México D.F. Sábado 8 de mayo de 2004
DESFILADERO
Jaime Avilés
Manolín y Shilinsky
Creel termina como Ponce: blofeando ante una mesa
de pókar Fox: "a Fidel Castro hay que darle un empujoncito para
ayudarlo a morir"
MONTERREY: otro videoescándalo. "(Fidel
Castro) ya está muy viejo. Hay que darle un empujoncito para que
se muera", afirmó Vicente Fox en una fecha imprecisa del primer
semestre de 2000, cuando era candidato a la Presidencia. Sus palabras quedaron
grabadas en un video que la noche del domingo 25 de abril pasado fue retransmitido,
entre las 21 y las 22:30 horas, por el Canal 12 de la televisión
local de Monterrey.
Durante la emisión del programa Cambio, que
conduce el popular Héctor Benavides, la cinta en que aparecen el
rostro y la voz de un Fox desbordante de jovialidad y optimismo fue vista
en el estudio por Víctor Kerber, investigador del Tecnológico
de Monterrey; Ernesto Villarreal Landeros, del comité regional del
Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba; Eulogio Rodríguez Millares,
cónsul cubano en aquella ciudad; la doctora Zenaida Fernández,
y el señor Eustacio Salinas.
El arquitecto Benavides los había convocado a discutir
el tema del voto de México contra Cuba ante la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU y aprovechó que tenía esa perla
videográfica en sus archivos para amenizar el debate. Faltaban entonces
tres días para que el gobierno de La Habana deportara a Carlos Ahumada,
siete para que el propio Fidel Castro fustigara a la administración
foxista por "reducir a cenizas" el prestigio de la política exterior
de nuestro país, y ocho para que Tlatelolco, en confirmación
de lo anterior, decretara la expulsión del embajador cubano en México,
Jorge Bolaños.
Si Fox deseaba la muerte de Fidel cuando era candidato
del PAN, ello explica en retrospectiva la agresividad de sus torpes maniobras
contra el régimen de la isla, que han puesto nuestras relaciones
diplomáticas al borde mismo de una ruptura total. Esta puede producirse
de un momento a otro, con lo que surgirá un elemento de caos en
una región del mundo en donde por ahora reina la paz entre las naciones.
Como dijo Descartes...
Cuba cuenta con un ejército de un millón
de soldados, al que apoyan como reservistas varios millones de hombres
y mujeres más, por no hablar del resto de la población que,
debido a la amenaza constante de Estados Unidos, está entrenada
para desarrollar actividades militares en caso de una invasión.
No es, por cierto, un ejército de asalto, preparado y mucho menos
equipado para abandonar su territorio y ocupar las costas de Yucatán
o de Florida, que le quedan a tiro de piedra. Pero se trata de una fuerza
gigantesca, plenamente capacitada para recibir a los marines y hacerles
la vida tan insoportable como han demostrado que pueden lograrlo las guerrillas
patrióticas de Irak, a pesar del poderoso armamento estadunidense.
Si George WC declarara la guerra a Cuba, el Ejército
Mexicano se vería obligado a acompañar a los marines al
teatro de operaciones, una perspectiva que no debe agradar en absoluto
a nuestros generales. Pero el ataque a La Habana representaría,
al mismo tiempo, una invasión de nuestras costas en el Golfo de
México, de las que ya, tal vez nunca, podríamos echar a los
soldados del Pentágono. Y como en esa región se encuentra
la parte más sustanciosa de nuestras reservas e instalaciones petroleras,
el negocio para los halcones de Washington saldría doblemente
redondo.
Nadie tome en serio las anteriores especulaciones, pero
tampoco las deseche por completo. La Casa Blanca -tenemos sobradas pruebas
de ello- está en manos de un loco furioso, manipulado por una pandilla
de asesinos que se siente amenazada por las decisiones que adopte el 2
de noviembre su peor enemigo: el pueblo de Estados Unidos.
Resulta obvio que las nuevas medidas de WC para endurecer
aún más el embargo económico contra Cuba persiguen
el apoyo electoral de la mafia de Miami y de la población de Florida,
sectores que no han recibido el plan con agrado. La mafia, porque todo
aquello que pudiera conducir a la caída de Fidel significaría
para sus capos la pérdida de un subisidio del que han vivido
por décadas. Y la población cubana en general, porque se
siente responsable del bienestar económico de sus familiares en
la isla, a quienes les manda cada año una importante ayuda.
Así que WC no ha obtenido una respuesta favorable
que refuerce sus pretensiones electorales, mientras su popularidad se desploma
al calor del escándalo provocado por las fotografías, impresas
ya en todos los diarios de la Unión Americana, que muestran escenas
de humillación y sadismo sin límite por parte de los cobardes
soldados de Bush contra los prisioneros iraquíes.
Cercado por el desastre de su estúpida aventura
en Mesopotamia, Baby Hitler debe estar empezando a considerar salidas
más que desesperadas. Y sólo por eso -que no es poco: un
demente en riesgo de perder el poder es capaz de todo-, la probable invasión
estadunidense a Cuba es ya un asunto que a los escépticos mexicanos
nos obliga a tener presente la máxima que reza: "Como dijo Descartes,
no lo descartes".
Los peores cómicos
La gravedad de las circunstancias demanda, con absoluta
urgencia, que México reasuma de inmediato su papel histórico
en la región. Para ello, en el curso de los próximos días,
Fox tiene que poner fin a las fricciones con Cuba y restaurar las relaciones
diplomáticas al más alto nivel, para actuar con la misma
velocidad en los foros diplomáticos encabezando un bloque de países
latinoamericanos que disuada a Bush de cometer una tontería contra
la isla.
Pero Fox no parece en condiciones anímicas e intelectuales
de realizar tal proeza, por la sencilla razón de que está
valorando la coyuntura con los criterios de Washington. Eso por una parte.
Y por la otra, en el frente interno luce obcecado por defender a los cadáveres
políticos que ocupan algunos de los sillones más importantes
de su gabinete. Y que, por si no se ha dado cuenta, empiezan a oler mal,
despertando en la opinión pública un repudio unánime
y creciente.
Santiago Creel, titular de la Secretaría de Conspiración,
ha quedado a los ojos del país y del mundo como jefe del complot
salinista que intentó derrocar al gobierno constitucional de la
ciudad de México. Eso ya no se lo quita nadie.
Y lo mismo le ocurre a su brazo derecho en la intentona
golpista: el general Rafael Macedo de la Concha, quien por lo visto ha
optado por el autoexilio, pues lleva 10 días en Washington, buscando
tal vez el estatus de refugiado, porque sabe que la conjura en que está
envuelto zozobró.
Es el momento del borrón y cuenta nueva. Creel
ya no tiene autoridad moral para desempeñar sus delicadísimas
funciones. Lo más paradójico en su caso es que puso en marcha
una teleguerra sucia -como la llama Jenaro Villamil-, exhibiendo
en complicidad con Televisa el video de un apostador ludópata que
movía fichas sobre la mesa de un casino de Las Vegas. Y ahora, después
de 50 días de estridentismo, hipocresía y golpes de pecho,
lo tenemos sentado a la orilla de una mesa de pókar blofeando con
unas barajas que se niega a enseñarle al país.
Creel ha mentido obscenamente. Lo hizo durante 10 semanas
al negar la existencia de un complot. Cuando éste quedó al
descubierto, debió renunciar por dignidad. Pero, al contrario, prefirió
la fuga hacia adelante, mintiendo de nuevo al asegurar que tres diplomáticos
cubanos habían realizado actividades ilegales para "desestabilizar"
al país. ¡Sic! En seguida, mintió al deslizar que esos
"agentes" del comunismo internacional -no lo dijo con tanta fluidez, aunque
se limitó a llamarlos "agentes"- se habían confabulado con
representantes del PRD, induciendo así una cacería de brujas
macartista contra la izquierda.
Cuando el gobierno de Cuba, por medio del canciller Felipe
Pérez Roque, dio a conocer la lista de personas con las que se reunieron
los "agentes", Creel mintió ayer, por enésima vez, al fanfarronear
con el cuento de que posee información "clasificada" que no revelará
antes de 12 años. Pero eso que está haciendo se llama blofear,
esto es, apostar su nula credibilidad contra la buena fe de todos los mexicanos.
Puesto que ha llegado a un punto sin retorno y está
metido en su propia trampa, o baja sus cartas y demuestra sus afirmaciones,
o se convertirá en estatua de sal. ¿Eso es lo que desea Fox?
¿Una estatua de sal como "jefe" de la política interior?
Pero la estatua, por desgracia, todavía habla, y cuando abre la
boca sólo atina a balbucear incoherencias. ¿A qué
gobierno en crisis puede servir un hombre así?
Por salud pública, Creel y Macedo de la Concha
deben salir de la escena. Un secretario de Gobernación pasmado y
un procurador general de la República que huye a Estados Unidos
cuando la dependencia a su cargo vive momentos cruciales deben ser sustituidos
por funcionarios frescos, ágiles y eficientes, que parezcan limpios
de toda culpa tanto en lo relativo al complot interno como al conflicto
internacional.
¿Puede salvarse el secretario Luis Ernesto Derbez?
¿Por qué no? Se mostró dinámico y creativo
cuando Bush hostigaba a Fox para arrancarle el voto de México en
el Consejo de Seguridad de la ONU y puede reaccionar con la misma eficacia
ahora. Su problema reside en que mientras siga participando a dúo
con Creel, su papel será el de Manolín con Shilinsky, los
peores cómicos del teatro de carpa. Y nadie se imagina a Manolín
y Shilinsky resolviendo una crisis internacional de este tamaño,
cuando el planeta gira envuelto en llamas.
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