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México D.F. Miércoles 7 de abril de 2004

La ONU fue advertida de la matanza; funcionarios como Annan y Albright no actuaron

A 10 años del genocidio en Ruanda nadie ha rendido cuentas a la justicia

Se perdieron un millón de vidas; ahora, en Sudán, pueblos enteros son exterminados

JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES

rwa01-103751-pihWashington y Nueva York, 6 de abril. Mandatarios africanos y figuras internacionales se reunirán en Ruanda esta semana para conmemorar el décimo aniversario del genocidio que cobró un millón de vidas en ese país con nuevas declaraciones de "nunca jamás", pero 10 años después poco se ha hecho para prevenir otra Ruanda en el futuro, o para que rindan cuentas aquellos personajes de la comunidad internacional responsables de permitir la tragedia.

De hecho, las figuras de la comunidad internacional más involucradas en este episodio ocurrido hace una década -aquellos que estaban en posición para actuar y que fracasaron al hacerlo- han prosperado. Kofi Annan, quien como jefe de mantenimiento de paz en la Organización de Naciones Unidas (ONU) fue advertido en 1994 por su propio general en Ruanda del genocidio venidero cuatro meses antes de que iniciara la matanza, fue promovido al puesto de secretario general de la ONU. Madeleine Albright, quien como representante de Estados Unidos ante la ONU aplicó una política que bloqueó el envío de fuerzas de paz a Ruanda, fue elevada al puesto de secretaria de Estado.

Es cierto, como señalan los ruandeses, que han procedido los juicios de los responsables directos del genocidio y nadie discute que deben continuar. Pero las figuras internacionales, incluidos Annan, Albright, varios funcionarios franceses y belgas, oficiales de la Iglesia católica y muchos más, todos quienes fallaron al actuar o tomar decisiones en 1994, no sólo no han tenido que rendir cuentas, sino que han sido promovidos a puestos de mayor autoridad.

En el caso de Annan, sólo se puede concluir que no hay consecuencias por los fracasos dentro de la ONU. El jefe del organismo ha reiterado varias veces que él hizo todo para persuadir a la comunidad internacional a actuar en Ruanda, pero que fracasó. Obviamente, no lo hizo con la fuerza suficiente. Sus simpatizantes argumentan que no se vale enjuiciar las acciones del pasado desde la perspectiva del futuro, y que era imposible pronosticar las dimensiones de la tragedia.

Pero como el periodista y autor Philip Gourevitch ha documentado, la ONU sí contaba con la información para pronosticar la tragedia. Los militares al mando de la ONU en Ruanda informaron a la sede en Nueva York -o sea a su jefe Kofi Annan- en enero, cuatro meses antes de que iniciaran las matanzas, que tenían información sobre intenciones para perpetrar un exterminio. "Lo que es sumamente notable en este fax es que describe un programa elaborado en los más altos escalones del Estado, en la corte del presidente, para eliminar a parte de la población. Emplea la palabra 'exterminio'", comentó Gourevitch en una entrevista televisiva años después. En los siguientes meses se enviaron más advertencias y hoy día el general de las fuerzas de la ONU continúa ofreciendo pruebas del fracaso de su ex jefe.

El título del libro de Gourevitch, Deseamos informarle que mañana nosotros seremos asesinados con nuestras familias, es una frase textual de un comunicado enviado al cuartel de la ONU en la capital, desde una de sus oficinas de provincia en Ruanda. Un día después de enviar el mensaje se cumplió lo anunciado, y todos fueron asesinados.

Años más tarde, después de que fue nombrado secretario general, Annan solicitó un informe cuyas conclusiones criticaron severamente los fracasos de la ONU en Ruanda, y presentó una serie de recomendaciones para cambiar los procedimientos con el propósito de intentar evitar genocidios de este tipo en el futuro. Pero esas recomendaciones fueron ignoradas cinco años, sólo hasta el mes pasado fue cuando el secretario general, sin duda con un ojo puesto sobre el aniversario, apareció en público para anunciar que ordenaría la aplicación de las recomendaciones.

Pero Annan no ha sido el único que minimizó los informes sobre una matanza anunciada. Poco después de que ésta comenzó, a principios de abril de 1994, diez efectivos de paz belgas que operaban bajo la bandera de la ONU fueron asesinados. Con ello, el debate en el Consejo de Seguridad se enfocó sobre si el organismo mundial debería abandonar el país o enviar refuerzos. Fue en esta coyuntura que la representante de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Madeleine Albright, promovió la posición de que la ONU debería abandonar el país.

Documentos secretos del gobierno estadunidense obtenidos por la organización independiente National Security Archive, revelan que el gobierno de Bill Clinton estaba enterado de que se iniciaba un genocidio en Ruanda, pero que durante más de un mes rehusó tomar acción e incluso tampoco calificó de genocidio lo que estaba ocurriendo. Cuando la Organización de Unidad Africana ofreció enviar fuerzas de paz, pero con el apoyo de 60 transportes de tropas artilladas de Washington, el gobierno de Clinton declinó.

Estos son sólo algunos de los muchos ejemplos de las fallas y fracasos de un amplio número de individuos e instituciones de la comunidad internacional ante la tragedia de Ruanda. Pero estos también ilustran los problemas aún no resueltos y la evasión de responsabilidad 10 años después.

Mientras tanto, Ruanda se está convirtiendo en lo que un funcionario de la ONU recientemente caracterizó como el "Israel de Africa Central". Soldados de Ruanda siguen combatiendo en la vecina Republica Democrática del Congo, país donde grupos humanitarios internacionales calculan que han muerto unos 3 millones de personas en una guerra civil nutrida en parte por Ruanda y otros países vecinos. La pregunta queda en el aire: ¿dónde están las condenas internacionales de estos actos, realizados en parte por tropas de un pueblo que muy recientemente fue víctima de lo mismo?

Como documenta Samantha Power, la periodista premio Pulitzer, en la edición del New York Times de hoy, hay matanzas masivas actualmente en la región Darfur del país africano oriental de Sudán. Hasta ahora, han matado a unas 30 mil personas y otro millón están desplazadas. Pero milicias leales al gobierno de Sudán están exterminando pueblos enteros.

El miércoles, los líderes africanos conmemoran el genocidio en Ruanda. Kofi Annan, quien aparentemente aún teme ir a ese país africano, estará en Ginebra y guardará un minuto de silencio por los que murieron. Pero se necesitará más que un minuto para asegurar que el genocidio "nunca jamás" ocurra.

Hay africanos que están abordando estos asuntos, en la recién formada Unión Africana y en varias organizaciones independientes de derechos humanos y de la sociedad civil. Pero casi todos reciben la misma atención internacional que la que gozaron sus antecesores, hace justo una década.

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