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México D.F. Domingo 21 de marzo de 2004
FUERA INVASORES DE IRAK
Centenares
de miles de personas en los cinco continentes marcharon ayer con meridiana
claridad en contra de la guerra y la ocupación estadunidense de
Irak y en favor de la paz, la democracia y la libertad de todos los pueblos
del mundo. En cada una de esas manifestaciones cívicas fueron patentes
el repudio a la política militarista del gobierno de George W. Bush,
la firme exigencia de retirar a los invasores extranjeros de suelo iraquí
y la convicción de que el planeta se encuentra en una situación
de peligro e inseguridad, justamente a causa del totalitarismo y el intervencionismo
de Washington y sus aliados.
Las multitudinarias expresiones sociales acontecidas ayer
-continuación de las inmensas marchas organizadas a todo lo ancho
del orbe, hace poco más de un año, antes del inicio de la
agresión contra Irak- son muestra de la moralidad, el sentido común
y la convicción por la paz que afloran prácticamente en toda
nación del mundo y constituyen algunos de los pilares de legitimidad
y solidaridad con los que actualmente cuenta el género humano.
Luego que desde Washington, Londres y Madrid se urdió
a finales de 2002 y principios de 2003 una cadena de mentiras y distorsiones
para intentar justificar el derrocamiento de Saddam Hussein y el arrasamiento,
la ocupación y el saqueo de Irak, los ciudadanos del orbe han cobrado
conciencia del engaño al que fueron sujetos y han expresado su determinación
de resistirse a cualquier nuevo intento de distorsión y manipulación.
Lo acontecido en las recientes elecciones españolas podría,
así, proyectarse y amplificarse en fechas próximas en Estados
Unidos y Gran Bretaña, cuyos gobiernos no han dejado de mentir y
torcer la realidad para dar cobertura a sus determinaciones imperialistas
en Medio Oriente.
De igual forma, los ciudadanos del mundo han diagnosticado
acertadamente que la muerte, la opresión y la humillación
a las que el pueblo iraquí se encuentra sometido, a manos de los
ejércitos angloestadunidenses, son prácticas de barbarie
y depredación inmorales e injustas que operan como catalizadores
del odio y la actividad de los grupos terroristas islámicos, y constituyen
graves amenazas para la paz y la convivencia a escala internacional. El
fin de la ocupación de Irak, el retiro inmediato de los ejércitos
invasores y de sus tropas de apoyo, y la restitución a los iraquíes
de las riendas de su país en el marco de la democracia y la libertad
son, así lo señalaron ayer miles y miles de voces por todo
el planeta, imperativos éticos, políticos y humanitarios
que deben anteponerse de una buena vez a las ambiciones geoestratégicas,
económicas y megalomaniacas de Bush y sus aliados. Mientras persistan
el militarismo de Washington y la ocupación de Irak, y siga vigente
el flagrante robo del patrimonio iraquí que algunas corporaciones
estadunidenses realizan con desparpajo, la humanidad seguirá amenazada
por el terrorismo, la guerra, la inestabilidad financiera y el desasosiego
social.
Para Occidente, sacar las manos de Medio Oriente y permitir
que los pueblos de esa atormentada región del mundo puedan asumir
libremente su destino y beneficiarse de su riqueza natural, es la mejor
garantía para la seguridad, la tranquilidad y la paz a escala internacional.
En cambio, la indignación y la ira generadas y agudizadas por la
brutal ocupación y la devastación de Irak y Palestina son
el origen de los peores extremismos y de las crueles ansias de venganza
de los radicales islámicos.
Así las cosas, las marchas masivas de ayer deben
ser atendidas y su mensaje escuchado por los gobiernos del mundo, sobre
todo por los que todavía rigen en la Casa Blanca y en Downing Street:
fuera invasores de Irak, no a toda forma de guerra y de conquista, y sí
a la construcción de un mundo basado en la convivencia pacífica,
en los mejores valores de la civilización, en la democracia y en
la libre determinación de los pueblos.
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