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México D.F. Viernes 14 de mayo de 2004
ECONOMIA MORAL
Julio Boltvinik
La economía moral es convocada a existir
como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del
precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no
resuelve el hambre de la gente
Producción, consumo, elección
La soberanía del consumidor y la libertad
de elección, ilusiones
Carlos Marx, Giörgy Markus y Pierre Bourdieu
así lo demuestran
LAS CIENCIAS SOCIALES no marxistas, absolutamente
dominantes ahora que el marxismo ha vuelto al clóset, parten con
frecuencia de supuestos, paradigmas o esquemas conceptuales que considerábamos
superados y que limitan el entendimiento de la realidad social. Hoy contrasto
las posturas que adoptan sobre la soberanía y la elección
del consumidor y sobre la supuesta arbitrariedad de la definición
del umbral de pobreza. Estas ideas las contrasto con el pensamiento de
tres pensadores muy creativos: Carlos Marx, Giörgy Markus, de clara
filiación marxista, discípulo de Lukács, y Pierre
Bourdieu, de difícil clasificación, pero ciertamente muy
lejano de la sabiduría convencional.
LA ECONOMIA NEOCLASICA, casi la única que
se enseña a los estudiantes de economía, sostiene que el
consumidor es soberano1, que la producción simplemente
responde a las preferencias del consumidor; mantiene la ficción
de un mundo sin necesidades (sólo preferencias), en el que todos
los consumidores (sin importar qué tan bajos sean sus ingresos)
ejercen la suprema libertad de elegir en el mercado. Como no hay necesidades,
el concepto de pobreza carece de asidero y, por tanto, asumen la postura
que se trata de un corte arbitrario "en la escala continua del bienestar".
Mostraré, siguiendo a Marx, que es la producción la que determina
el consumo, las necesidades, y no a la inversa, negando radicalmente la
"soberanía" del consumidor; siguiendo a Markus sostendré
que el mundo de los bienes se estructura como una red de reglas técnicas
y normas sociales respecto de las cuales el consumidor tiene muy pocas
opciones; argumentaré, por último, siguiendo a Bourdieu,
que la elección es una ficción incluso para quienes, como
las clases trabajadoras de Francia, no son pobres.
PARA MARX, EN CONTRASTE agudo con la idea de la
soberanía del consumidor, la producción produce el consumo,
creando el material de éste, determinando el modo de consumo2,
creando al consumidor ("La producción crea, pues, al consumidor")
y provocando en el consumidor la necesidad de productos que ella ha creado
originariamente como objetos.3
ESTE CONSUMIDOR, que lejos de ser soberano es más
bien producto del desarrollo colectivo de la producción, se encuentra,
además, desde que nace, rodeado de objetos producidos por el trabajo.
El proceso de trabajo, dice Giörgy Markus, origina constantemente
objetos (el trabajo se objetiva en el producto), con
lo que el entorno natural cede su lugar al entorno cultural, que es resultado
de la anterior actividad trabajadora y en el que capacidades humanas se
han hecho objetos, se han objetivado. El concepto marxista de "objetivación",
continúa Markus, no es una mera alusión a la presencia de
objetos artificiales, sino también y principalmente a la función
específica -cualitativamente diversa de las cosas naturales-
que tienen esos objetos artificiales en la actividad vital de los hombres.
A diferencia de los objetos naturales, los productos del trabajo tienen,
además, una aplicación normal dentro de la matriz
real de la vida social (la copa de vino sirve para beber vino, el jabón
para lavarse), y esa aplicación normal tiene una cuasi-corporización
como norma ya en la propia forma física de los objetos del trabajo.
Respecto de esos elementos de su entorno, los individuos tienen que
desarrollar las cualidades humanas específicas que permiten el uso
"adecuado" de los objetos del trabajo, o sea, se tienen que apropiar
de esos objetos. A diferencia de la naturaleza, la esfera social aparece,
añade Markus, como una esfera empapada de normas.4
NOTESE COMO INCLUSO a este altísimo nivel
de abstracción (de generalidad) se identifica la presencia objetiva
de normas de consumo (que las ciencias sociales convencionales no suelen
ver): en una sociedad que produce zapatos, la gente debe caminar con zapatos:
no hacerlo es un signo de pobreza que se manifiesta en sentimiento de vergüenza
(como señaló Adam Smith). He marcado con cursivas las palabras
tienen que para resaltar que el individuo se enfrenta a estas realidades
con muy poca libertad para rechazarlas.
EN UN LIBRO POSTERIOR, Markus distingue entre reglas
sociales de uso (técnicas por su contenido), que corresponden
a lo antes visto, y normas sociales de empleo de los productos del
trabajo. Las primeras establecen "las relaciones entre las cualidades de
los productos del trabajo y las necesidades humanas" en dos sentidos. Primero,
puesto que el objeto "artificial" ha obtenido estas propiedades a través
del trabajo humano que diseña y produce el objeto pensando en su
uso apropiado; y segundo, son estas cualidades, acentuadas por las reglas
de su uso, las que constituyen la naturaleza esencial, la objetividad específica,
del producto. Los arqueólogos se enfrentan de manera dramática
a la importancia de esta relación: la interpretación y clasificación
arqueológicas de un conjunto de hallazgos sólo tendrán
sentido en la medida en que se pueda reconstruir el uso originalmente planeado
para dichos objetos.5
LOS ELEMENTOS MATERIALES del medio ambiente humano
(el entorno cultural) están, por tanto, siempre incrustados en una
red social de reglas prácticas, continúa Markus. Pero estas
reglas no son externas a los objetos mismos. El objeto ha sido creado para
su uso apropiado, lo que ha dirigido y determinado el proceso de su producción
y ha quedado incorporado en su estructura física. Esta es la razón
por la cual estas reglas no son reglas conscientes, explícitas;
están fijadas en las propiedades del objeto, haciendo su utilización
posible. Los productos como valores de uso representan y postulan necesidades
(los fines de su utilización) y habilidades (la manera adecuada
de su utilización) socialmente reconocidas que pueden o deben
ser apropiadas, interiorizadas, por los individuos.
EL OTRO CONJUNTO de reglas sociales de los productos
que identifica Markus son las que determinan y circunscriben las condiciones
sociales en las cuales se pueden o no usar los objetos (aplicando las
reglas de su uso). A este conjunto le llama Markus normas sociales de
su empleo. Mientras las reglas de uso son técnicas y no tienen
un contenido de valor, las normas sociales permiten, demandan o prohíben
prácticas específicas dependiendo del sujeto o de la circunstancia.
Así, mientras la regla (implícita) de uso de un cigarrillo
es que debe encenderse con fuego y el humo debe ser aspirado, etcétera,
la norma social de su empleo prohíbe fumar a los menores y a todos
hacerlo en ciertos lugares.
MARKUS HACE NOTAR que las reglas de uso (técnico
utilitarias) definen el universo de habilidades y necesidades que, a la
par del universo de objetos producidos caracterizan el nivel alcanzado
de dominio sobre la naturaleza que ha alcanzado una determinada sociedad.
Que estos universos se constituyen en un fondo común que circunscribe
una gama dada de posibilidades de actividades prácticas significativas,
en las cuales cada miembro de la sociedad, a través de su apropiación
(desarrollo de habilidades) participa. Y este fondo común tiene
al menos un núcleo -el uso de objetos cotidianos útiles-
que debe ser igualmente apropiado por cada uno de los individuos normales.
Esta última idea, si añadimos la palabra básicos antes
de útiles, prefiguraría una base para la conceptualización
de la pobreza, que desmentiría la postura sobre la arbitrariedad
del umbral para identificarla.
LAS NORMAS SOCIALES DE
empleo de los objetos, en contraste, aparecen como un mecanismo mediante
el cual los diversos valores de uso, las necesidades y habilidades, son
distribuidos entre grupos de individuos, transformándolos en agentes
sociales (por ejemplo, las cajas de herramientas para los hombres, los
utensilios de cocina para las mujeres, transformándolos en mecánicos
y en cocineras). Por último, Markus incluye un concepto más,
que no desarrolla: normas de gusto y adecuación, que desempeñan
un papel significativo en la distribución de la demanda agregada
de productos específicos y en los mecanismos de proliferación
y diferenciación de necesidades. Esto nos lleva a Pierre Bourdieu,
quien analiza, justamente, los gustos.
BOURDIEU ESTUDIA LA REALIDAD empírica de
las clases trabajadoras de Francia, lo que le permite sostener que "la
proposición fundamental que las costumbres hacen de la necesidad
virtud, nunca estuvo mejor ilustrada que en el caso de las clases trabajadoras".
La "necesidad, continúa, impone un gusto por los bienes necesarios
que implica una forma de adaptación y aceptación de la necesidad,
una resignación para lo inevitable".6 Aunque las prácticas
de la clase trabajadora parecen deducibles directamente de sus condiciones
económicas, continúa Bourdieu, puesto que aseguran ahorros
monetarios, de tiempo y esfuerzo, "surgen de una elección por lo
necesario" ('eso no es para nosotros'), tanto en el sentido de lo que es
técnicamente necesario, 'práctico', 'funcional', necesario
para 'salir adelante', 'hacer lo apropiado y no más', y de lo que
es impuesto por la necesidad económica y social que condena "a la
gente simple y modesta" a "tener gustos simples y modestos". Las prácticas
y los objetos se reducen a su función técnica. Así,
no hay nada más extraño para la mujer de clase trabajadora
que la típica idea burguesa de hacer de cada objeto del hogar la
ocasión para una elección estética. Hacer lo que se
hace, la cosa apropiada, se convierte en la norma. Según Bourdieu,
a diferencia de la amplia tolerancia para las diferencias de clase (la
esposa del médico será descrita como hecha para ropa fina),
"ni siquiera la más mínima desviación se permite a
aquellos que pertenecen a la misma clase porque en este caso la diferencia
sólo puede surgir del deseo de distinguirse, esto es, del repudio
al grupo". La libertad de elección para los trabajadores, incluso
en un país rico como Francia, es una ilusión.
1 La definición de "soberanía
del consumidor" en la Enciclopedia internacional de las ciencias sociales
reza así: "...todos los procesos económicos están
dirigidos en último término a satisfacer las necesidades
del consumidor final. La producción, el comercio y la distribución
son sólo medios; el consumo es el fin."
2 "El objeto de consumo no es un objeto en
general, sino un objeto determinado, que debe ser consumido de una manera
determinada: el hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne
cocida, comida con cuchillo y tenedor, es un hambre muy distinta del que
devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes. No es únicamente
el objeto del consumo, sino también el modo de consumo, lo que la
producción produce no sólo objetiva sino también subjetivamente".
3 La cita anterior y ésta, tomadas de
Karl Marx, Introducción general a la crítica de la economía
política (1857).
4 Giörgy Markus, Marxismo y "antropología",
Grijalbo, México, 1985 (edición original en español,
1973), pp. 20-22.
5 Giörgy Markus, Language and Production,
D. Reídel Publishing Company, Dordrecht, Holanda, 1986 (edición
original en francés, 1982), pp. 52-53. Las ideas que siguen están
tomadas de las páginas 54 a 60.
6 Pierre Bourdieu, Distinction. A Social
Critique of the Judgement of Taste, Routledge and Kegan Paul, 1984
(edición original en francés, 1979), Capítulo 7, "La
elección de lo necesario", pp. 373-396.
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