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México D.F. Viernes 9 de abril de 2004
ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Semana Santa y toros
UNA DE LAS más importantes fiestas sagradas que celebran los creyentes de la religión cristiana desde su invento hace 2000 años -señala la investigadora Cano Abreu en su ensayo Fundamento astronómico de la Semana Santa y de la corrida de toros- es la ceremonia de esa semana antes de la primavera. Diferentes ritos como procesiones de imágenes de Jesús y de la Virgen Dolorosa, a cuyo paso se cantan saetas o coplas mientras se tocan tambores e instrumentos musicales, conmemoran los diferentes suplicios que según el mito cristiano fueron infligidos a Jesús antes de su muerte en la cruz al atardecer, clavado de lanza, y su posterior resurrección.
Y UNA DE las fiestas precristianas más importantes celebradas en España -con todo y barceloneses seudomodernistas- es la de los toros, con su muerte a espada. Sin embargo, no está muy divulgado el hecho de que ambas fiestas son complementarias y una herencia de las ceremonias sagradas de fertilidad de cosecha antes de la primavera, por parte de las religiones agrícolas mistéricas de hace miles de años, mucho antes del surgimiento de los oportunistas verdes, desde luego. Tres mártires tres.
A FALTA DE cosechas abundantes y puntuales en el campo mexicano, en esta pagana semana proliferan a lo largo y ancho del país los festejos taurinos, reminiscencia de aquellas milenarias celebraciones propiciatorias. Como la plazota México permanecerá cerrada por tiempo indefinido o hasta que alguien se atreva a revocar la licencia de funcionamiento por el mal uso que se ha hecho de ella, otros empresarios aprovechan para montar diversas corridas, con plazas portátiles, en sitios conurbados de añeja tradición taurina, como Tlalnepantla y Texcoco, o en escenarios tan inusuales como el Autódromo Hermanos Rodríguez.
DE LAS COMBINACIONES para el llamado sábado de Gloria destaca la de Texcoco, por demás imaginativa y torera, en la que el matador en retiro y ahora empresario Javier Tapia El Cala no tuvo inconveniente en reunir a tres auténticos mártires del toreo y de los falsos promotores -El Pana, El Breco y El Glison- que con su sangre han regado las plazas para dar testimonio de una fe inquebrantable en su propia tauromaquia, inspirada, arrojada e innovadora, respectivamente.
NO SON PEGAPASES, sino toreros con un privilegiado sentido de la propia individualidad como condición para expresar delante del toro algo de la vibrante congruencia con su fe en el milenario rito táurico. Los tres cosidos a cornadas y lastimosamente desaprovechados por el stalinismo taurino que nos rige, pero los tres capaces de decir sus propios, atribulado misterio en una época caracterizada por la clonación de toreritos tres eme: muleteros monótonos modernos, tan diferentes entre sí como nuestros lamentables partidos políticos.
TOME LA AUTOPISTA Aeropuerto-Texcoco, sálgase en la carretera a Lechería y a sólo dos cuadras verá el recinto ferial y la plaza donde Rodolfo Rodríguez El Pana, Miguel Cepeda El Breco y Jorge de Jesús El Glison, frente a un bien servido encierro de Eduardo Funtanet, habrán de oficiar un rito mágico e intemporal para honrar el hoy agraviado privilegio de ser torero.
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