México D.F. Lunes 5 de abril de 2004
INVASORES, FUERA DE IRAK
La
sangrienta jornada de ayer domingo en Irak confirma la imperiosa necesidad
de poner fin de inmediato a la ocupación militar de ese infortunado
país. Para los gobiernos hispanoamericanos que participan en la
coalición ocupante -cuyo mando real corresponde a estadunidenses
y británicos, y en la que el resto de los socios se limita a aportar
alguna carne de cañón-, el ataque a la base española
de Najaf y la muerte, allí, de un efectivo salvadoreño, refrenda
la pertinencia de retirar a sus tropas de suelo iraquí y desentenderse
de un conflicto que habría debido resultarles ajeno desde el principio.
Al contrario de lo que afirman las autoridades de la ocupación,
los hechos y las cifras demuestran que las fuerzas invasoras no han sido
capaces de consolidar su dominio militar, mucho menos su autoridad política,
en territorio iraquí. Ayer los estadunidenses sufrieron más
de 30 bajas, entre muertos y heridos, en combates en Bagdad.
La comunidad chiíta del país agredido, a
la que los invasores supo- nían aliada natural, toda vez que fue
severamente reprimida por el régimen de Saddam Hussein, se alzó
contra la ocupación extranjera en la capital, en Najaf, en Kufa
y en Amara, tras la represión política sufrida por el clérigo
Moqtada Sadr y sus seguidores. En la primera de esas localidades las fuerzas
españolas, atrincheradas en su cuartel de Al-Andalus, dispararon
contra una multitud que fue atacada más tarde por helicópteros
artillados estadunidenses, con saldo de 16 iraquíes muertos y unos
200 lesionados.
Ante las atrocidades cotidianas que perpetran los ocupantes
y los actos de creciente barbarie a los que recurre la resistencia iraquí,
tendría que resultar evidente el fracaso de los esfuerzos angloestadunidenses
por "normalizar" la situación en Irak, en la cual el factor central
y principal de inestabilidad es la presencia de tropas extranjeras.
Washington y Londres aducen que si retiraran sus fuerzas
de la nación árabe ésta caería en un escenario
de guerra civil; los gobernantes occidentales parecen no darse cuenta de
que lo que Irak vive es una guerra, sí, pero de resistencia contra
quienes los invadieron sin derecho ni razón.
Los gobiernos de George W. Bush y de Tony Blair afirman
también que si sacan a sus soldados de suelo iraquí éste
se convertiría en un campo de entrenamiento de terroristas. No quieren
ver que el terrorismo en Irak es un fenómeno posterior a la invasión,
y generado por ella. Se niegan a aceptar que fue precisamente la ocupación
occidental la que creó las condiciones para que Al Qaeda empezara
a operar en la nación invadida.
También afirman que sus países están
amenazados por el terrorismo, pero fingen ignorar que los atentados criminales
del 11 de marzo en Madrid fueron respuesta a la participación de
España en la agresión contra los iraquíes.
La barbarie, en suma, debe cesar, y el primer paso en
esa dirección debe ser el retiro inmediato e incondicional de las
fuerzas extranjeras de Irak. Las sociedades estadunidense e inglesa tienen,
en este sentido, responsabilidad fundamental e insoslayable en la continuación
de la guerra, en la medida en que no han sido capaces -a diferencia de
la española- de generar expresiones contundentes y efectivas de
rechazo a las políticas militaristas y depredadoras de sus gobernantes.
Si los votantes de Estados Unidos y Gran Bretaña optan por mantener
en sus cargos a Bush y a Blair pondrán en riesgo, con ello, su seguridad
y su bienestar. Cabe esperar que cobren conciencia de semejante costo.
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