México D.F. Martes 16 de marzo de 2004
En nombre de Dios hacen discursos políticos,
guerras, programas de radio, cine...
EU, muy cerca del fundamentalismo religioso que tanto
critica a otros países
Migrantes de AL amenazan al país al no integrarse
como anglo-protestantes, dice Huntington
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington
y Nueva York, 15 de marzo. Cada día este país se parece
más a las naciones que acusa de ser dominadas por "fundamentalistas"
religiosos y que supuestamente representan una "amenaza" para la civilización
moderna.
Dios está en las primeras planas y es nota principal
en los medios electrónicos; está en boca de los políticos
nacionales, en el debate nacional en las calles. En nombre de Dios se justifican
guerras, persecuciones políticas, el matrimonio, la oposición
al derecho de las mujeres sobre su cuerpo, y todos los días se cantan
himnos patrióticos que envuelven la bandera en la mano divina.
La película de Mel Gibson La pasión del
Cristo se discute por todas partes, y fue el estreno más exitoso
de una película de tema religioso en la historia de Hollywood. Ha
generado intenso debate en los foros públicos y privados, más
allá de los ámbitos dedicados al mundo del espectáculo.
El presidente denuncia que los matrimonios gay son una amenaza para la
sociedad y pide que queden prohibidos en la Constitución para salvar
esa institución sagrada, todo con tal de rescatar el voto de millones
de cristianos fundamentalistas que necesita para lograr su relección.
La Biblia es el libro preferido -tal vez el único
leído (ya que ha dicho que no lee periódicos)- del presidente.
El procurador general de Estados Unidos ha impuesto burkas para
cubrir las estatuas desnudas del Departamento de Justicia, y no pocos políticos
integran grupos de estudio diario de la Biblia en Washington. En la contienda
electoral, el hasta hace poco precandidato presidencial demócrata
Howard Dean debió aceptar que tenía que hablar más
de religión y de su fe para mantener la viabilidad de su campaña
política.
Las ondas electrónicas de radio del país
están llenas de programas religiosos, y hechos como las órdenes
de un juez para instalar monumentos de los Diez Mandamientos en un edificio
federal se convierten en controversias nacionales.
La Casa Blanca y líderes del Congreso han logrado
integrar un lenguaje religioso en el discurso político nacional,
todo enmarcado en la gran batalla entre el bien y el mal (claro, ellos
son los buenos, y todos los que se atrevan a decir algo en contra son representantes
del mal). Así, la guerra contra Irak y las perpetuas amenazas contra
todo país "enemigo" se colocan en un lenguaje semirreligioso, igual
que el debate nacional sobre temas como el matrimonio, el aborto y los
"valores familiares". Dios, se reitera, está de "nuestro lado" contra
todo lo que se oponga al proyecto político, económico y social
de la Casa Blanca y sus ideólogos.
Todo esto sucede en una sociedad mucho más "religiosa"
que otras de países industriales del llamado primer mundo. La mayoría
de los estadunidenses, según encuestas recientes, cree en la versión
literal de la Biblia sobre la creación del mundo y el Arca de Noé,
entre otras.
Los políticos entienden esto muy bien. En la elección
presidencial de 2000, Bush ganó 59 por ciento del voto de los que
dicen que acuden a servicios religiosos por lo menos una vez a la semana,
mientras su contrincante Al Gore logró 39 por ciento de éstos.
Mel Gibson es un católico conservador a tal extremo
que rechaza las reformas del Concilio Vaticano segundo y su película
se enfoca casi exclusivamente en el sufrimiento físico de Jesús
en sus últimas 12 horas de vida, anulando así su mensaje
y su ejemplo.
Mas allá del debate sobre si esta interpretación
es válida o no, o si es antisemita, lo preocupante es que iglesias
y sectas cristianas conservadoras de todo el país han promovido
la película y asegurado que sus fieles llenen las salas para ver
una producción casi universalmente deplorada por los principales
críticos de cine. Y como concluye el destacado crítico de
cine de la revista New Yorker, David Denby, el momento que escogió
Gibson para presentar su película "no pudo ser más desafortunado:
otra dosis de fanatismo religioso obsesionado con la muerte es lo último
que necesitamos".
Pero líderes religiosos cristianos han promovido
la película, y hasta el arzobispo de Nueva York, el cardenal Egan,
animó a sus fieles a ver la cinta de Gibson. Con esta promoción
"divina", la película ya ha ganado más de 117 millones de
dólares en sus primeros cinco días de estreno.
Ahora hasta el politólogo más influyente
del país, Samuel Huntington, afirma que las corrientes migratorias
mexicanas y latinoamericanas están amenazando a este país.
¿Cómo? Al no integrarse a la cultura "anglo-protestante"
que es el fundamento del llamado sueño americano. O sea,
el Dios protestante es el que define los sueños de este país.
¿Y los otros?
Estados Unidos es un país demasiado fragmentado
y heterogéneo para aplicar una etiqueta a su totalidad. Pero si
el liderazgo del país, junto con millones de sus ciudadanos, promueven
una visión fundamentalista religiosa como el prisma de cómo
se ven a sí mismos y al mundo, pues en alguna medida se tendría
que concluir que existe algo parecido a aquellos países acusados
de "fundamentalismo" intolerante que representa una amenaza a la comunidad
internacional y a los derechos humanos internacionalmente reconocidos de
sus poblaciones.
A veces, el último superpoder está al borde
de afirmar que es un poder supremo autoproclamado como divino y mesiánico
con la misión de salvarnos a todos. Los que no están de acuerdo
son, automáticamente, fuerzas de ese enemigo: el mal.
Dios nos salve.
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