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México D.F. Sábado 27 de marzo de 2004

Ilán Semo

La vía inédita

Las críticas de Carlos Slim al "modelo económico" practicado por la administración actual retoman el debate, que va y viene en la opinión pública mexicana, sin nunca detenerse en su centro, sobre los saldos y las perspectivas de una visión de la economía, cuyos orígenes se remontan a los años 80 del siglo pasado y que se implanta definitivamente durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Los resultados de la aplicación foxista de esta visión han sido a tal grado regresivos que los focos de alarma han acabado por encenderse entre quienes fueron -y siguen siendo- sus principales beneficiarios. Precisamente aquellos que hoy constituyen los poderes centrales de la economía nacional.

En rigor, las tasas de crecimiento y empleo se hallan detenidas desde el año 2000, y lo que se teme es que el único logro de la gestión actual, el mantenimiento de la estabilidad, se acerque a un umbral en el que puede peligrar seriamente. Cabe señalar que las modificaciones realizadas por el foxismo a la versión original no son menospreciables. La más visible ha sido la disciplina deficitaria, es decir, la renuncia a esa irrefrenable tentación que caracterizó a los últimos regímenes priístas de endeudar onerosamente al Estado.

Aunada a la crisis de credibilidad que afecta la accidentada democratización del orden político, una catástrofe económica sería de consecuencias impredecibles. Se está haciendo tarde, y hay que tomar medidas rápidas, urgentes y, probablemente, drásticas. De lo contrario, lo poco que resta del impulso político provocado por el viraje del 2000 podría quedar anegado en una de esas tormentas que solían aparecer una o dos veces por sexenio desde los años 70.

El problema es: Ƒcuáles medidas?

A lo largo de 2003, Carlos Salinas sostuvo, de manera más que audible, que el "modelo" no funcionaba porque se había aplicado a medias. Las reformas estructurales habrían de completarlo. En los años 90 los excesos de Salinas llegaron a parecer deslumbrantes, hoy son grotescos. En días recientes, Carlos Slim ha esbozado una propuesta que apunta en una dirección distinta, por no decir contraria: fortalecer la intervención del Estado y disciplinar la gestión de sus empresas. ƑEl costo?: relajar el rigor deficitario y apretar el cinturón del gasto social (pensiones y gasto corriente). Es una iniciativa audaz, incluso valiente, aunque tocada por un dejo de nostalgia de la economía de los años 70. ƑVolver a dar mano libre a la burocracia estatal para acrecentar el endeudamiento? ƑEn tiempos prelectorales? Los riesgos son altísimos.

La pregunta que se hace desde el inicio de la recesión mundial hace ya casi cuatro años no es tanto si el giro liberal admite o no correcciones, sino si responde a las necesidades y las realidades de la economía del siglo XXI. El viraje liberal removió y revolucionó el capitalismo, lo expandió hasta sus límites extremos, pero devastó su condición básica: los mercados del salario, las prestaciones y el bienestar social. Anthony Giddens, Amartya Sen, H. Reich y una amplia franja de economistas contemporáneos han desarrollado visiones y filosofías alternas. Una de las que más atrajo la atención en México fue la de Giddens, que quedó cifrada en el ensayo sobre La tercera vía. La pregunta que originó esa propuesta fue relativamente simple: Ƒes posible conjugar la competitividad propiciada por los mercados con los beneficios sociales que produjo el Estado benefactor? La respuesta no ha llegado todavía. Aguarda a una fuerza social y política capaz de ponerla en práctica.

En México pasó al olvido rápidamente. La razón es sencilla. Giddens parte de dos fenómenos tremendamente funcionales: el éxito del Estado benefactor para ampliar el mercado nacional y la eficiencia del mercado libre para trastocar y revolucionar teconológicamente los procesos de producción y de consumo. Dos fenómenos que tuvieron su sede en los países centrales, pero que jamás tuvieron lugar en México. El Estado benefactor siempre fue una utopía para la economía mexicana, y la peculiar interpretación de Salinas de la actualización liberal terminó en una caída estrepitosa.

La vía para sacar a la economía mexicana de su letargo tendrá que ser inevitablemente inédita, distinta a todos los esquemas convencionales como los que se intenta aplicar o reaplicar hoy día. Y pasa no por el camino de enmendar o corregir partes del pasado, sino por alejarse lo más de prisa de él.

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