México D.F. Viernes 2 de abril de 2004
En arraigo domiciliario, la ex gobernadora de
Santiago del Estero, y su esposo, por varios delitos
Interviene el gobierno de Kirchner en provincia sometida
por caciques
En 180 días se buscará la depuración
de una localidad sumida en el miedo por casi 50 años
Más de 130 mil personas exigen al presidente
frenar el clima de inseguridad en Buenos Aires
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 1º. de abril. Después
de casi medio siglo comenzó el final de una historia de poder feudal,
que sumió a Santiago del Estero, provincia del noroeste del país,
en la pobreza y el miedo, cuando esta madrugada el Senado aprobó
la intervención federal, que el presidente Néstor Kirchner
firmó por decreto hace dos días.
El ex fiscal Pablo Lanusse, actual funcionario de Justicia,
fue designado por Kirchner como interventor, lo que es también un
símbolo. Fue el fiscal que durante el gobierno de Carlos Menem investigó
la mafia del oro, y sufrió diversos atentados junto con su familia.
En
tanto, más de 130 mil personas se congregaron frente al Congreso,
en la céntrica Plaza de Mayo, para exigir seguridad al gobierno,
en lo que fue la mayor manifestación desde que, en diciembre de
2001, una movilización popular provocó la renuncia de Fernando
de la Rúa. La protesta de hoy fue impulsada por el padre de Axel
Blumberg, secuestrado y asesinado la semana pasada.
A la vez, la hasta ayer gobernadora de Santiago del Estero,
Mercedes Aragonés de Juárez (Nina), y su esposo, el
ex gobernador casi eterno Carlos Juárez, están en arraigo
domiciliario debido a un pedido de captura por parte de un juez local.
La poderosa pareja tiene varias causas entre defraudaciones, instigación
al asalto de casas de opositores, espionaje, acciones para aterrorizar
a la población. Incluso Carlos Juárez está acusado
de desapariciones y secuestros antes y después de la dictadura (1976-1983).
El equipo que llevará adelante la intervención
por 180 días, está integrado por personalidades cuidadosamente
elegidas para realizar una fuerte depuración institucional. Al gobierno
federal no le quedó otro camino después que la Legislatura
local, con mayoría juarista, frenó los pedidos de juicio
político contra la gobernadora acusada de estafas, saqueo e intento
de asesinato a un diputado, entre otras causas.
El tema de la intervención fue largamente discutido
después que el gobierno de Kirchner envió avanzadas de la
Secretaría de Derechos Humanos y la Justicia Nacional, que trabajaron
y obtuvieron testimonios terribles de la situación provincial. Hace
unos días más de 10 mil personas pideron la renuncia de la
gobernadora. Ella respondió con un acto de acarreados que parecía
como una escena de serie de televisión surrealista. Fue casi una
despedida, pero amenazante. La caída del régimen no será
simple. Nina Aragonés no dudó en nombrar recientemente
a su esposo -el verdadero poder- como ministro de Economía de la
provincia para asegurarle inmunidad ante la serie de juicios en marcha.
La Central de Trabajadores Argentinos (CTA) en esa provincia
denunció que la gobernadora "hace circular lo único que sabe:
el miedo", y advierte que "el juarismo va a resistir la intervención
mediante la intimidación". También se recordó que
el pasado 23 de marzo "varios periodistas que no suscriben el juarismo
fueron golpeados; además, hay amenazas de escraches (señalamientos
públicos) e incendios a las casas de los opositores; hay bases y
líderes locales desplegándose para armar una movilización
de apoyo al gobierno provincial".
Hace tres días fue destruido el monolito en homenaje
a los desaparecidos santiagueños erigido entre la ciudades de La
Banda y la capital Santiago. El régimen deberá hacer frente
a los procesos por los crímenes de Patricia Villaba y Leyla Bshier,
asesinadas por sectores del poder coludidos con una policía que
mantuvo sus prácticas desde la dictadura.
El horror paralizó al país al conocer que
ambas víctimas fueron llevadas a un zoológico perteneciente
al ex jefe de seguridad Musa Azar, detenido por estos crímenes y
acusado por otros de lesa humanidad durante la pasada dictadura. El asesinato
de las dos jóvenes actuó como detonante para las protestas
que iniciaron con marchas de silencio y terminaron desnudando, con el tiempo,
los laberintos del horror de una dictadura provincial. Los Juárez
deberán responder por estos crímenes y otros 34 que se cometieron
en estos 15 meses de mandato, que fueron denunciados ante la justicia y
figuran en el informe presentado al gobierno nacional.
Olga Villalba, madre de Patricia, una de las jóvenes
asesinadas hace más de un año en la Dársena, dijo
estar "satisfecha y agradecida por la intervención federal, y creo
que el pueblo de Santiago se siente libre por fin".
Pero también hay demandas para que la intervención
en Santiago no repita los errores de las anteriores, especialmente lo que
sucedió después del gran estallido social del santiagazo
del 16 de diciembre de 1993, que hizo tambalear las bases del poder. En
aquel momento, el pueblo enfurecido por las medidas neoliberales, que llevaron
la situación hasta la tragedia, se lanzó a las calles, quemó
la gobernación y atacó casas de líderes políticos.
La intervención entonces duró casi año
y medio, pero hubo corrupción, connivencias con el poder en las
sombras y Juárez volvió a gobernar. Santiago del Estero fue
cambiando desde 1993 y los campesinos, en una situación de miseria
estructural, tomaron también el camino de la organización.
Se formó el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase),
que fue uniendo su accionar con otros campesinos sin tierra, sumando más
de 9 mil familias que mantuvieron una heroica resistencia por sus demandas.
"En una ofensiva que tiene como propósito adueñarse
de 70 por ciento de las tierras en Santiago del Estero, empresarios foráneos
apelan a la violencia. Incluso hay algunos ex militares de la dictadura
que actúan como paramilitares al servicio de éstos", denunció
el Mocase.
Precisamente fue el segundo informe sobre la situación
de los derechos humanos en esa provincia, elaborado por funcionarios de
la Defensoría y presentado en la Cámara de Diputados federal
el pasado 23 de marzo, precedida por la determinación de Kirchner,
lo que decidió la intervención. Este corroboraba y añadía
datos al primer informe, elaborado por la Secretaría de Derechos
Humanos a raíz de una reunión que mantuvo el ministro Gustavo
Béliz con los integrantes del Mocase el 25 de julio de 2003. El
ministro decidió enviar una comisión que actuó en
secreto absoluto, para corroborar las denuncias. Todo lo que estaban viviendo
las familias campesinas fue corroborado.
En el segundo informe se estableció que "funcionarios
públicos tanto provinciales como municipales" habían aprovechado
la situación de familias campesinas que "por desconocimiento, pobreza
y/o ignorancia" no registraron sus tierras, pero "que se encuentran en
la posesión pacífica" de ellas "desde hace más de
20 años y continúan con el legado de generaciones." Los funcionarios
corruptos de la provincia vieron la oportunidad de vender las tierras actualmente
cotizadas a un alto valor, "sin importar ni reparar en la existencia de
familias que viven desde siempre en el lugar".
Algunos de los compradores pagaban cuotas "adicionales"
a la policía para sacar a los campesinos mediante amenaza, amedrentamiento
y violencia, como en el caso de Quimilí, ocurrido el pasado 18 de
marzo, cuando algunos matones dispararon contra el domicilio de uno de
los dirigentes del Mocase, Angel Strapazzon, después de otros actos
de violencia contra las familias. Todo esto llevó a Kirchner a poner
fin a la situación en una provincia argentina que parece copia al
carbón de algunas historias de la tragedia latinoamericana.
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