México D.F. Domingo 14 de marzo de 2004
Están convocados más de 110 millones
de ciudadanos
Hoy, comicios en Rusia; Putin tiene todo en su favor
para relegirse
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 13 de marzo. Con todo en su favor, cual
corresponde a quien ejerce el poder absoluto, el mandatario de Rusia, Vladimir
Putin, debe conseguir este domingo una fácil relección para
un segundo periodo presidencial de cuatro años, sin que todavía
existan signos inequívocos de que esté dispuesto a dejar
el Kremlin en 2008.
Pero mientras se aclara esta duda un año antes
de que se venza el renovado mandato de Putin -ya sea nombrando sucesor
en la persona de un nuevo primer ministro, en lugar del actual Mijail Fradkov,
considerado provisional, o realizando enmiendas a la Constitución-,
algo más de 110 millones de rusos están convocados a las
urnas.
El triunfo de Putin, hoy por hoy, es inevitable. En un
sistema electoral marcado por brindar condiciones abismalmente desiguales
a los contendientes, el Kremlin concentra en sus manos todos los instrumentos
del poder para favorecer a su candidato y apartar del camino a quien se
atreva a desafiarlo. Para lograr ese cometido, los operadores políticos
de Putin tienen un amplio margen de acción: los golpes bajos, las
amenazas y la compra de lealtades, entre otros recursos de similar
amoralidad.
Muchos
rusos, los que se dejan atrapar por el fenómeno mediático
que ensalza al inquilino del Kremlin, creen que no hay alternativa al presidente
y con él asocian, como su principal mérito, la cierta estabilidad
económica que disfruta Rusia.
Los seguidores de Putin no reparan en que el "milagro
económico" está prendido de alfileres, como son los elevados
precios internacionales del petróleo, aparte de que a tan sólo
100 kilómetros de Moscú la situación de la gran mayoría
de los habitantes del país sigue siendo -salvo en algunos islotes
de relativo bienestar- implacablemente dura e injusta.
En el interior de Rusia, como si las penurias hubieran
devuelto los patrones de comportamiento de los estratos más castigados
de la población a los tiempos de Pedro El Grande, la gente
cifra sus expectativas de mejoría en la figura de un líder
indiscutido y poderoso.
Gracias a los medios controlados por el Kremlin, casi
todos los electrónicos y muchos de los impresos, Putin es para ellos
sinónimo de esperanza, más aún si cotidianamente no
tienen acceso a otro discurso que el de las promesas, aderezado con desplantes
verbales de gran potencia que rara vez se concretan en hechos, como el
reciente anuncio del lanzamiento de un supermisil, en presencia de Putin
vestido de militar, que pocos rusos saben que nunca llegó a salir
de su rampa.
Sin voces de contrapeso en el Legislativo -con una Duma
dominada por dos tercios de diputados incondicionales y un Senado con representantes
designados (no electos)-, los medios terminan por idealizar la imagen del
jefe del Ejecutivo ruso, ausente la mínima crítica a la guerra
de Chechenia, el repliegue en el ámbito internacional, la aplicación
selectiva de la justicia y los excesos autoritarios, por mencionar algunos
rasgos que también son consustanciales a la gestión de Putin.
Otros rusos, cuyo número va en aumento, están
convencidos de que la popularidad de Putin es inducida por una hábil
suma de apariencias y manipulación. Para éstos, carece de
sentido enfrentarse a la trituradora del Estado, que no deja opción
más que la decidida por el Kremlin, como sucedió con el pretendido
referéndum de Chechenia hace un año o las elecciones legislativas
de diciembre pasado.
Cansados de promesas incumplidas, entre los descontentos
es común escuchar que van a ignorar este domingo los comicios, como
voto de castigo.
En teoría, la abstención podría ser
un arma efectiva de la sociedad civil, dado que en Rusia es indispensable
que participe 50 por ciento del padrón para considerar válidos
los comicios y no tener que volver a convocar nuevos dentro de cuatro meses.
En la práctica, ante la falta de sociedad civil,
es poco probable que el Kremlin permita que no "cuadren" las cifras de
afluencia a las urnas, para lo cual cuenta con un muy extenso repertorio
de artilugios ya probados con éxito en las legislativas más
recientes.
Los gobernadores, según denunció Serguei
Glaziev, candidato ahora opositor a Putin que en diciembre anterior era
aliado del Kremlin y se benefició de los mismos métodos,
recibieron instrucciones de asegurar que la participación
sea de 70 por ciento.
Más comedido, el presidente de la autoridad electoral,
Aleksandr Veshniakov, expresó que el nivel de asistencia en las
elecciones presidenciales es, generalmente, 5 por ciento más alto
que en las elecciones legislativas, con lo cual anticipó que este
domingo la participación será ligeramente superior a 60 por
ciento.
En todo caso, la febril actividad desplegada por el Kremlin
para que la gente acuda a votar, a la que se sumaron incluso los jerarcas
de la Iglesia ortodoxa y otras confesiones mediante insistentes apariciones
televisivas, no parece obedecer al temor de que Putin quede fuera del Kremlin
por cuatro meses, sino al deseo de crear la apariencia de que la participación
estuvo por encima del requerido 50 por ciento, para que no sea tan obvio,
y su victoria parezca aún más contundente.
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