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México D.F. Domingo 21 de marzo de 2004

Guillermo Almeyra

Si...

Las declaraciones hechas por el ex presidente Miguel de la Madrid implican que un fraude gigantesco robó al electorado su poder de decisión; que tanto el priísta, al cual "se le cayó el sistema", como el panista, que quemó las urnas, fueron cómplices conscientes de este pisoteo de la voluntad popular y de las leyes; que los más de 500 cuadros perredistas muertos por la represión salinista fueron asesinados por un gobierno ilegítimo y tiránico; que este tipo de actos están viciados de nulidad por su origen ilegal; que medio establishment está implicado en la comisión de delitos por los que debe responder; que Carlos Salinas debería estar preso y en amplia y numerosísima compañía priísta y panista; que -como dice The New York Times- el gobierno de Estados Unidos avaló el fraude que lo beneficiaba, etcétera. La autorganización de los chavos cuando el terremoto en 1985 en el DF, frente a la pasividad, incompetencia y corrupción del gobierno de De la Madrid y el golpe de Estado "blanco" de 1988 son dos de las más poderosas fuerzas que condujeron al levantamiento zapatista de 1994. Una política hambreadora y entreguista completaba el agravio de 1988 y ratificaba, como en 1985, que no había otra salida que la autorganización y que nada se podía esperar de los descendientes de los asesinos de Emiliano Zapata y Rubén Jaramillo, aliados a los catrines, mochos, ex sinarquistas y terratenientes del partido de la derecha histórica. En los orígenes del neozapatismo, por consiguiente, está la movilización neocardenista de 1988, la sangre neocardenista de cientos de campesinos y trabajadores, la afrenta política sufrida por el pueblo mexicano, y no sólo la firma del TLCAN o la caída del precio del café.

Haciendo política, el EZLN ha buscado siempre aliados, desde las discusiones en la catedral de San Cristóbal y en San Andrés hasta sus intentos reiterados de formar frentes nacionales (incluso ofreciendo su dirección a Cuauhtémoc Cárdenas) y hasta su intervención en el Congreso Nacional, tras su gran marcha por el sureste del país. Y no ha abandonado el camino de la política, sino que la hace cotidianamente con sus juntas de buen gobierno, las cuales deben conciliar grupos, etnias, culturas, intereses, para combatir en la cabeza de los zapatistas el poder de las clases dominantes y para establecer y consolidar bases de un nuevo poder en los territorios que desean ser autónomos. El neoliberalismo busca eliminar lo político y vaciar de toda eficacia la política institucional pero, al mismo tiempo, deja al territorio, esa construcción social permanente del espacio geográfico, como sede de la política que, por fuerza, no es institucional. Mientras las bandas que forman las direcciones de los partidos dependen del Estado, se integran en él, cobran sus sueldos del mismo, la política se hace al margen de ellos y por los problemas reales y, el poder alternativo se construye en las relaciones sociales y en el territorio,

La guerra inmunda de los videos, la corrupción de los aparatos políticos, el robo impune y descarado de la voluntad y del dinero de los mexicanos muestra una profunda descomposición del Estado. Este, sin embargo, no es sólo el gobierno: es también la pasividad del cuerpo social que le da un consenso negativo al establishment, es la homogeneización ideológica y cultural entre la llamada oposición y el llamado oficialismo, es la resignación pasiva que lleva a considerar que la emigración o la abstención electoral son "soluciones" para un país que exige a gritos un cambio radical y trata de construir los fundamentos del mismo con la lucha de los indígenas y por las autonomías. No se acabó la política: se impone por el contrario la necesidad de hacer política, radical y desde abajo.

Ahora bien, hay dos fuerzas que podrían, en distintos sectores, convocar un gran movimiento nacional de reconstrucción en medio del cochinero caótico que se agravará en los años que faltan para el 2006. Uno es una fuerza peculiar, el ingeniero Cárdenas, cuya influencia está mellada por su pasividad en 1988, por su visión institucional en el Gobierno del DF, por su insuficiente separación en el Partido de la Revolución Democrática, de la gente con muchos apetitos y ninguna voluntad de transformación nacional. Cárdenas no es el PRD, aunque cargue en parte con el desprestigio del mismo. Si convocase algo más que formalmente un amplio movimiento por el cambio y por la recuperación de la dignidad nacional recuperaría fuerzas que su partido ha perdido o dejado de lado y también prestigio. Otra fuerza es el neozapatismo, hoy muy poco presente en el plano nacional y sin ideas-fuerza, encerrado por algunos de sus portavoces en un falso y desdichado apoliticismo, precisamente cuando tiene la fuerza política y moral necesaria para convocar desde abajo un movimiento que, abandonando los sectarismos, una el neocardenismo auténtico, la rebelión campesina y obrera, el antimperialismo, la voluntad del sector estudiantil que quiere acabar con los establos de Augias de las política institucional. Política es acercamiento al que es diferente y es fijar objetivos comunes entre fuerzas que no son iguales. Hay oportunidad para esa política. No aprovecharla es abrir paso a un desastre social y nacional.

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