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México D.F. Sábado 27 de marzo de 2004
LA MEGALOPOLIS DEL VALLE DE MEXICO
En
los últimos 25 años, los municipios del estado de México
conurbados al Distrito Federal han registrado un dramático crecimiento
poblacional. En 1980, la entidad mexiquense contaba con cerca de 7.5 millones
de habitantes, cifra que se ha prácticamente duplicado en la actualidad.
Y de los más de 14 millones de personas que habitan en el estado
de México, 70 por ciento se ubica en los municipios conurbados a
la capital del país.
Este vertiginoso incremento demográfico y urbano
ha tenido diversas causas, pero entre las principales figuran un trasvase
poblacional del DF a los municipios mexiquenses limítrofes, la migración
por razones económicas desde otras entidades y la especulación
y el frenesí inmobiliarios tolerados o inducidos por diversas autoridades
municipales a lo largo de los años.
Así, la ampliación de la mancha urbana en
el valle de México ha creado una extensa megalópolis que
enfrenta enormes retos en materia de agua potable, drenaje, electricidad,
vialidad y transporte, abasto de alimentos, seguridad pública, vivienda,
salud, educación, empleo y deterioro del medio ambiente, entre otros
asuntos. Esta situación se ve agudizada por el hecho de que la mayor
parte de los habitantes de los municipios conurbados trabaja en el DF -de
donde, en buena medida, se mudó en busca de espacios habitacionales
más baratos y apartados de las zonas de mayor riesgo sísmico-,
situación que genera terribles problemas para el desplazamiento
diario de personas y vehículos y una pérdida ingente de horas-hombre.
En este contexto, si bien el crecimiento urbano y poblacional
de la capital del país se ha frenado en los años recientes,
el conjunto formado por el DF y los municipios aledaños no ha hecho
sino crecer, extendiendo geográficamente a la urbe, con el consiguiente
incremento de la magnitud y la complejidad de sus problemas y rezagos.
Aunque dividida en dos entidades federativas (con las 16 delegaciones del
DF y al menos 34 municipios mexiquenses), la megalópolis del valle
de México enfrenta dinámicas y problemáticas que deben
atenderse de modo integral, lo que frecuentemente no resulta posible ya
sea por razones políticas (los gobiernos delegacionales, municipales
y aun de ambas entidades frecuentemente son de signos partidarios distintos)
o económicas (insuficiencia de recursos y falta de un presupuesto
global para la atención de los asuntos de interés común).
Además, las prácticas poco transparentes, de dudosa moralidad
y posiblemente delictivas realizadas por algunos gobiernos municipales
en la autorización de licencias para la construcción de centros
residenciales, como son el aprovechamiento personal o sectario de cuotas
o derechos de construcción, inhiben cualquier esfuerzo de planeación
urbana y demográfica de largo aliento y estricta racionalidad.
Con todo, es ya indispensable detener el crecimiento descontrolado
de la mancha urbana en el estado de México e imponer controles estrictos
a todo nuevo desarrollo inmobiliario. De continuar la actual tendencia,
el valle de México podría llegar a una situación crítica
en poco tiempo, al resultar imposible satisfacer las necesidades elementales
de su población y al llevar el entorno ecológico a una situación
de deterioro irreversible. Para ello son necesarias políticas activas
de desarrollo económico y social tanto en el DF y el estado de México
como en otras entidades del país, a fin de reducir la migración
dentro y hacia la urbe. El terrible rezago en el sector agrario, por ejemplo,
es un factor relevante en el crecimiento poblacional de la megalópolis
del valle de México, que debe ser atendido de una buena vez por
las autoridades federales y estatales. De igual manera, debe tener lugar
una coordinación eficiente y activa entre los gobiernos capitalino
y mexiquense (con el apoyo de reformas legales que lo hagan posible), pues
la atención de los problemas presentes y la viabilidad futura de
la megalópolis requiere un compromiso decidido que se aparte de
diferencias partidistas o jurisdiccionales y opere de manera conjunta e
integral. De no darse tal consenso y trabajo compartido, el futuro de esta
gran urbe podría ser sombrío, con todos los riesgos humanos,
sociales, económicos y políticos inherentes.
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