México D.F. Lunes 5 de abril de 2004
Enfrentamientos con soldados españoles
provocan unos 20 muertos en Najaf
Se extiende la insurgencia iraquí a la comunidad
musulmana chiíta
Combatir a una comunidad que representa 60% de la población
haría insostenible la ocupación
El cierre del semanario al-Hawza, ordenado por
Paul Bremer, detonante de las protestas
ROBERT FISK THE INDEPENDENT
Bagdad, 4 de abril. Para horror de los potencias
ocupantes en Irak, la cada vez más sangrienta insurgencia se extendió
finalmente este domingo a la comunidad musulmana chiíta, que es
mayoritaria en Irak, cuando soldados españoles y de otras nacionalidades
combatieron a grupos armados en la ciudad sagrada de Najaf, con pérdida
de al menos 20 vidas, en su mayoría iraquíes.
El tiroteo comenzó después de una concentración
de manifestantes frente a la base española, en las afueras de la
ciudad, a raíz del arresto de un asistente de Moqtada Sadr, joven
clérigo chiíta cuyo ejército de Mehdi jamás
había disparado sus armas.
Que
el más reciente baño de sangre haya ocurrido en Najaf -uno
de los lugares más sagrados del Islam- fue un hecho tan peligroso
como dolorosamente simbólico. Cuando las balas pasaban silbando
sobre ellos, los manifestantes portaban carteles con imágenes de
los imanes Alí y Hussein, cuyo épico martirio es llorado
en todos los hogares chiítas. El hecho de que hayan sido soldados
españoles los que participaron en la batalla, cuando faltan unas
semanas para que sean retirados de Irak por el nuevo gobierno socialista
español, fue una última ironía.
Más de 200 personas resultaron heridas durante
la balacera, que duró tres horas. En el principal hospital de Najaf,
muchos de los muertos llevaban el uniforme negro del ejército de
Sadr, pero también había dos policías iraquíes
y cuatro soldados de El Salvador.
Cada uno de los bandos culpó al otro de haber comenzado
las hostilidades. El propio Sadr llamó a cesar el combate; su vocero,
Abdulhadi al-Daraji, aseguró que "las arrogantes potencias dicen
gracias por sus protestas pacíficas y luego abren fuego contra los
manifestantes".
Las protestas tuvieron origen en la decisión del
procónsul estadunidense Paul Bremer de cerrar el semanario al-Hawza
de Moqtada Sadr, acción realizada hace una semana en Bagdad, con
el argumento de que el periódico "incitaba a la violencia contra
las fuerzas de la coalición". Ahora parece que la decisión
de cerrar la publicación -cuya circulación de 10 mil ejemplares
difícilmente habría servido para levantar a los chiítas
en armas contra las tropas occidentales ha incitado a la violencia en una
escala mucho mayor de lo que Bremer hubiera imaginado.
Pese a todo, este domingo Bremer se las ingenió
para volver a decir lo que no debía. "Esta mañana un grupo
de personas de Najaf cruzó la línea y se entregó a
la violencia", anunció. "Tales acciones no serán toleradas.
No las tolerará el pueblo iraquí y tampoco las fuerzas de
seguridad iraquíes."
El problema es que Bremer ya había dicho eso antes,
pero en referencia a los insurgentes sunitas, y sus advertencias casi siempre
aumentan la indignación de sus antagonistas y no ayudan a poner
fin a la violencia.
Por supuesto, Moqtada Sadr tiene sus propias razones para
encontrar satisfacción política en este baño de sangre.
A la sombra de un superior eclesiástico mucho más
culto y juicioso, el ayatola Alí Sistani, Sadr ha intentado durante
cuatro meses presentarse como el padre putativo de la comunidad chiíta.
Las potencias ocupantes angloestadunidenses han sospechado desde hace tiempo
que Sadr deseaba esta confrontación para atraer apoyo a su movimiento
minoritario, aunque sigue siendo un misterio por qué detuvieron
a su asistente, Mustafá Yacoubi. Ahora parece que Bremer ha ayudado
a que la confrontación se produzca.
Un
semanario que pasaba inadvertido a millones de iraquíes, pero cuyas
críticas sarcásticas a Bremer, según se dice, irritaban
en lo personal al procónsul, podría ahora llegar a ser conocido
como el periódico que principió la insurreción chiíta.
Tal vez Sadr juega con la idea de que las otras milicias
chiítas se sumen a sus hombres armados. Si esto ocurre, y la insurgencia
se extiende hacia otras ciudades chiítas, la propia ocupación
de Irak se volverá insostenible. Los estadunidenses a duras penas
pueden contener la revuelta sunita en el norte; no podrán combatir
a otra comunidad que representa 60 por ciento de la población de
Irak, ni siquiera si las tropas británicas que controlan la ciudad
mayoritariamente chiíta de Basora entran en el conflicto.
La base española de Najaf se ubica en el campus
de la universidad Kufa, vasta extensión de terreno cercana al río
Eufrates y defendida por soldados salvadoreños.
Los españoles -cuyas fuerzas suman en total mil
300 hombres, de los cuales sólo unos cientos están asignados
a Najaf- tienen programado retirarse el 30 de junio y de todos modos jamás
formaron parte de la fuerza ocupante. Muchos de los soldados de Najaf participan
en proyectos agrícolas y de riego. Cuando las bombas mataron a casi
200 personas en Madrid, el mes pasado, clérigos chiítas visitaron
a las fuerzas españolas para expresar sus condolencias. Es improbable
que tal cosa vuelva a ocurrir.
Más protestas chiítas ocurrieron en el centro
de Bagdad, donde policías iraquíes pagados por Washington
dispararon sus rifles al aire. La multitud llevaba en hombros un ataúd
cubierto con la bandera iraquí, el cual, dijeron, contenía
el cuerpo de un manifestante muerto el sábado en la ciudad. En la
provincia de Anbar, otros dos soldados estadunidenses perecieron cerca
de la ciudad sunita de Fallujah, donde cuatro mercenarios estadunidenses
fueron asesinados la semana pasada. En total, 600 soldados de Estados Unidos
han perecido durante esta guerra, que dura ya más de un año.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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