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México D.F. Sábado 27 de marzo de 2004

Gustavo Iruegas

Pérfida y disoluta

Una docena de súbditos de la reina Isabel llegaron al aeropuerto Benito Juárez y declararon ser turistas interesados en los deportes de alto riesgo. Nada dijeron de su condición de militares ni de su interés científico ni de sus propósitos de explorar Alpazat, enorme caverna en el municipio de Cuetzalan, Puebla, de cuya existencia no teníamos noticia la mayoría de los mexicanos. Como en el ajedrez, dudan los expertos de si la espeleología es un deporte o una ciencia. En todo caso es una actividad de alto riesgo, como lo probó la repentina inundación que dejó a la mitad de los expedicionarios atrapados en un recodo seco del interior, mientras la otra mitad alcanzaba la salida.

No está claro si la natural preocupación por la suerte de sus colegas atrapados los hizo pedir auxilio a las autoridades de Cuetzalan o fue la curiosidad de los lugareños lo que los llevó a averiguar lo sucedido. El hecho es que a las pocas horas los medios de comunicación difundían la noticia del peligro en que se encontraban unos militares británicos mientras exploraban secretamente esas cuevas (¿en busca de uranio?, sugirió alguien), los que se negaban a ser auxiliados por rescatistas mexicanos, pero pedían la asistencia de su gobierno y guardaban hermético silencio acerca de los propósitos de su expedición. Las versiones que circularon, atribuidas a los tres niveles de gobierno en sus diversas instancias, a expertos en espeleología, en mineralogía, en energía nuclear, en turismo, en rescate y socorro; las declaraciones de autoridades británicas militares, diplomáticas, científicas y deportivas, fueron tan variadas y divergentes que la sospecha creció descontrolada y, alentada por la confusión que campeaba en ambas partes, se expandió como el fuego en la pradera.

Pronto hubo reacciones de los gobiernos: por México, el Presidente de la República dio, públicamente y desde el extranjero, órdenes al canciller de enviar una nota de protesta y exigir una explicación al gobierno británico. La nota1, no muy cuidada en la forma2, se envió ipso facto. Lamentablemente la reclamación se hizo antes de que el gobierno de México tuviera oportunidad de hacerla a partir de los hechos, determinados según su propia investigación, y no de rumores. Ello lo obligó a referirse "a la presencia de un grupo de nacionales del Reino Unido presuntamente miembros del ejército, la marina y la fuerza aérea de dicho país (sic) que fueron localizados en México realizando un trabajo de investigación científica [...]". En seguida manifiesta "su profunda preocupación por el desacato a las leyes mexicanas" y luego solicita, considerando "la extrema reserva con que han procedido los excursionistas", una explicación detallada sobre el tipo de actividades y los objetivos de su investigación. Solamente para anticiparse a la respuesta esperada y, en el siguiente párrafo, decir que, "[...] de conformidad con el excelente nivel de cooperación que prevalece entre ambos países para la realización de investigaciones científicas, no existe razón alguna para que este tipo de actividades se realice sin que medie la información correspondiente y las gestiones de ley entre ambos países".

Por el lado británico la confusión no era menor. La embajada emitió su boletín de prensa 10/004 en el que, en los tres primeros renglones, dijo que: "No es una emergencia; agradecemos todo el apoyo ofrecido por las autoridades tanto locales como federales; esta es una misión meramente científica." Llamo la atención del lector a la palabra "misión". Por su parte el Ministerio de Defensa reconoció que se trata de una expedición oficial de entrenamiento extremadamente planificada y preparada, "el tipo de cosas que permiten ganar una guerra".

De estos simples elementos, que no toman en cuenta lo que podría surgir de la investigación de las autoridades al revisar los equipos y documentos y ponderar las declaraciones de los intrusos, surgen las precisiones en las que se encuentra el meollo del ultraje:

* Los expedicionarios británicos entraron a México mintiendo sobre el propósito de su viaje y abusando de la bondad de nuestra legislación migratoria hacia los de su nacionalidad.

* Se trata de una misión, y se trata de militares. No son pues boy scouts en día de campo; es una misión militar clandestina3.

* Las armas nucleares, las armas biológicas y las armas químicas las hacen científicos, por lo que no es posible dar a la expresión "investigación científica" el carácter de anodina.

* El gobierno británico está en guerra con el pueblo de Irak y no ha tenido escrúpulos en mentirle a su propio pueblo para justificar esa agresión a todas luces ilegal e innecesaria. Por lo tanto, presumir dolo y falsedad en las afirmaciones de ese gobierno no es una exageración y esperar información fidedigna en la respuesta a nuestra nota diplomática es una ingenuidad.

Con esta información, disponible desde el origen del incidente, México tendría que haber comunicado (y de ninguna manera preguntado) al gobierno británico que el ingreso clandestino de militares a nuestro territorio sea con fines de investigación o de adiestramiento militar, además de una violación a nuestras leyes y un abuso de la confianza, constituye un acto inamistoso.

Más allá de la necesidad de lavar la ofensa o de castigar a los felones, debemos disuadir a los gobiernos guerreristas de usar nuestro suelo para sus aviesos fines e impedir que se nos considere sus cómplices y, así, preservar el activo más preciado de nuestra política exterior, el no tener enemigos y la envidiable condición de país amante de la paz.


1 Versión publicada en La Jornada el 25-03-04, p 3.

2 Nótese que la SRE ha inventado la "nota verbal" de ministerio a ministerio.

3 Una declaración de un científico mexicano, fugazmente consignada en la televisión, considera que se trata de una misión de adiestramiento para buscar a Osama Bin Laden en las cavernas de Afganistán, semejantes a las mexicanas.

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