México D.F. Jueves 22 de abril de 2004
TOROS
Gastón Ramírez Cuevas
Toros grandes, corrida aburrida
Ganadería. Guardiola. Siete toros zainos (un cuarto bis). Muy pesados (todos cerca de los 600 kilos y el quinto, con 614) y fuera de tipo para una plaza como La Maestranza de Sevilla. Dieron poco juego, quedándose parados después del tercio de varas y presentando muchos problemas a la hora de matar. Toreros. José Pacheco. El Califa. En el primero cuatro pinchazos, una media y cinco descabellos. Silencio. En su segundo toreó bien con la muleta pero todo quedó en aplausos por pinchar tres veces. Antonio Barrera. Silencio en sus dos toros. Demostró voluntad. Sergio Aguilar. Al tercio en su primero y leves palmas en el sexto.
SEVILLA, ESPAÑA, 21 DE ABRIL. En una tarde, en la que por primera vez en lo que va de la Feria de Abril, el sol sevillano iluminó el dorado albero de La Maestranza, El Califa tuvo momentos de valor en su primero y le sacó algunos muletazos importantes al cuarto bis (pues al original lo regresaron a los corrales por su pasmosa inmovilidad), pero no redondeó con el estoque.
ANTONIO BARRERA SE estrelló contra dos enemigos muy parados y con peligro, animales que de haber pesado unos cien kilos menos, quizá lo hubieran dejado hacer algo. El torero sevillano, que ha pasado muchos años en México y al que han castigado severamente los toros, mostró un gran deseo de agradar y de justificarse en su tierra, pero tuvo al santo de espaldas.
SERGIO AGUILAR RESULTO -para los que nunca le habían visto- una gratísima sorpresa, pues tiene clase, oficio y muy buenas hechuras de torero. Es más, hasta luce una coleta natural, como los toreros de antaño. Hoy ha toreado con el capote con clase y suavidad, y de haber tenido por delante a un toro bravo se hubieran visto cosas memorables.
LA GENTE IBA con ganas de ver algo, sabiendo que se trataba de tres espadas que tienen decisión y hambre de triunfo sin ser líderes del escalafón taurino español, pero los toros, ese elemento indispensable para el lucimiento, resultaron más bien unos burros con cuernos. Aunque hay que decir que eran pollinos que tiraban muchas cornadas. Tal fue el caso de los dos primeros toros, con los que El Califa y Barrera se la jugaron. Otra vez el gozo al pozo y la afición sevillana preguntándose si vale la pena pagar tanto para aburrirse tanto.
SEVILLA SIGUE SIENDO la plaza más paciente, la más bonita y la más elegante, pero el empresario no escatima esfuerzos para matar a la gallina de los huevos de oro. Están saliendo toros enormes, pero sin casta, provenientes de ganaderías que allá en los años 80 pasaron por un buen momento, pero que ahora andan de capa caída. Lástima del mítico nombre de Guardiola. Pero lo cierto es que se trata de toros baratos para toreros que no pueden exigir otra cosa.
POR LOS TENDIDOS se escuchaban las quejas de los que pagan unos mil 500 pesos por un boleto y no pueden ver ni una faena decente. Se oye hablar mucho de la esperanza, de la ilusión y del milagro, pero las tardes se alargan y ni fu ni fa.
DE HECHO VALE la pena preguntarse si la fiesta de los toros pasa por una decadencia mercantilista, tanto en México como en España.
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