate contra la corrupción. Si el presidente estadunidense pretendió
dar un espaldarazo a Fox en este asunto o erigirse en ejemplo de la erradicación
de lacras como el tráfico de influencias, los compromisos asumidos
como contrapartida a apoyos económicos para campañas electorales
o la suscripción de contratos públicos amañados o
fraudulentos, sólo logró evidenciar un doble rasero y una
posición de dudosa credibilidad.
Basta recordar que la candidatura presidencial de Bush
fue beneficiada con aportaciones estratosféricas provenientes de
empresas luego favorecidas con jugosos contratos gubernamentales o con
una displicente labor fiscalizadora. El caso de Enron es ilustrativo de
ello, como también lo es el trato privilegiado otorgado a Halliburton,
corporación cercana al vicepresidente Dick Cheney, en las labores
de reconstrucción de Irak, nación arrasada por el frenesí
militarista del actual gobierno estadunidense. Por añadidura, cabe
señalar que la elección de Bush como presidente fue amarrada
en Florida -estado gobernado por su hermano Jeb- mediante prácticas
que han sido denunciadas como fraude electoral.
Por añadidura, el hecho de que el presidente del
vecino país del norte haya realizado tales señalamientos
frente a Fox -el cual mantuvo un silencio que resulta por lo menos reprochable-
constituye una abierta injerencia en los asuntos internos de México
que vulnera las buenas prácticas diplomáticas y agravia a
la ciudadanía nacional. ¿Por qué Fox y la Secretaría
de Relaciones Exteriores consintieron tal intromisión sin emitir,
siquiera, una aclaración o protesta? ¿Es que Bush ha sido
convertido, por el gobierno foxista, en juez o aval de la moralidad y la
legalidad del sistema político mexicano?
Así las cosas, la figura del mandatario estadunidense
tiene poco de aleccionadora, salvo que sea asumida como muestra de lo que
debe ser evitado a toda costa para preservar la transparencia y la credibilidad
de un gobernante. Los casos de corrupción recientemente revelados
en México -junto a otros que han azotado la vida nacional durante
numerosas administraciones, incluida la del presidente Fox- deben ser esclarecidos
a fondo y con rapidez y sus responsables sancionados conforme a derecho.
Ello corresponde estrictamente a las instancias judiciales mexicanas y
ciertamente constituye una de las tareas cruciales para preservar la democracia
y las instituciones republicanas de México. Pero esa indispensable
labor está también inscrita en la soberanía nacional
y no requiere de la participación, así sea meramente declarativa,
de funcionarios extranjeros, salvo en los estrictos casos contemplados
en los tratados de cooperación judicial, circunstancia que no resulta
aplicable a las declaraciones de Bush.
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