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México D.F. Lunes 12 de abril de 2004
RUTA SONORA
Patricia Peñaloza
Kurdt Koebane/ I
I. El sueño
KURDT:
ASI ESCRIBIA su nombre el compositor, cantante
y guitarrista de Nirvana (1989-1994), el emblemático grupo
de punk-rock-noventero que inevitablemente y sin proponérselo encabezó
con su existencia y sepultó con su desaparición al movimiento
juvenil-rocan-cultural de su tiempo, apodado por la industria como grunge.
En esporádicas ocasiones, Kurt escribía su apellido como
Koebane o Kobain, en vez de Cobain, como puede corroborarse
en sus cartas y manuscritos, estampados en la recopilación Kurt
Cobain. Journals (Kurt Cobain. Diarios. 1988-1994), editada
por Clara Drechsler y Harald Hellman (Reservoir Books).
RECORDAR LA MUERTE de Kurdt a 10 años
no es echarse un clavado a la nostalgia por el hombre entrañable
cuya pasión dejó de palpitar un día, sino mirar al
ahora-mismo del rock, pues su presencia ha sido una constante, y
no se ve que vaya a perder vigencia. Recordarlo es evocar esa oleada de
músicos considerada la última de rock utópico y apasionado,
con ganas de hacer algo propio; aunque hoy se dan honrosos casos de bandas
aisladas entre un mar de refritos, un movimiento de tal calibre emocional
no se ha vuelto a ver. "Me gusta la pasión, lo bien hecho, la inocencia
(...), acabar con la codicia (...), tener opiniones firmes sin nada que
las respalde más que mi sinceridad innata", decía Kurt.
DE ESA CORRIENTE destacó Nirvana, con Kurt
en vida, por el torrente de verdad que implicaron: algo que ni el
mismo grupo (Chris Novoselic, como decía Cobain, y
no Krist, como luego se escribió, y Dave Grohl) comprendió
en su momento.
DETRAS DEL MITO, que
Cobain odiaba por considerarlo creación y abuso de los medios, había
un adolescente perpetuo con una historia atormentada, auto-suministrada
en parte por sus paranoias, quien en contraposición a una tendencia
glamorosa del rock ochentero aportó un sonido proveniente de un
bagaje aislado y silvestre, que combinó el ardor y desaliño
espontáneo del punk, los riffs del rock duro (¡nunca
del metal! -le daba asco) y la efectividad melódica del pop (mucho
de los Beatles y R.E.M. hay en él), capaz de transmitir
furia y una de las tristezas más sinceras que se hayan oído
en el rock popular, plena también de belleza y de una inquietante
aunque energizante crudeza.
SU MENSAJE LIRICO estaba supeditado a un mundo
interior de imágenes sórdidas y fatídicas, cargadas
de humor maldito, que lejos de ser gratuitas concesiones al kitsch
se fundamentaban en graves análisis a la cultura, la sociedad y
a sí mismo: lúcidas aseveraciones expresadas mediante un
ácido y creativo lenguaje, influenciado por los escritores beatnik,
figurando Allen Ginsberg y William S. Burroughs. Leer Diarios,
dechado de ideas profusas, al contrario de sus balbuceos públicos,
es revelador pues destapa el origen de sus brillantes letras; pero también
es perturbador, pues detrás de esas melodías luminosas, esa
energía radiante, ese rostro impasible y noble, había un
oscuro mundo de corrosión, agresividad y turbulenta complejidad
dolorosa.
KURT DECIA QUE las palabras eran mierda, que no
había como la música; pero en los hechos dejaba ver lo esencial
que le era el exceso verbal como medio de canalización y elocuencia.
En sus cuadernos, en los que derramaba postulados cada vez que su alma
sublimaba ansiedades existenciales, está una de las bases más
diáfanas para entender sus recovecos obsesivos y definitorios.
DESDE LOS 16 AÑOS, cuando se "convirtió"
al punk en un concierto de los Melvins (narrado con ánimo feliz
e iluminado), comenzó a asumir una romántica personalidad
redentora, aunque también intolerante. Hecho un San-Pablo-a-los-Corintios,
en sus cartas usaba frases como "hagamos una cruzada musical"; quería
convencer a todos de sus principios feministas, antifascistas, emancipadores:
"Me gusta soñar que algún día los jóvenes del
mundo compartiremos un sentimiento de solidaridad generacional", en contraposición
con la generación de sus padres, que a su parecer "se dieron por
vencidos y se convirtieron en unos hipócritas, yuppies conformistas".
EXHORTABA A "INFILTRARSE en los mecanismos del
imperio y corromperlo desde dentro", con arengas tipo: "Machos sexistas,
racistas peludos y sudorosos: no tardarán en ahogarse en un charco
de cuchillas y semen, fruto de la sublevación de sus hijos; la cruzada
(...) ensuciará los pisos de Wall Street con detritus revolucionarios
(...), con la limpieza estéril, bacteriana, duradera (...) del mundo
corporativista, ante la mirada llena de asombro y temor de nuestros antepasados
(...). ¡La revolución será televisada!".
EL PUNK-ROCK le era militancia, destino y misión,
asumido bajo principios individuales, pues no coincidía con lo "establecido"
por los seguidores del género: "El problema que he tenido con la
ética de los situacionistas del punk, es su negación
de lo sagrado; para mí hay pocas cosas sagradas, como la superioridad
de ciertas mujeres y la contribución de los negros al arte (...).
El arte es sagrado (...). El punk es arte, el punk es libertad (...). Nirvana
significa libertad lejos del dolor y el sufrimiento del mundo exterior:
es lo que más se acerca a mi definición del punk rock". Y
es ese anhelo de paz el que lo llevó a emprender una cruzada de
la que más bien saldría crucificado.
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