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México D.F. Miércoles 14 de abril de 2004

Javier Aranda Luna

Pacheco y Neruda: simpatías y diferencias

El mayor éxito literario de José Emilio Pacheco se lo debe a su cuento Tenga para que se entretenga, publicado originalmente en el número 9 de la revista Plural de junio de 1972. Nunca, según él, volverá a tener otro igual. No le falta razón: un par de personas que nada tienen que ver con el mundo literario se lo han contado, ignorando que él es su autor e inclusive que ese relato está escrito. Su historia se ha convertido en una de las muchas historias de la ciudad que pasan de boca en boca.

Y si Pacheco descree del circo literario, finca su credo en los lectores. En aquellos que al leer sus cuentos, poemas, ensayos, crónicas y novelas los inventan al leerlos. El cree que la poesía, la literatura en general, debe ser anónima porque es colectiva.

El poeta es la voz de la tribu que pone en la página lo que otros le dictan; da la mitad del poema para encontrarse con la experiencia ajena, con el otro que encontrará en el esbozo de unas líneas el perfil de su rostro.

El Premio Pablo Neruda que recibirá en breve refrenda el pacto que, con los lectores, José Emilio Pacheco estableció en 1957 cuando publicó su soneto Eva en el número 5 de la revista Estaciones, dirigida por Elías Nandino, y cuando publicó en el número 6 su Tríptico del gato y su ensayo Enoch Cancino Casahonda, La vid y el labrador.

Sensibilidad, lucidez, constancia y erudición sin estruendo parecen ser la estructura de la literatura de este escritor que lo mismo ha abrevado en el amor, la infancia, el mundo animal, que en el espejo del tiempo, en los instantes que son horas, que son días, que son años; en ese transcurrir que no cesa y no permite con su paso obra duradera.

Los encuentros de José Emilio Pacheco y Pablo Neruda son varios. Quizá el primer ensayo que escribió Pacheco sobre el poeta chileno sea Plenos poderes, publicado en la Cultura en México hace más de 40 años. Y uno de los más recientes probablemente sea su Diálogo de los muertos: Jiménez y Neruda que diera a conocer en su indispensable columna Inventario.

Pero además de esos ''encuentros", Pacheco comparte con Neruda su gusto por la vida menuda que nos rodea: la poesía que busco, escribe José Emilio en el poema A quien pueda interesar, es como un diario en el que no hay proyecto ni medida. Sólo le importa ''el testimonio del momento que pasa".

El poeta, voz de la tribu, es una especie de cronista. Para Neruda también lo es. En una conferencia de 1958, rescatada por el minucioso investigador literario Enrico Mario Santí, dijo Neruda a propósito de su Canto general:

''No hay material antipoético si se trata de nuestras realidades... (los poetas) somos los cronistas... La vida de una época no la hacen sólo las cosas altas y los nobles personajes." Neruda no quiso empequeñecer su poesía, dijo más adelante, ''sino entregarla a la vida".

Pero si el mundo natural, la geografía y el dar testimonio de la vida sencilla reúnen a Pacheco y Neruda, los distancian otros asuntos. Por ejemplo: el estalinismo profesado por el poeta chileno que lo llevó a redactar despapuchos como ''Los poetas celestes".

Allí, con versículos escritos con bilis y estiércol, se lanza contra los Contemporáneos, Gide, Rilke, Camus, Breton y Juan Ramón Jiménez: ''europeizados cadáveres a la moda, pálidas lombrices del queso capitalista". Si Neruda combatió a esos escritores, José Emilio Pacheco ha sido uno de sus principales promotores. Baste recordar que a él debemos la recuperación de los textos periodísticos de Novo reunidos en los tomos La vida en México.

Algo más en materia de diferencias: pese a su apuesta por la izquierda, Pacheco no tiene en su haber algo semejante al ''Canto a Stalingrado", que Neruda leyera en un mitin en el Sindicato Mexicano de Electricistas el 30 de septiembre de 1942. Menos aún algo parecido a un ''Nuevo canto de amor a Stalingrado" en el que el escritor chileno quiso fustigar a Octavio Paz. Recordemos inclusive que Pacheco ha escrito que le gustaría que lo enterraran con un ejemplar del poema Piedra de sol, del Nobel mexicano.

Supongo que el premio Pablo Neruda renovará simpatías y diferencias hacia ambos escritores. Simpatías y diferencias que, buscándolas o no, unen y separan los proyectos de dos grandes poetas (Neruda siempre será mucho más que sus exabruptos estalinistas).

También supongo, o mejor, espero que ese galardón acerque nuevos lectores a la obra de Pacheco, a la del poeta del ''ya no más", del No que todo lo destruye; a la del poeta que sostiene el espejo de la fugacidad de lo vivido.

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