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México D.F. Sábado 13 de marzo de 2004
¿HACIA DONDE VA LA ECONOMIA MEXICANA?
El
Banco de México (BdeM) dio a conocer ayer que la inflación
entre febrero de 2003 y el mismo mes del presente año se sitúo
en 4.53 por ciento, tasa significativamente superior a las previsiones
oficiales, que la colocaban en 3 por ciento. En consecuencia, el banco
central determinó incrementar el llamado corto monetario (el retiro
de circulante de la economía nacional), de 29 a 33 millones de pesos
diarios, con el objetivo de reducir las presiones inflacionarias mediante
la restricción de la masa de dinero disponible y, por tanto, de
la inversión y el consumo.
Las consecuencias inmediatas de tal medida serán
el incremento de las tasas de interés en el país y la imposición
de un nuevo freno al crecimiento nacional, pues la disminución del
circulante y el aumento de los réditos limitarán los planes
de inversión productiva de las empresas, influirán negativamente
en el de por sí deficitario panorama del empleo y forzarán
la reducción del consumo por parte de personas y compañías.
Ciertamente, contener la inflación es una medida necesaria para
prevenir mayores deterioros en el poder adquisitivo de la ciudadanía
y frenar eventuales presiones devaluatorias, pero una vez más resulta
reprochable que tal medida se imponga a contrapelo de las necesidades sociales
y de las expectativas económicas de la población. En este
contexto, estos fenómenos deben ser entendidos más allá
de sus connotaciones macroeconómicas y apreciarse desde la óptica
de las políticas públicas y del desarrollo general del país.
Así, es evidente que la creciente inflación,
la continua alza de los intereses y el patente estancamiento de la economía
nacional son síntomas de que la política económica
de la actual administración resulta impotente no sólo para
cumplir las descabelladas promesas de campaña de Vicente Fox en
materia de crecimiento del producto interno bruto y creación de
fuentes de trabajo, sino para impedir que el país se precipite por
la ladera de la recesión. El mensaje detrás del aumento del
corto monetario y de la ineficacia económica gubernamental es, nuevamente,
el mismo de los recientes cuatro sexenios: el desarrollo nacional seguirá
siendo postergado -e inclusive podría ahondarse su actual crisis-
en aras de preservar los intereses del gran capital y de los organismos
financieros internacionales, los únicos que encuentran compensación
o utilidad real en el actual escenario de "estabilidad" macroeconómica
en medio de una severa crisis social.
Por añadidura, el gobierno foxista no parece dispuesto,
ni aun capacitado, para ofrecer al país un camino diferente que
atienda, en primer término, las acuciantes necesidades sociales.
Sus fórmulas son idénticas a las aplicadas -con desastrosos
resultados- durante las administraciones de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo,
y mientras la nación padece agudos problemas de pobreza, desempleo,
quiebras de empresas y desesperanza social, el gobierno foxista se empecina
en su fundamentalismo neoliberal y se inclina ante las exigencias de los
beneficiarios del ilegal rescate bancario o de las corporaciones extranjeras
que claman por apoderarse del patrimonio energético del país.
Los indicadores dados a conocer ayer y el desempeño
económico del actual gobierno -caracterizado por la ineficacia,
el discurso baldío y la incapacidad para revertir la presente crisis-
mueven a preguntarse hacia dónde se dirige la economía nacional,
pues no existen razones para suponer -inclusive en el actual contexto de
elevados precios internacionales del petróleo- que la preservación
del modelo neoliberal conduzca al país a un escenario de recuperación
y crecimiento. El supuesto impulso proveniente de una eventual revitalización
de los mercados estadunidenses no ha tenido lugar y permanece en duda que,
de suscitarse, éste tendría un efecto sustancial en la mejora
de la economía mexicana. De igual forma, las abultadas reservas
de divisas del país no han contribuido al desarrollo nacional y,
en cambio, son entregadas en subastas para festín de los especuladores.
México necesita urgentemente una nueva política
económica que deje atrás el dogma monetarista y neoliberal,
y privilegie el bienestar social y el crecimiento justo e incluyente. Los
focos rojos inherentes a la elevada inflación deben servir de
alerta para que las autoridades modifiquen de una vez sus prioridades y
se decanten por el interés de las mayorías, no por el de
los organismos extranjeros o el de los grandes capitalistas locales o trasnacionales.
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