México D.F. Domingo 14 de marzo de 2004
Cómplices o víctimas de Bush,
los principales diarios y cadenas de tv: tres estudios
Los medios en EU, desprestigiados por su papel atizador
de la guerra contra Irak
Halcones y disidentes o desertores iraquíes,
sus principales fuentes, acusan los críticos
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 13 de marzo. Ahora que
todo indica que las justificaciones oficiales para la guerra fueron ficticias
-las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein y su vínculo
con Al Qaeda-, se han producido una serie de análisis al interior
de los medios ma-sivos estadunidenses sobre si fueron cómplices,
víctimas o sólo malos periodistas al justificar la política
de George W. Bush.
En tres evaluaciones separadas del papel de los principales
periódicos estadunidenses, las conclusiones son parecidas: los medios
no ejercieron su papel de cuestionar y criticar la línea oficial
del gobierno.
En algunos casos, indican los críticos, los principales
medios transmitieron únicamente información de la Casa Blanca,
dependieron sólo de fuentes de opositores o desertores iraquíes
o altos funcionarios estadunidenses, quienes nutrían el caso para
la guerra, e ignoraron o despreciaron a críticos dentro del go-bierno
como a fuentes mundiales, incluyendo los inspectores de Naciones Unidas.
En el peor de los casos, periodistas y editorialistas
funcionaron como cómplices del gobierno y en el mejor de los escenarios
no cumplieron con su papel de cuestionar las aseveraciones oficiales (con
ciertas y notables excepciones).
Michael Massing, en amplio artículo sobre las fallas
periodísticas durante la preparación de guerra contra Irak,
publicado en febrero en el New York Review of Books, señala:
"en el periodo antes de la guerra los periodistas estadunidenses dependieron
demasiado de fuentes simpatizantes del gobierno. Los que mantenían
opiniones disidentes -y había más de unos cuantos- fueron
descartados".
El resultado, argumenta, fue una cobertura muy subordinada
a la Casa Blanca. Así, medios como el New York Times y CNN
se convirtieron no sólo en fuentes del argumento oficial en favor
de la guerra, sino que pe-riódicos como el Times "jugaron
un papel importante en legitimarla".
Aunque
algunos periódicos, como los de la cadena Knight- Ridder (Miami
Herald, Philadelphia Inquirer, entre otros) sí reportaron las
profundas dudas de los argumentos oficiales dentro y fuera del gobierno,
incluyendo acusaciones de que la Casa Blanca había exagerado los
informes de inteligencia, co-mo señala Massing, la cadena no cuenta
con medios en Washington o Nueva York, donde se define la agenda nacional.
A pesar de que había elementos para cuestionar
la posición oficial y realizar investigaciones sobre las "pruebas"
de la amenaza que representaba el régimen de Hussein, los grandes
medios decidieron evitar publicar tales reportajes o relegarlos a páginas
interiores.
En parte, la tarea de revelar dudas y preguntas sobre
la línea oficial fue dificultada por lo que algunos periodistas
aquí señalan es el control más extenso que han visto
sobre la información oficial. Y, como siempre, la Casa Blanca tiene
su manera de recompensar o castigar a los reporteros que cubren esa fuente,
con el manejo del acceso, la clave en Washington para todo reportero político.
A la vez, señala Massing, el clima político
también tuvo un impacto en los periodistas, y pocas voces en Washington
se atrevieron a criticar a un presidente que en ese entonces contaba con
amplio apoyo popular.
Los periodistas que se atrevían a cuestionar la
política oficial recibieron ataques de lectores, periodistas de
derecha y organizaciones, quienes cuestionaron el patriotismo y la lealtad
de los comunicadores.
Chambista sin convicciones
Tal vez la periodista más criticada por promover
y nutrir la línea oficial es Judith Mi-ller, del New York Times.
Massing le preguntó cómo percibe lo que ella escribió
ahora que han sido desacreditadas las justificaciones originales para la
guerra.
"Mi chamba -respondió Miller- no es evaluar
la información del gobierno y ser analista independiente de inteligencia.
Es informar a los lectores del New York Times lo que pensaba el
gobierno sobre el arsenal de Irak."
Como señala Massing, muchos periodistas estarían
en desacuerdo con esto y considerarían que ofrecer una evaluación
independiente de la línea oficial es una de sus responsabilidades
principales.
Una evaluación de más de 80 editoriales
de seis de los principales diarios estadunidenses en las seis semanas entre
el discurso de Colin Powell ante Naciones Unidas y el inicio de la guerra
publicado en el Columbia Journalism Review, también demuestra
una subordinación a la opinión oficial por los supuestos
medios independientes.
Enfocado en la reacción al discurso del secretario
de Estado presentando el caso estadunidense en favor de la guerra, el autor
Chris Mooney descubre que todos los editoriales publicados el día
siguiente no sólo respaldaron la posición oficial, sino que
opinaron que el argumento era "irrefutable" o que "dejaba poca duda" de
la amenaza que representaba Hussein para Estados Unidos.
"Cuando el gobierno obtiene el apoyo editorial de los
medios de elite, es casi trato concluido, porque el público se formará
en esa línea", comentó David Domke, profesor de comunicación
de la Universidad de Washington, en entrevista con Mooney.
Mooney concluyó que los editorialistas de los principales
diarios demostraron "una voluntad pasiva de escribir sobre el debate de
Irak en los términos del presidente". También dijeron que
Powell estaba en lo correcto, a pesar de no contar con prueba independiente,
y jamás demandaron más información.
Ahora muchos periodistas y editorialistas culpan a fallas
de los servicios de inteligencia, y justifican lo hecho como sólo
reportar y opinar con los elementos disponibles. Su defensa es algo así
como "no maten al mensajero", pero, al parecer, el mensajero fue parte
de la guerra y lo que permitió, en gran medida, una invasión
justificada por mentiras y exageraciones presentadas como verdades por
estos mismos medios.
Otra evaluación de cómo los medios cu-brieron
el tema de las armas de destrucción masiva presentada esta semana
concluyó que la deficiente cobertura fue resultado no de maniobras
políticas o de perjuicios pro guerra por parte de los medios, sino
de "convenciones periodísticas cansadas". O sea, fue resultado de
un periodismo flojo.
En la investigación de los medios realizada por
el Centro para Estudios Internacionales y de Seguridad de la Universidad
de Maryland se concluyó que muy pocas notas brindaron alternativas
a la línea oficial sobre las armas de destrucción masiva
en torno al conflicto de Irak, y que la mayoría de los periodistas
aceptó el vínculo entre terrorismo y armamento letal promovido
por Bush.
En el prólogo del libro, el director del centro
afirma: "los medios estadunidenses no jugaron el papel de verificar y equilibrar
el ejercicio del poder que requiere la norma de la democracia".
Para Massing, el contraste entre la prensa mucho más
crítica que surgió al fin de la guerra y su docilidad antes
de ella subraya una de las tendencias más preocupantes de los medios
de comunicación estadunidenses, su mentalidad de horda: "Editores
y reporteros no gustan divergir demasiado de lo que todos los demás
están escribiendo. Cuando un presidente es popular y prevalece un
consenso, los periodistas evitan desafiarlo".
Este episodio ofrece una advertencia muy antigua, tan
antigua como el periodismo: no creas todo lo que lees. Pero aquí,
entre los periodistas y editores que se autoelogian como los más
"objetivos" e imparciales del mundo, y se presentan como modelo para periódicos
y medios en otros países -incluyendo México- su papel al
justificar una guerra realizada con base en mentiras y manipulación
no puede ser un capítulo muy celebrado de su historia.
Particularmente porque tantos medios fuera de este país
evitaron caer en la trampa de creer lo que un gobierno decía para
promover sus propios intereses.
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