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México D.F. Domingo 21 de marzo de 2004
José Antonio Rojas Nieto / VIII y última
El precio del gas natural, a debate
La reflexión sobre nuestro futuro energético exige información, diagnósticos y análisis muy cuidadosos en diversos órdenes:1) disponibilidad de recursos; 2) tendencias del consumo, 3) conductas sociales, 4) determinación, estructura y evolución de precios, 4) estrategias técnicas y políticas, 5) responsabilidades empresariales y políticas, entre otras. Si no abordamos con cuidado todas estas dimensiones del asunto energético, corremos el riesgo de formular diagnósticos equivocados y, en consecuencia, decisiones no sólo erró-neas, sino regresivas y absurdas. Ejemplos de ello tenemos varios.
En cuanto a diagnósticos tenemos un ejemplo muy evidente y muy próximo: el que presentó el pasado 18 de marzo Raúl Muñoz Leos, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), pieza privilegiada para advertir no sólo lo insuficiente del diagnóstico, sino también la pobreza de miras, la ausencia de la generosidad que demanda y el cinismo de una argumentación que termina en la abyección de sus estrategias. Ya lo comentaremos pronto.
Pero hay más ejemplos:1) a finales de los años 70 y principios de los 80, con más de 10 años de esfuerzos frustrantes en la primera y, hasta ese momento, fallida experiencia -la de Laguna Verde-, y con un mundo ya de regreso en este campo, se planteó la construcción de al menos otras 10 centrales nucleares; 2) desde 1965 no se ha construido otra refinería y, pese a la expansión en la producción de crudo, día tras día nos vemos obligados a importar más petrolíferos, gasolinas y gas licuado de petróleo primordialmente (111 mil y 121 mil barriles diarios, respectivamente, en enero); 3) desde mediados de los años 90 se abandonó la estrategia de diversificación de fuentes de generación de electricidad y se decidió que la expansión del sector eléctrico se basaría en gas natural, lo que implicaba que en 2005 estaríamos consumiendo cerca de 10 mil millones de pies cúbicos diarios de un gas que no sólo no teníamos y no tenemos y que, por tanto, importamos a precios crecientes.
Es cierto que uno puede equivocarse en algunas decisiones. Pero los errores que resultan de la falta de cuidado en la caracterización y en el análisis de un problema son aún más costosos. Más todavía los que provienen de decisiones facciosas, orientadas a privilegiar empresas, grupos y, finalmente, personas. De esos hay centenares de ejemplos. Es cierto que es muy difícil evitar las equivocaciones. También es cierto que los errores cuestan. Pero los yerros que resultan de la improvisación cuestan más. No existe la opción entre errar o no erra, pero sí existe la opción entre pagar más o pagar menos por nuestros errores. Una visión estratégica que se proponga cuidar a la nación y darle seguridad energética debiera conducirnos a diseñar e instrumentar una estrategia en la que nuestros errores nos costaran menos. Y no solamente me refiero al costo económico, sino también al costo social y político. De eso no hay duda.
ƑQué hacer entonces y, a manera de ejemplo, en el caso del gas natural? Me atreví a presentar en las pasadas ocho semanas que concluyen hoy -por cierto unas de las semanas más difíciles de toda nuestra vida social y política reciente-, algunos de los aspectos que -sugiero- obligadamente debiéramos considerar en el diseño de una estrategia nacional de gas natural, estrategia que aún no tenemos, como no la tenemos en petróleo, ni siquiera en electricidad, menos aún en petroquímica, más allá de algunos esfuerzos aislados y, sin duda, mucho más allá del ánimo privatizador que, todavía con argumentos falaces y superficiales, sobresale en el ánimo obsesivo de los personeros gubernamentales de hoy, como lo demuestra, para dar otro ejemplo más, el discurso complaciente de anteayer, frente los banqueros, del secretario de Hacienda y Crédito Público, tan corto de miras y, sin duda, ayuno de un refinado, cuidadoso y honesto diagnóstico de lo que sucede en las industrias petrolera, gasera y eléctrica en el mundo. (ƑOlvidó Enron? ƑNo sabe de lo de Shell y Nigeria?)
En el caso del gas natural -pero también del petróleo, la electricidad y la petroquímica- nada, absolutamente nada, será equivalente al incremento de nuestras reservas y de nuestra capacidad interna de producción. Nada sustituirá al fortalecimiento de nuestras habilidades y capacidades tecnológicas y productivas. Ni al manejo responsable de nuestra demanda.
Por eso hoy urge una estrategia de largo aliento que nos permita, en el menor tiempo posible y sin pérdida de nuestros derechos de propiedad y de control de nuestra empresa estatal sobre la producción de los hidrocarburos, disponer de gas natural en cantidad y precio adecuados. Esto supone concentrar esfuerzos en la ampliación de reservas y producción. Pero que nunca se nos olvide algo crucial: en México sólo el Estado puede llevar a cabo la exploración y explotación de hidrocarburos por conducto de Pemex. El artículo 27 de la Constitución es absolutamente claro y sin equívocos al respecto. Por eso la inconstitucionalidad de los contratos de servicios múltiples.
El derecho de propiedad sobre nuestros hidrocarburos y la obligación estatal de su exploración y explotación no son circunstancias fortuitas que por azares del destino están en nuestro texto constitucional. Los artículos 27 y 28 de la Constitución son expresión de una decisión expresa y de una determinación nacional que constituyen y representan pilares y, por tanto, prioridades de la nación. Y a ese pilar y a esa prioridad hay que sumarnos muy, pero muy en serio. [email protected]
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