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México D.F. Lunes 3 de mayo de 2004
ANTE CUBA, MOTIVOS INCONFESABLES
Ayer, en conferencia conjunta, los secretarios de
Gobernación, Santiago Creel, y Relaciones Exteriores, Luis Ernesto
Derbez, anunciaron el retiro inmediato de la embajadora de México en
La Habana, Roberta Lajous: la expulsión de los dos
diplomáticos de mayor jerarquía en la legación cubana
en esta capital y la reducción de las relaciones diplomáticas
bilaterales a un rango de encargados de negocios.
En esa conferencia Creel deslizó que dos
funcionarios cubanos, José Antonio Arbesú Fraga, jefe del
Departamento de América del Partido Comunista Cubano, y Pedro Miguel
Lobaina Jíménez de Castro, jefe de la sección
México de ese departamento, trataron, 舠fuera del marco
institucional y de los procedimientos que se establecen en los acuerdos y
tratados vigentes entre ambos estados, asuntos que, en todo caso, deben
desahogarse por la vía diplomática con las instancias
competentes舡, en lo que habría significado la
realización de actividades 舠contrarias no sólo a la
amistad que existe entre nuestros pueblos, sino al respeto que están
obligados a darse los gobiernos en sus relaciones internacionales舡.
Por la misteriosa presencia de Arbesú y Lobaina
en México, cuyos actos según Derbez constituyen
舠francas violaciones a la Convención de Viena舡 de la
representación diplomática cubana; por la información
dada por el gobierno cubano el día que deportó a
México al empresario corruptor Carlos Ahumada Kurtz, y por el
virulento discurso de anteayer, primero de mayo, en el que Fidel Castro
formuló graves críticas a la política exterior del
gobierno de Vicente Fox, el canciller anunció las medidas
comentadas, que dejan las relaciones bilaterales a un paso de la ruptura
total.
El enojo de las autoridades mexicanas por los
señalamientos del mandatario cubano puede ser comprensible; es
evidente, por otra parte, la severa incomodidad del actual gobierno por la
deportación de Ahumada, decisión que a todas luces
tomó desprevenidas a las autoridades y que podría representar
un duro golpe para quienes, desde el gobierno foxista, participaron
en el complot orquestado para destruir al Gobierno del Distrito
Federal y a su titular, Andrés Manuel López Obrador. Pero el
brumoso alegato del secretario de Gobernación sobre la
igualmente nebulosa actividad de los funcionarios cubanos en territorio
nacional suscita dudas adicionales sobre el malestar de Los Pinos hacia
Cuba, y demanda explicaciones claras y puntuales a la sociedad.
¿Cuál es esa 舠naturaleza de los
hechos registrados舡 que obliga a la Secretaría de
Gobernación a 舠reservarse en términos de ley la
información detallada de lo sucedido舡? ¿Cuál
ley? ¿Y qué fue exactamente lo que sucedió?
¿Guarda alguna relación el comunicado del secretario Creel
con las pretensiones de 舠transparencia舡 del gabinete del que
forma parte?
En el caso de los videoescándalos y sus
secuelas, el foxismo se empeña en dar muestras de firmeza que
más bien ponen en evidencia su creciente desorientación y su
incapacidad para pensar y actuar con claridad. Si a esa condición
lamentable se agrega la claudicación regular de las tradicionales
posturas mexicanas en política exterior y la creciente
supeditación a los lineamientos de Washington, resulta más
fácil entender esta súbita demolición de los
históricos vínculos con Cuba.
Es razonable suponer que la Casa Blanca enviará
calurosas felicitaciones a Los Pinos, al Palacio de Covián y a
Tlatelolco por la decisión anunciada anoche, decisión que,
curiosamente, es idéntica a las represalias contra el régimen
de Castro adoptadas casi a la misma hora en Lima por lo que queda del
gobierno de Alejandro Toledo. Cabe dudar, en cambio, que la sociedad
mexicana, que siempre ha tenido al pueblo de Cuba entre sus más
inequívocos afectos, apruebe una decisión tan manifiestamente
visceral y de motivos tan oscuros e inconfesables.
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