México D.F. Lunes 3 de mayo de 2004
Cada 3
de mayo, desde hace 300 años, se celebran carreras y la Guerra de Razas
Rinde Tuxtla Chico a santos
patrones tributo de violencia y sangre de pato
La
fiesta pagano-religiosa se realiza para pagar milagros de salud y
cosechas abundantes
RODOLFO VILLALBA SANCHES CORRESPONSAL
Tuxtla Chico, Chis., 2 de mayo. La festividad de San Marcos y San Pedro, que se
celebra el 3 de mayo en Tuxtla Chico, es para quienes participan en
ella muestra tangible de fe. A las celebraciones concurren cada
año cientos de pobladores, quienes rinden tributo a sus santos
por medio de la violencia y la sangre de patos, con el propósito
de asegurarse buenas cosechas. ¿Fiesta pagana, fe religiosa o
simple tradición de salvajismo antiguo?
La fiesta pagano-religiosa de San Marcos y San Pedro
舑que comparten la iglesia local con la Virgen de la Candelaria, patrona
de Tuxtla Chico舑 se celebra desde hace más de 300 años.
Participan quienes consideran haber recibido de sus patrones
bendiciones, milagros de salud o ricas cosechas, favores que pagan con
el sacrificio de patos, la llamada Guerra de Razas y
dulces, actividades que dejan estupefactos a los cientos de visitantes.
Las celebraciones tienen sus
antecedentes en los rituales de los mayas que habitaron la
región. Las procesiones con las imágenes de los santos,
la velación a los mismos y los tributos que se les ofrecen
perduran hoy día, y las familias que por alguna razón no
pueden participar personalmente en las actividades proporcionan
caballos, dulces y el vino que no falta en la celebración.
Las festividades duran dos
días. Los principales protagonistas son los denominados negritos y los correlones. Los primeros son
niños con la cara pintada de negro, considerados hijos de San
Marcos y San Pedro, pues sus padres los ofrecieron como regalos a los
santos milagrosos, en pago por librarlos de enfermedades o situaciones
difíciles.
Los negritos,
como retribución a milagros, participan en procesiones, reparten
dulces y, en lo que se llama Carrera de los Patos, sirven de guardias para evitar accidentes. Si
algún remiso no los obedece, lo golpean con un chicote.
Los correlones, padres o familiares que han ofrecido niños a
los santos o que sencillamente por generaciones han participado en esta
celebración, van a caballo en procesiones y regalan a los
asistentes dulces elaborados en casa, entre ellos los 舠cuchos secos舡
(panes duros adornados con azúcar de colores), lo mismo que
trozos confitados de chilacayote, papaya, coco y nance.
Además participan en la Guerra de Razas, que sostienen dos
bandos, los blancos y los nativos,
cuyos distintivos son una bandera color crema y otra roja,
respectivamente.
Los proyectiles usados en esta 舠guerra舡 son
caramelos de fabricación casera que los contrincantes se arrojan
entre sí hasta que una facción se rinde o se retira del
combate. Esta batalla, que por lo general no dura más de 10
minutos, deja como saldo gente descalabrada 舑incluidas personas del
público asistente舑, lo que se considera resultado 舠normal舡 de la
celebración.
Al final de la 舠guerra舡 vuelve
la hermandad a Tuxtla Chico, se hacen patentes los abrazos y los buenos
deseos entre los participantes. Y la fiesta continúa.
El momento culminante, que
más atrae la atención de lugareños y visitantes,
es la Carrera de los Patos,
en la que se sacrifican aves para regar la tierra con su sangre y untar
con ésta a los participantes, con el objetivo de asegurarles
buena salud y abundantes cosechas.
En esta celebración se
compite a lomo de corceles adornados con listones de colores, que
corren por la calle empedrada. Sin bajar de su montura, los jinetes
deben arrancar las cabezas de patos colgados en un extremo de la calle,
y mientras se quedan con la testuz del ave en la mano, el cuerpo del
plumífero chorrea sangre sobre la tierra.
Ricardo Cancino, uno de los correlones,
afirma que los testimonios de milagros que reciben los lugareños
como resultado de la fiesta son el pago por participar en esta cruda,
áspera y pintoresca carrera.
Julieta Aguilar, vecina de
Tuxtla Chico, asegura: 舠nos encomendamos a San Marcos y, aunque es
difícil de creer para quienes no tienen fe, el milagro se hizo y
mi hermano sanó del páncreas舡.
La devoción que el pueblo profesa a San
Marcos y San Pedro ha trascendido por generaciones. La
participación de los negritos se considera resultado de los
milagros ocurridos en las familias de Tuxtla Chico, al igual que en
pueblos aledaños y, aunque para algunos esta es una fiesta
pagana, sibnifica para otros la permanencia de prácticas
heredadas de padres a hijos.
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