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México D.F. Viernes 12 de marzo de 2004
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
La pasión de María Elena
Documental sobre discriminación e impunidad en
Chihuahua
LOS HECHOS. EL 6 de agosto de 1999, en el poblado
de Creel, en la sierra de Chihuahua, muere atropellado el hijo de tres
años de una campesina rarámuri de 24 años, María
Elena Durán Morales. Lo que sigue es el itinerario -viacrucis,
pasión- de la joven madre para esclarecer los hechos, fincar las
responsabilidades evidentes, y obtener justicia por parte de las autoridades.
El niño fue atropellado por la imprudencia de una conductora blanca,
quien luego de machucar una de sus extremidades, en su nerviosismo dio
marcha atrás y aplastó su cabeza provocando su fallecimiento.
Más que la reconstrucción y peritaje judicial de este suceso,
lo que con mayor empeño analiza La pasión de María
Elena, primer largometraje documental de Mercedes Moncada, son los
testimonios y revelaciones que señalan la carga de discriminación
social que padece la protagonista indígena y la impunidad de que
gozan los responsables de su tragedia.
ESTE
ACTO DE injusticia, agravado por el desempeño de las autoridades
locales encargadas de modificar el croquis del accidente, cambiando la
dirección del vehículo, exculpando a la automovilista, haciendo
recaer la culpa sobre una pretendida irresponsabilidad indígena,
es el punto de partida del documental para explorar las diversas formas
de discriminación (racial, de clase y de género) presentes
en la región. Moncada expone al mismo tiempo la persistencia de
las creencias ancestrales, usos y costumbres, que estigmatizan aún
más a la protagonista, procurándole al final, pese a todo,
cierto consuelo en su pérdida. Estas costumbres recomiendan, además
de la resignación y sometimiento femeninos, el perdón de
los agravios, pero al ofrecerlo María Elena sólo recibe de
quien mató a su hijo, desdén y burla. La justicia rarámuri
muestra también su incapacidad, pues en el lugar "sólo se
registra la ley de los blancos". Igualmente ineficaz, por su lentitud exasperante,
es la intervención del padre jesuita Avila, defensor de los derechos
humanos.
LA PROTAGONISTA ENFRENTA además, como agravante
doloroso, la incomprensión en la comunidad de su familia, Rejogochi,
la cual desconfía de quienes llegan de fuera, de los "chabochos"
o "achabochados", de quienes se dejan corromper al contacto con la modernidad
y el pueblo grande, o de la mujer que se aparta de la tradición
y del decoro. A través del retrato de María Elena, la directora
exhibe un mosaico interesante de los atavismos, prejuicios y rasgos culturales
de una comunidad tarahumara. Recoge, por ejemplo, los testimonios de los
padres de María Elena, una pareja con 36 años de casados.
La esposa, ajena un tanto a la cronología occidental, calcula sin
embargo sólo tener 40 años de edad. Lo valioso es la distancia
respetuosa que muestra la cineasta ante sus entrevistados, la ausencia
de un comentario personal que pudiera saturar o entorpecer lo que ya es
una exposición clara y contundente de los hechos y las realidades
culturales. El documental deviene relato por la agilidad y libertad con
que fluyen sus imágenes y sus observaciones culturales, y por el
modo de contrastar la realidad social de Creel (y su acto de injusticia)
con la minúscula comunidad de los padres de María Elena,
refugio temporal donde afloran nuevas contradicciones y agravios.
LA PASION DE María Elena,
documental premiado en la pasada Muestra de Cine Mexicano e Iberoamericano
de Guadalajara, junto con Recuerdos, de Marcela Arteaga, es una
exploración inteligente, libre de patrocinio sentimental, de una
realidad indígena y de un hecho concreto de discriminación
e injusticia. Es también una de las aproximaciones más agudas
a las realidades de género y administración de justicia en
el contexto de los usos y costumbres de los pueblos indios, y de su confrontación
con un orden legal occidental diseñado para marginar o excluir a
sus supuestos beneficiarios.
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