México D.F. Jueves 25 de marzo de 2004
Recuerdan el golpe militar entre fuerte descontento
en las fuerzas armadas
Kirchner pide perdón por "la vergüenza
de 20 años de silencio" en Argentina
"Los que hicieron este hecho tienen un solo nombre:
son asesinos", calificó el presidente
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 24 de marzo. "Como presidente de
la nación vengo a pedir perdón del Estado nacional por la
vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas
atrocidades". Dicho por el jefe de Estado argentino Néstor Kirchner
en los predios de la que desde hoy será la ex Escuela de Mecánica
de la Armada (Esma), el mayor centro clandestino de detención de
la dictadura militar, fue un hecho insólito y causó gran
impacto en la multitud que acompañaba el acto de reconversión
del lugar en un Museo por la Memoria, en el 28 aniversario del golpe militar
de 1976.
En
la mañana el mandatario también tuvo un gesto sin precedente
que fue mucho más allá de un simple simbolismo. Concurrió
a una sede militar en Palomar para descolgar de la galería de jefes
del ejército los retratos de los ex generales Jorge Rafael Videla
y Reynaldo Bignone.
Mientras los rumores de un fuerte malestar en las fuerzas
armadas rondaban el acto, el mandatario dijo a los militares que "nunca
más tiene que volver a subvertirse el orden institucional en Argentina",
y que "el terrorismo de Estado es una de las formas más injustificables
y sangrientas que puede tocar vivir a una sociedad".
Añadió con vehemencia que "no hay nada,
por más grave que sea, que habilite al terrorismo de Estado y menos,
que en eso sean utilizadas nuestras fuerzas armadas, que deben ser el brazo
armado del pueblo argentino, deben ser solidarias", y convivir "con todos
los argentinos en pluralidad y consenso".
Allí el presidente debió sentir el hielo
de los rostros que luego se transformó en gestos de rebeldía
cuando varios oficiales pidieron el pase a retiro para dejar sentada su
oposición a estas nuevas actitudes oficiales. Incluso anoche el
ministro de Defensa, José Pampuro, había mantenido reuniones
a puertas cerradas con el jefe del ejército, Roberto Bendini, y
la cúpula de esa institución, después que ya dos altos
militares solicitaran su pase a retiro en oposición al acto programado
por Kirchner.
En la mañana también una voz anónima
advirtió sobre una bomba en la Esma, pero el acto se desarrolló
sin incidentes. Estaban allí junto a las Madres de Plaza de Mayo,
las Abuelas, los hijos de los desaparecidos, los sobrevivientes, algunos
de los jóvenes que nacieron allí y fueron arrancados de los
brazos de sus madres y que han recuperado su identidad, en un escenario
más que conmovedor.
Muchos periodistas intentábamos inútilmente
resistir a la emoción, que en este caso, no quitaba profesionalidad,
sino que la hacía viva. El acto había comenzado alrededor
del mediodía, encabezado por las madres y en las rejas que bordean
a la Esma estaban colocadas miles y miles de fotos de los 30 mil desaparecidos
de la dictadura (1976-1983).
"Hablemos claro, no es rencor ni odio lo que nos guía:
es justicia y lucha contra la impunidad. Los que hicieron este hecho tenebroso
y macabro tienen un sólo nombre: son asesinos repudiados por el
pueblo entero", afirmó Kirchner, en el palco levantado en la sede
de la Esma.
"Cuando veía las manos, cuando cantaban el himno,
veía los brazos de mis compañeros, de la generación
que creyó y que sigue creyendo que este país se puede cambiar",
dijo el mandatario, que en algún momento se enjugó las lágrimas.
También señaló que "muchos especulan, están
agazapados y esperan que todos fracasen para que vuelva la oscuridad a
Argentina. Está en ustedes que nunca más el oscurantismo
vuelva a reinar en la patria".
El
presidente caracterizó a los responsables de la dictadura como "asesinos"
destacando el horror de la existencia de "tantos campos de concentración
como la Esma". También advirtió que "esto no puede ser un
estire y afloje entre quien peleó más o menos", y fustigó
duramente a los que "quieren volver a la superficie después de haber
estado agachados durante años sin reivindicar lo que tenían
que reivindicar".
Aunque ahora "haya que soportar apretujones, no nos van
a quebrar", afirmó el mandatario. Antes, junto con el jefe de gobierno
de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, firmó el acuerdo
para reconvertir la Esma en el Museo de la Memoria. El acto comenzó
con otros símbolos: el himno nacional en una grabación cantada
por el rockero Charly García, y la lectura de un poema desgarrador
escrito en cautiverio por la militante Ana María Ponce, desaparecida
en la Esma, leído por la actriz Soledad Silveyra, quien fue compañera
de militancia de Kirchner en La Plata.
También habló una joven, María Isabel
Priggione Grecco, que nació en el lugar, y fue robada a sus padres
desaparecidos, y pidió que los asesinos vayan a cárceles
comunes, entre otras demandas que también recayeron sobre varios
políticos.
Pero otro momento de conmoción se produjo durante
la intervención del último de los hijos de desaparecidos
recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo: Juan Cavandié, también
nacido en la Esma. "Encontré la verdad hace dos meses cuando el
análisis de ADN confirmó que soy el hijo de Alicia y Damián,
el nieto numero 77 que recuperan las Abuelas. Ahora sé que soy el
hijo de Alicia y Damián, y tengo la sangre de ellos (...) Yo nací
aquí, pero el plan siniestro de la dictadura no pudo borrar los
registros en mi memoria. Antes de saber mi historia le decía a mis
amigos que yo me quería llamar Juan, -que era precisamente el nombre
que su madre le puso al nacer en cautiverio- en 15 días mi madre
me amamantó antes de ser desaparecida y me trasmitió todo".
La emoción era muy intensa en la multitud que había
caminado junto al presidente y las Madres alrededor de la Esma. Luego,
en forma natural, en la desconcentración la gente anduvo por el
predio, casi con incredulidad, y se veían escenas impactantes, como
los niños, nietos de desaparecidos jugando en el lugar, jóvenes
y mujeres subidas a las garitas, sacando la mano con la V de la victoria
o agitando pañuelos, o familias sentadas en los largos bulevares
poniendo retratos y flores en los caminos.
Durante horas todo sucedió en paz y el público
había vitoreado a Joan Manuel Serrat, que interpretó Para
la libertad, así como León Gieco y Víctor Heredia,
que emocionaron con Todavía cantamos y Sólo le
pido a Dios. Ya cuando los manifestantes se alejaban del lugar un grupo
muy pequeño, arrancó placas, especialmente con los nombres
de las avenidas, y escribió nombres de desaparecidos y también
insultos a los asesinos, ingresó a uno de los edificios y destruyó
algunos muebles.
En realidad no era nada relevante como algunos medios
intentaron presentar, en una especie de guerra que había comenzado
en la mañana con el rumor de presiones golpistas y se dijo -sin
confirmar- que algunos militares habían retirado los auténticos
cuadros de Videla y Bignone antes de la llegada del mandatario, y habían
colocado imitaciones.
También para el presidente tuvo un alto costo político
el hecho de que los gobernadores de algunas provincias, objetados especialmente
por Hebe de Bonafini, de la Asociación Madres de Plaza de Mayo,
y algunos otros, decidieran no estar en el acto.
Cargados aún de aquella emoción vivida muchos
siguieron hacia el otro acto relevante: la marcha de Encuentro Memoria,
Verdad y Justicia, que agrupa a 190 organizaciones -entre ellas de derechos
humanos, partidos de izquierda, sindicatos, asambleas barriales y agrupaciones
estudiantiles y de desocupados- en repudio del golpe.
Nuevamente una multitud estuvo allí, donde se leyó
un documento consensuado por todos exigiendo cárcel para los genocidas
de ayer y de hoy; restitución de la identidad a los 500 jóvenes
apropiados; nulidad de los indultos a los genocidas; amnistía o
desprocesamiento a los luchadores populares; no al pago de la deuda, al
acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y al Area de Libre Comercio
para las Américas (ALCA).
Pero la recuperación de la Esma se había
convertido en el hecho histórico del día. "Miro esto y me
digo: Yo estuve ahí, ahí encapuchado, ahí engrillado,
ahí escuchando los gritos de los compañeros, gritando yo
mismo. Ahí estuve. Y ahora sólo puedo vivir si logramos la
justicia alguna vez. Los jueces tendrán que hacer justicia al fin,
ya no queda otro camino. Esto no es el fin de la impunidad pero es un comienzo
distinto. En este lugar donde tantos murieron bajo tormentos increíbles,
donde las madres parieron entre torturadores, en este lugar yo pido que
hagamos un momumento a la vida en unidad, todos juntos, sólo así
los que no están vivirán de nuevo y los que sobrevivimos
podremos tener algo de paz".
Mirando las paredes de aquel lugar donde estuvo recluido
tantos años, el sobreviviente Mario Villamil intentaba decirnos
así algo de lo que reflejaban sus ojos tristes y húmedos.
Para todos ellos esto era mucho más que simbolismo, era comenzar
"a tocar la esperanza de la justicia".
|