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México D.F. Miércoles 7 de abril de 2004
PGR: PROCURACION FACCIOSA
El
titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada
en Delincuencia Organizada (SIEDO) de la Procuraduría General de
la República, José Luis Santiago Vasconcelos, dio ayer una
prueba fehaciente del grado de involucramiento faccioso de diversos funcionarios
federales en la distorsión de los escándalos de Carlos Ahumada
para alimentar un clima de linchamiento mediático, y acaso judicial,
contra el Gobierno del Distrito Federal (GDF), su titular, Andrés
Manuel López Obrador, y el proyecto político y social que
representa.
Al afirmar que sería procedente el inicio una averiguación
previa por obstrucción de la justicia contra el jefe de Gobierno
capitalino, quien en días pasados dio a conocer datos que indican
la existencia de una estrecha relación entre el empresario corruptor
Carlos Ahumada Kurtz y el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el subprocurador
federal incitó a que "cualquier persona" acuda a la Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) a presentar una acusación
en este sentido contra el gobernante capitalino y emitió una velada
advertencia -en el estilo de las corporaciones a las que su oficina tendría
que combatir- de que "también podría ser el Ministerio Público
Federal" el que inicie la averiguación previa, luego de que una
"persona cualquiera", que por mera casualidad podría apellidarse
Döring o Fernández de Cevallos, respondiera a la atenta sugerencia
de Santiago Vasconcelos.
Ante el cúmulo de indicios sobre la participación
de funcionarios de la PGR y del Cisen en el diseño y la difusión
mediática del escándalo de los videos de Ahumada, y habida
cuenta de las pueriles y absurdas explicaciones del procurador Rafael Macedo
de la Concha sobre las razones por las cuales la dependencia que dirige
ofreció a Ahumada Kurtz un servicio a hotel para que presentara
una demanda por extorsión que fue -ahora se sabe- un intento de
cura en salud por las investigaciones que la PGJDF realizaba sobre los
negocios turbios del corruptor actualmente preso en Cuba, resulta impúdica
y cínica la crítica de Santiago Vasconcelos a López
Obrador por filtrar a la prensa datos sobre la conexión Ahumada-Salinas.
Más aún, es significativo y revelador que cuando el gobernante
capitalino exhibe hechos sobre ese vínculo, el subprocurador llegue
al extremo de mencionar en forma oblicua la posible penalización
de los actos del Ejecutivo capitalino. Una posible lectura de lo dicho
por el funcionario federal es la determinación del foxismo de proteger
a toda costa, y por cualquier medio -con el recurso a una procuración
facciosa, discrecional y torcida, por ejemplo-, la figura de Salinas. No
es de extrañar, luego de presenciar tales perversiones del poder
público, el monumental descrédito que pesa sobre las instituciones
del sistema judicial.
Ciertamente, López Obrador habría debido
tomar en cuenta que su administración dispone de instituciones y
funcionarios más adecuados que él mismo para dar a conocer
datos como el de las frecuentes reuniones entre el corruptor de origen
argentino y el beneficiario del fraude electoral de 1988; pero esa equivocación
no constituye, de manera alguna, un delito -así lo estableció
ya el procurador capitalino, Bernardo Bátiz-, ni justifica que se
busque presionar al jefe de Gobierno capitalino con la incitación
a denuncias en su contra o con el inicio de averiguaciones previas por
parte de la PGR.
El gobernante de la ciudad de México enfrenta,
sí, una evidente presión para que abunde en sus señalamientos
sobre el complot que se desarrolla contra su proyecto político y
administrativo; ojalá que tenga claro que tal presión es
mucho más mediática que social: mientras los grandes consorcios
de la comunicación exigen más combustible para mantener en
marcha el escándalo -lo que a su vez les permite sostener altos
índices de circulación y rating-, los sectores mayoritarios
de la ciudadanía han decidido, como lo señalan las encuestas,
conceder el beneficio de la duda a López Obrador y no secundar,
no al menos por ahora, el juicio expedito y la condena instantánea
en los que han venido refocilándose, desde principios del mes pasado,
muchos de los denominados "líderes de opinión" y algunos
de los más altos funcionarios del grupo que detenta el poder federal.
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