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México D.F. Martes 27 de abril de 2004
Teresa del Conde
Carta abierta
Distinguido amigo, siempre estoy al pendiente de tus acertados desempeños , que en buena medida conozco mediante el Instituto de Investigaciones Estéticas, al que, como sabes, pertenezco. Pero igualmente lo estoy a través de otros medios directos. En esta ocasión me permito formularte lo siguiente.
Después de una segunda visita muy completa al complejo de San Agustín Etla, Oaxaca, que involucra toda una zona que según mi sentir ha logrado rehabilitar de manera impresionante esa comarca, me fue propuesta una ''sorpresa" adicional. Consistía en visitar al Diablo enchilado. No sabía de que se trataba, pero por supuesto acepté.
La sorpresa se potenció porque yo no tenía ni la más remota idea de que en el mismo área de Etla existía un museo comunitario que ameritaría cuidadosa revisión. Independientemente de que tú y tus colaboradores lo conocen bien, las piezas allí expuestas merecen una mejor iluminación y museografía adecuada, atención de custodio y de portero que permita la entrada al lugar sin necesidad de tocar la puerta esperando que la suerte sea propicia, de manera tal que la intención de visitar el recinto se convierta en un hecho.
Hay construcciones sólidas en ese predio, muy amplio y bien orientado, pero está desperdiciado, porque allí podrían alojarse talleres de modelado y dibujo, clases para niños, orientación sobre el arte antiguo de la región, una librería, quizá un café que sirviera como sitio de reunión, todo ello realzado por lo que, con poco esfuerzo y gasto, se convertiría en un bellísimo jardín, un sitio privilegiado para los habitantes del lugar y para los visitantes fuereños. Sin embargo, ahora ese terreno está cerca de convertirse si no en basurero, sí en un páramo.
El Diablo enchilado es una escultura olmecoide que se encuentra en condiciones perfectas. Mide unos 50 cm, es de jade, se dice que pesa 9 kilos y ostenta unos rastros rojos en ciertas partes de su rostro, de aquí su apodo. Sin ser experta, me pareció que la pieza es de primera. A ella se suma la exhibición de un impresionante bracero zapoteca, parece que data de Montealbán II. También hay un conjunto muy impactante de piezas de cerámica gris, a más otras de dimensiones pequeñas alojadas en vitrinas que necesitan reparación. Hay registro fotográfico completo del sitio arqueológico con sus cédulas correspondientes, pero todo envejece o se deteriora por falta de cuidado cotidiano. El sitio no está "vivo" porque nadie o casi nadie lo ve.
Este museo funciona como tal desde 1976 y, como digo, sus orígenes arqueológicos están allí perfectamente documentados por medio de fotografías. Esto no es noticia para ti, pero sí para quienes, como yo, son afectos a conocer este tipo de lugares. No veo que haya indicación alguna que permita, hasta ahora, ''descubrirlo" en los itinerarios oaxaqueños.
El museo podría realmente merecer ese nombre y convertirse en sitio de peregrinaje. No sólo eso, debería constituirse en aliciente enriquecedor de aquella comunidad, cuantimás que es un anticipo de lo que el peregrino va a encontrar en el propio Montealbán.
Por eso me permito recordártelo, ya que casi por casualidad tuve la suerte de conocerlo y disfrutarlo. Me percaté de que si bien es uno más de los tesoros de la región, su condición actual acusa menosprecio y descuido.
Pensando en el complejo de San Agustín Etla, con la fábrica de papel y ahora con el magnificente restauro del tardo-decimonónico edificio de la textilera, que se convertirá en escuela multidisciplinaria de artes, se antoja que este museo comunal se adhiere con facilidad al circuito, pero necesita una revisión a fondo.
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