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México D.F. Miércoles 7 de abril de 2004
Lamentan organizadores pérdida de tradiciones
Buscan que la Pasión de Iztapalapa sea considerada
patrimonio de la humanidad
JUAN JOSE OLIVARES
La representación de la muerte y pasión
de Cristo en Iztapalapa -este año en su versión 161, ininterrumpida-,
considerada como "el teatro más grande del mundo con locaciones
naturales", busca, según afirma el presidente del comité
organizador, Tito Domínguez, ser incorporada al patrimonio de la
humanidad porque "así como se decretó el Día de Muertos,
el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unesco) y las autoridades
tienen que darse cuenta de la magnitud del evento y el alcance que tiene,
independientemente del matiz que tenga, por ser una tradición de
origen católico. Estamos en una urbe que ha devorado las tradiciones
de todos los barrios de la ciudad, y lo que nos queda es resguardar las
tradiciones".
Esta
puesta en escena de los ocho barrios de Iztapalapa nunca se interrumpió:
ni cuando Benito Juárez decretó las Leyes de Reforma, ni
cuando Emiliano Zapata llegó con su Ejército del Sur al lugar;
incluso el Caudillo del Sur donó dinero y prestó sus caballos
para la representación. Por eso, este montaje es, para los oriundos
del lugar, un proyecto de vida. ''Los que nacimos aquí tenemos arraigada
esta tradición, son los valores que nos dan identidad y arraigo,
y lo mínimo que podemos hacer es participar, porque es un lazo de
comunicación entre la gente de los distintos barrios. En el pueblo
los lazos de comunicación son muy fuertes, son cuestiones de sangre",
afirma Domínguez, con 18 años de participación, en
algunas ocasiones como actor, otras como organizador y actualmente dirigiendo
los ensayos de los intérpretes, que basan sus diálogos en
el texto de Enrique Pérez, El mártir y el Gólgota.
De hecho, el trabajo de la representación supone
tres meses de labor, con la adjudicación de los papeles principales
y la organización de la logística. Unos elaboran los escenarios,
otros revisan los vestuarios, las mujeres preparan la comida diaria. Es
una labor de tequio. Por eso, luego de las festividades del 12 de diciembre,
día de la Virgen de Guadalupe, la celebración que congrega
a más gente es sin duda la Pasión de Iztapalapa.
"Nos separamos de nuestra familia consanguínea
para incorporarnos a una famila relativa. Hay gente que tiene 50 años
haciendo esto. El primer paso que dimos fue consolidar esto como una asociación
civil, que ya tiene 10 años. Ahora lo que queremos es hacer una
organización más fuerte, no tanto como un patronato, porque
esta tradición es de la sociedad civil, le pertenece al pueblo.
Es un acto multitudinario que no tiene ningún matiz político,
pues no vienen acarreados".
No obstante, Tito Domínguez, Judas Iscariote
por más de 11 años, dice que ahora hay jóvenes que
no toman en serio esta tradición. "La gente no respeta y no cree
en una religión. Los que participamos somos católicos, pero
los jóvenes ahora andan ingiriendo bebidas embriagantes y no les
puedes decir nada; muchos vienen a hacer de las suyas, ha echar desmadre
y los rateros a robar; pero la mayoría tiene arraigados sus valores,
miran el acto con respeto, pero otros, aunque ataviados como nazarenos
vienen también como punketos, roqueros, darketos... eso es pérdida
de valores".
Esta tradición se inició en 1833, cuando
una epidemia de cólera azotó a los pueblos de la zona. En
ocasiones la gente asistía a un velorío y en la noche siguiente
eran velados. Los pobladores decidieron pedir al Señor de la Cuevita
que hiciera el milagro de erradicar la epidemia. Al día siguiente
disminuyó. En agradecimiento, en 1843, comenzaron a hacer una representación
de los principales pasajes bíblicos, y a principios del siglo 20
se incorporó el texto de Enrique Pérez llamado El mártir
y el Gólgota; así se fueron incorporando más y
más elementos hasta lo que se conoce hoy día.
Participan directamente 183 personas, entre personajes,
músicos, diseñadores de ropa y de escenarios, además
de los casi cuatro mil nazarenos que hacen valla.
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