México D.F. Viernes 9 de abril de 2004
Los integrantes del campamento han buscado el
apoyo comunitario a su labor
Habitantes de Petatlán participan en las liberaciones
de tortugas al mar
"La satisfacción de ver las crías es indescriptible",
expresa uno de los participantes
ANGELICA ENCISO /II Y ULTIMA ENVIADA
Playa San Valentin, Gro. Decenas de niños
sostienen pequeñas tortugas laúd entre sus manos, las ponen
sobre la arena y, entre gritos y risas, las animan a llegar al mar. Son
los ejemplares que sobrevivieron a los depredadores y fueron rescatados
por voluntarios del campamento tortuguero. De cada 10 mil crías
que se liberan al océano, sólo dos llegan a la edad adulta,
estiman especialistas.
Hace
seis años en esta playa se estableció el campamento tortuguero
con 25 personas, deseosas de proteger los quelonios que están en
riesgo de extinción, y ahora son unos 15 los que trabajan en la
conservación de la especie; el resto se "rajó" por la indiferencia
de las autoridades.
Antes de soltar las tortugas al mar, luego de dos meses
de incubación en la arena, los voluntarios distribuyen volantes
en Petatlán y en las comunidades cercanas; en ellos hacen la invitación
a los habitantes para que participen en las liberaciones de tortugas, "porque
a veces son centenas las que soltamos, nosotros solos no podemos", dice
Manuel Abarca, ex presidente del campamento.
A media hora en carro desde la cabecera municipal -donde
hay alrededor de 26 mil habitantes-, se llega por un camino de terracería
al muelle de la laguna San Valentín. Las lanchas que conducen al
litoral cobran 10 pesos por el trayecto. Ahí confluyen los ríos
Petatlán y San Jeronimito; en época de lluvia los afluentes
cierran el paso a la mitad de la costa. Es entonces cuando al menos 10
kilómetros de playa quedan totalmente libres para los "depredadores":
es la temporada en que las tortugas llegan por centenas a desovar. Los
nidos son saqueados y sacrifican a los animales.
"Hay gente que nos dice que es una tontería todo
esto de la conservación, que mejor deberíamos olvidarnos
y dedicarnos a nuestros asuntos; son muchos los intereses que hay -comenta
Manuel Abarca-. Están los pescadores, que quieren sacarnos para
establecer una cooperativa, y además están los depredadores,
que quieren la zona para ellos.
"La satisfacción de ver las crías es indescriptible:
ya no será la historia que les podríamos contar a nuestros
hijos, o enseñarles estos animales en fotografías, sino que
se trata de una especie que hasta nuestros nietos podrán conocer;
pero si no la cuidamos, va a desaparecer", argumenta.
Admite que muchos de los que ahora se dedican a cuidar
las tortugas, antes fueron depredadores. "¿Cuál es la mejor
manera de rehabilitarse?, pues participando en la protección de
las tortugas. Así nos damos cuenta de su fragilidad, porque poco
a poco vemos que llegan menos, la crueldad con la que las matan y el sufrimiento
que padecen. Y todo esto, ¿por cuánto? Por unos pesos".
¿Matanza inevitable?
Las huertas de coco que rodean las comunidades son la
principal fuente de empleo del lugar, a pesar de que su precio bajó
a un tercio del de hace 10 años, cuando costaba 15 pesos el kilogramo:
ahora vale cuatro pesos. Esto es insuficiente porque hay que gastar en
corte, secado y transporte. La agricultura de este lugar es de autoconsumo
y sólo unas cuantas familias tienen ganado.
Los jornales no son sólo para los hombres, los
100 pesos que a cada uno se le pagan son insuficientes para sostener una
familia, por eso hay familias completas trabajando. La gente que se dedica
a la pesca tampoco ve mayores beneficios, porque la captura es escasa.
Los habitantes de la zona deben dedicarse a otras cosas para subsistir:
al comercio y al robo de huevos de tortuga, comentan los voluntarios.
En la playa hay dos palapas, una es de los pescadores
y la otra del campamento tortuguero. Enrique Ibarra vive ahí; en
el día vigila los nidos que están en el corral, donde se
sostiene una manta en la que se lee: Programa Nacional de Protección,
Conservación, Investigación y Manejo de Tortugas Marinas,
Campamento San Valentín.
Observa el mar. Prepara un pescado perlo de cinco kilos
que acaba de capturar: "está fresquecito". Recuerda que el año
pasado la marea subió tanto que por poco arrasaba con sus escasas
pertenencias y acabó con cerca de 10 mil huevos que había
en el corral, más los que se llevaron los depredadores. "La arena
se apretó, perdimos la ubicación, aunque se rescató
una buena cantidad. En total se lograron 14 mil", explica.
La matanza de tortugas es inevitable, "siempre ha existido,
todos los años es lo mismo. En la temporada pasada mataron unas
300; juntamos los caparazones y vino gente a tomar fotos. Después
la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat)
salió con que eran viejas, que tenían varios años.
Entonces nosotros les dijimos que esto que decían era peor, porque
confirmaba que nunca se habían parado por aquí".
Se necesita vigilancia permanente, "el año pasado
nos prometieron que mandarían biólogos, pero ninguno ha venido.
El gobierno ni siquiera sabe lo que pasa y a este ayuntamiento no le importa
lo que aquí ocurre. En Zihuatanejo hay 14 campamentos, y además
de la ayuda del gobierno municipal, está el apoyo de los hoteleros",
comenta Jorge Pinzón, herrero de Petatlán, que los fines
de semana ayuda en el campamento.
Dice que desde el viernes los voluntarios van a la costa,
en ocasiones pasan las madrugadas haciendo recorridos para recolectar los
huevos de las tortugas golfina y laúd: "es pesado, pero da gusto
cuando hacemos sus nidos y después sacamos las tortuguitas. Entonces
invitamos a la gente, llegan las familias, con niños, para liberarlas
al mar. Nos daremos por bien servidos si algunas de las que soltamos vuelven
aquí a desovar cuando sean adultas", agrega, mientras revisa las
fechas escritas en pequeños postes donde se señala el día
de anidación, y hace cuentas del tiempo que falta para sacar las
crías.
Muchos aseguran descuidar su oficio para atender el campamento.
Jesús, que se dedica a hacer redes de pesca, dice: "Ahorita no hay
tanto problema porque sólo llegan las laúd, en pocas ocasiones,
porque ya casi acaba su temporada; pero entre junio y septiembre es cuando
se necesita el apoyo del gobierno, que manden marinos a ayudar para hacer
los nidos y a cuidar los animales, porque 15 personas no podemos con todo".
Basta con que salga la luna y haya viento para que decenas
de quelonios salgan del mar para desovar. "Es algo maravilloso. Andamos
corriendo de un lado a otro para cuidar los nidos, porque si no, nos ganan
los depredadores y entonces ya no hay nada que hacer".
Los principales mercados para los huevos de tortuga, ricos
en colesterol, son Juchitán, Oaxaca, y el mercado de la Nueva Viga,
la Central de Abastos y Tepito, en la ciudad de México. La Semarnat
en 2003 contó con el apoyo de 500 marinos para los 120 campamentos
que tiene en igual número de playas, y hay 300 inspectores de recursos
naturales para todo el país. Desde hace cuatro años se estableció
el Programa de Conservación de la Tortuga Marina, el cual se evaluará
dentro de 16 años, ya que las tortugas tardan 10 años en
alcanzar la madurez y sólo así se conocerán los impactos
en la conservación, señala la Semarnat.
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