México D.F. Domingo 21 de marzo de 2004
REPORTAJE /A 10 AÑOS
DE LA MUERTE DE LUIS DONALDO COLOSIO
Nebuloso entorno político precedió el
asesinato del candidato priísta
Nada se ha hallado para sustentar que se trató
de un crimen de Estado
La tarde del 23 de marzo de 1994 marcó el inicio
del resquebrajamiento acelerado del sistema priísta y detonó
la mayor purga al interior de la familia feliz del salinismo
JUAN MANUEL VENEGAS Y GUSTAVO CASTILLO /I
De todo lo que se ha dicho en 10 años sobre el
asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, sólo un hecho es irrefutable:
Mario Aburto Martínez disparó contra el candidato presidencial
del PRI. ¿Crimen de Estado? Ninguno de los cuatro fiscales responsables
de las pesquisas lo descartaron. Pero tampoco encontraron nada para sustentarlo.
A lo largo del tiempo abonaron a la teoría del
complot -casi siempre dirigida hacia la presidencia de Carlos Salinas de
Gortari- las declaraciones ministeriales y a la prensa del grupo más
cercano al sonorense; las disparatadas investigaciones que desarrollaron
dos de los fiscales del caso (Miguel Montes y Pablo Chapa Bezanilla), y
las aseveraciones de los ex presidentes Ernesto Zedillo y Carlos Salinas,
tanto al Ministerio Público como a los medios de información.
Todos enfatizando en el nebuloso entorno político que dominaba el
país en los aciagos primeros meses de 1994.
La tarde del 23 de marzo de aquel año en Lomas
Taurinas fue la confirmación de que el sistema priísta, su
institucionalidad y disciplina se descomponían a pasos acelerados.
Las reglas se rompieron entonces y al asesinato de Colosio siguió,
seis meses después, el de José Francisco Ruiz Massieu.
El homicidio de Luis Donaldo Colosio confrontó
al PRI y detonó la mayor purga al interior de la familia feliz
del salinismo, hasta entonces convencida de que su proyecto político
y económico se prolongaría, por lo menos, un cuarto de siglo
más.
Destape de Colosio; frustración de Camacho
Cumpliendo
con el ritual de cada seis años, el 28 de noviembre de 1993 Carlos
Salinas ordenó el destape de Colosio. Y desde ese día,
la otrora aceitada maquinaria priísta empezó a notar sus
primeras fallas: el regente de la ciudad de México, Manuel Camacho
Solís, que había jugado en las reglas que él conocía,
se tardó en digerir la derrota, rechazó respaldar públicamente
la candidatura de Colosio y, en un hecho insólito, reclamó
a Salinas la decisión.
"La única pregunta que tengo, Carlos, no es por
qué fue Colosio, sino ¿por qué no fui yo?", encaró
Camacho a Salinas la mañana del sábado 8 de enero de 1994
en Los Pinos, cuando el levantamiento armado del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) derrumbó el mito de la prosperidad
que el salinato pretendió vender en el exterior.
Pero, siguiendo la cronología de los acontecimientos,
de regreso al momento del destape, habrá que decir que a
partir de esa fecha comenzó la trama que meses más tarde
permitiría urdir, en casi todos los sectores, la tesis de que en
Lomas Taurinas se había consumado un crimen de Estado.
Primero, porque en su mensaje de renuncia a la regencia
-no al gobierno, pues aceptó la opción de irse a Relaciones
Exteriores- Camacho abrió fuego contra "el grupo de intereses" que
respaldaba a Colosio, al que más adelante pondría nombres:
José Córdoba Montoya, Raúl Salinas de Gortari, Emilio
Gamboa Patrón, Patricio Chirinos, Otto Granados...
Segundo, porque el propio presidente rompió otra
de las reglas que habían dado sustento y vida al sistema: no dejó
crecer a su candidato. Todos los declarantes y analistas sobre aquellos
sucesos coinciden que en diciembre de 1993, aunque el PRI ya tenía
candidato, Salinas ponía y disponía. Su agenda estaba repleta
de proyectos para terminar de integrar a México al mercado de América
del Norte. El tratado comercial con Estados Unidos y Canadá entraría
en vigor, en su primera etapa, con la llegada del nuevo año.
Salinas soñó con terminar su periodo como
el gran transformador del país, y para cumplir con sus aspiraciones
internacionales (buscaba presidir la Organización Mundial de Comercio,
que entonces se gestaba), se esmeró por presentar al mundo un rostro
maquillado de México; internamente, tampoco había obstáculos
a sus proyectos: la oposición perredista, mermada por cientos de
asesinatos, había sido opacada por la popularidad del presidente;
su voz se perdía en el silencio de los medios; los panistas, arrobados
en sus triunfos electorales, optaron por el pragmatismo, el acuerdo y las
concertacesiones. Secretarios de Estado, gobernadores y dirigentes
del PRI iban y venían, caían o resurgían, al gusto
del presidente.
Y Salinas salió a conquistar el mundo. En diciembre
de 1993 viajó a Japón y China, seguro de que todo transcurría
a pedir de boca. De regreso, la noche del 31 de diciembre, invitó
a sus más cercanos a festejar la llegada del año nuevo. Achispados
por los brindis, los salinistas se convencían de que los tiempos
por venir los colmarían de todo género de parabienes. El
proyecto transexenal para "gobernar los próximos 25 años"
-José Angel Gurría dixit- estaba en marcha.
La trama del complot...
Pero el destino tenía preparada una historia diferente.
La fiesta en la casa presidencial no había terminado cuando un oficial
del Estado Mayor se acercó al mandatario. Algo le murmuró
-publicaron las crónicas del día siguiente-y Salinas salió
apresuradamente del salón.
Le informaron que a la medianoche combatientes del EZLN
entraron en San Cristóbal de las Casas, con rifles y cubierto el
rostro con pasamontañas. Al correr las horas de la madrugada del
1º de enero de 1994 comenzó a saberse que los rebeldes habían
ocupado también las cabeceras municipales de Las Margaritas, Ocosingo
y Altamirano.
En su "declaración de guerra", el EZLN hizo un
llamado "a los poderes de la Unión para que, haciendo uso de su
derecho constitucional, se deponga al gobierno ilegítimo de Carlos
Salinas de Gortari y a su gabinete". La tarde de ese día, en el
mundo entero circularon las imágenes del subcomandante Marcos.
El rostro quedó al descubierto, pese al maquillaje preparado por
Salinas y su equipo.
Toda la atención se concentró en Chiapas.
Con el paso de los días, y los enfrentamientos que protagonizaban
el Ejército Mexicano y el EZLN en algunas regiones de aquel estado,
las posiciones en el gabinete se dividieron entre quienes se inclinaban
abiertamente por el aplastamiento de los "alzados" y los que pedían
el razonamiento político a partir de una realidad: no se podía
ocultar la situación de marginación y pobreza en que estaban
sumidos los indígenas chiapanecos.
En esa disyuntiva, el 10 de enero de 1994 -día
en que Colosio arrancó oficialmente su campaña, la que había
pospuesto a sugerencia del mandatario- Salinas optó por una salida
negociada al conflicto en Chiapas; ordenó el cese del fuego; anunció
que enviaría al Congreso una ley de amnistía para los "alzados"
y nombró a Camacho Solís al frente del equipo negociador,
"sin sueldo" y sin cargo formal ya en la estructura del gobierno, hecho
no menor, ya que lo habilitaba para, eventualmente, postular su candidatura
presidencial.
Los ojos del país siguieron puestos en Chiapas.
Camacho era ya el protagonista. En su labor de buscar contacto con los
zapatistas, la figura del ex regente capitalino ganó espacios en
los medios, mientras que la de Colosio se empequeñecía.
Empezaron las especulaciones sobre un posible cambio de
candidato. Más, porque al conseguir que el EZLN aceptara el diálogo,
Camacho se convirtió en algo así como el "héroe del
momento"; y más todavía, porque el propio ex canciller no
negaba la posibilidad del relevo de candidato en las concurridas conferencias
de prensa que convocaba.
Mientras, la campaña de Colosio seguía en
la penumbra, "sin prender". Ante las versiones y confusiones que todo esto
generó, en una atmósfera cargada de especulaciones y señales
"poco claras", Salinas tuvo que reunir a la cúpula del PRI para
dar un espaldarazo al sonorense: "¡que no se haga bolas nadie! El
PRI tiene al candidato que lo llevará a la victoria democrática
y es Luis Donaldo Colosio".
Los colosistas, sin embargo, no perdonaron a Salinas que
hubiera puesto en el centro de los reflectores a Camacho, quien además
ganaba otra batalla en la guerra intestina que se libraba en el grupo gobernante:
que el mandatario "disciplinara" a personajes del primer nivel -entre ellos
José Córdoba Montoya, jefe de la Oficina de la Presidencia;
el secretario de Comunicaciones, Emilio Gamboa, y los gobernadores Otto
Granados, Patricio Chirinos y Manlio Fabio Beltrones-, para que dejaran
de "hostilizarlo".
Reunidos el 11 de marzo de 1994 en la casa presidencial,
Camacho exigió a Salinas que aquéllos manifestaran, pública
y explícitamente, el apoyo a su tarea en Chiapas. Lo consiguió,
y eso fue visto como otro triunfo del ex regente.
En sus declaraciones ministeriales asentaría Ernesto
Zedillo, coordinador de la campaña colosista y a la postre candidato
sustituto: Camacho tenía la habilidad de "atemorizar" al presidente
Salinas "con la real o supuesta gravedad de un problema".
Agregaría en sus apreciaciones sobre el nombramiento
honorífico de Camacho: "estimo que ni para el licenciado Colosio
ni para ninguno de sus colaboradores cercanos, incluyéndome a mí,
por supuesto, fue grato dicho nombramiento ni mucho menos los términos
en que se hizo. Pensamos que había sido una decisión muy
desafortunada del licenciado Salinas, que sería aprovechada por
el licenciado Camacho en función de sus ambiciones políticas
muy personales. Convenimos en más de una ocasión, el licenciado
Colosio y un servidor, que una vez más había tenido éxito
la táctica del licenciado Camacho de atemorizar al presidente".
El 11 de marzo, una vez que externó a Salinas sus
advertencias, Camacho convocó a una conferencia de prensa y atizó:
"¡no acepto que algunos me quieran convertir en el factor que explique
la ineficiencia de otros! Camacho -el comisionado hablaba de sí
en tercera persona- ha demostrado fidelidad a su tarea y no será
problema para que las candidaturas cumplan con su misión de consolidar
la democracia [...], lo que no estoy dispuesto a hacer es dejar de ejercer
mi derecho de ciudadano [...]. Yo no puedo cancelar mi vida en la política
ni en lo que en la política represento".
El fuego se avivó y las especulaciones alcanzaron
tintes inesperados. En el cuartel de Colosio se contagiaba la desazón.
El cónclave Salinas-Camacho poco ayudó a apaciguar los ánimos.
Por el contrario, abonó el terreno de las especulaciones.
La "tolerancia" del presidente Salinas frente a los desplantes
de Camacho -en la percepción de los colosistas- dejaba mucho que
desear. Algunos creían que se construía una candidatura alterna
y se fabricaba artificialmente la imagen de que la campaña "no prendía".
En cualquier momento, temían, Colosio sería relevado.
16 de marzo. Las buenas formas del entonces delegado en
Azcapotzalco, Luis Martínez Fernández del Campo, lograron
lo inesperado: un encuentro entre Colosio y Camacho. El departamento del
funcionario capitalino fue la sede de una conversación privada que
se prolongó más de dos horas, de las 21:30 hasta casi la
medianoche.
Martínez -quien prudentemente dejó que el
candidato y el comisionado hablaran a solas- declaró al Ministerio
Público que al salir de su departamento Colosio le agradeció
"efusivamente la cena". Ante las mismas autoridades Camacho asentó
que ése había sido "un encuentro fructífero"; que
contó "a Donaldo mi impresión de la guerra sucia que había
armado José Córdoba", y que acordaron una alianza "para hacer
posible la transición a la democracia".
Como sea, Camacho y Colosio cumplieron el compromiso que
-a decir de Martínez y el ex regente-, ahí contrajeron: el
22 de marzo el comisionado para la paz hizo pública la renuncia
a lanzar su candidatura presidencial; el candidato, de gira por Sinaloa,
reconoció la labor del comisionado en Chiapas.
Un día después Colosio cayó asesinado
en Lomas Taurinas.
El ex presidente Salinas afirma que él no estuvo
enterado de ese acuerdo o pacto. Es más, en declaraciones a la fiscalía
aseveró que de aquel encuentro Colosio únicamente le comentó:
"ya ve cómo es Manuel; me dediqué a escuchar..."
Zedillo, el coordinador de campaña, recordó
la queja del candidato: "¡Manuel no tiene remedio!"
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