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México D.F. Viernes 14 de mayo de 2004
Sus cuatro hijos varones han servido en el ejército
de EU; uno falleció hace un año
Orgullo y duelo en una familia binacional
Piden que termine ya la guerra en Irak, para que otros
padres "no sufran lo que nosotros"
DAVID CARRIZALES CORRESPONSAL
Sabinas Hidalgo, NL, 13 de mayo. Hace
casi 30 años, el mesero Ramiro González Segovia y su esposa,
el ama de casa Orelia Garza, salieron de esta población para buscar,
como muchas otras familias del norte de la entidad, una "mejor vida" en
Estados Unidos. Y aunque han prosperado en sus condiciones económicas,
parte del precio que tuvieron que pagar fue la muerte de uno de sus cuatro
hijos varones que se enlistaron en el ejército de ese país,
el más poderoso del mundo.
Hace poco más de un año, el 25 de febrero
de 2003, cuando las tropas estadunidenses se aprestaban a invadir Irak
desde Kuwait, Rodrigo González Garza, integrante del batallón
158 con sede en Alemania, falleció con otros tres militares en un
entrenamiento de maniobras nocturnas, cuando su helicóptero cayó
a tierra a causa de una tormenta de arena.
Por eso, aunque los González Garza justifican y
defienden que sus otros tres hijos trabajen en el ejército estadunidense
-uno de ellos, Ramiro, como reclutador, del que muestran orgullosos su
tarjeta de presentación que lo acredita como sargento de primera
clase y comandante de estación en Laredo, Texas-, hoy claman por
el fin de la guerra en Irak, para que otros padres "no sufran lo que nosotros".
Rodrigo González y Orelia Garza fueron entrevistados
mientras quitaban el polvo que cubría las botas militares, el casco
y otros objetos personales de su hijo Rodrigo, celosamente guardados en
una capilla del panteón municipal de Sabinas Hidalgo, donde reposan
los restos del soldado, al tiempo que ondean en lo alto las banderas de
México y Estados Unidos, detalle que no le pareció muy correcto
al encargado del cementerio, Santiago Cuevas Aguayo, sobre todo porque
la enseña nacional fue colocada a la izquierda, y según su
opinión debe estar a la derecha, "porque primero está nuestro
símbolo patrio".
Confiaron los González Garza que no fue la idea
de conseguir la ciudadanía estadunidense lo que llevó a sus
hijos al ejército, sino el ejemplo del hermano mayor, Ramiro, y
sobre todo porque todos han sido muy inquietos.
Agregaron que ni siquiera el salario es importante cuando
empiezan la carrera de las armas, pues Rodrigo percibía entre 400
y 500 dólares quincenales, a diferencia de Ramiro, quien obtiene
unos 4 mil dólares por mes luego de 10 años de servicio,
que lo llevaron a participar como "tanquero en la Guerra del Golfo", la
primera embestida contra Saddam Husseim. Además, señaló
el padre, "la ventaja es que tienen muchas prestaciones y tienen la vida
asegurada".
Al respecto, precisó que Rodrigo pagaba 20 dólares
quincenales para tener derecho a una "aseguranza más alta", que
permitió a la familia recibir 250 mil dólares en lugar de
los 50 mil que fija el ejército estadunidense para los soldados
rasos que mueren en servicio. La mitad se la dejó a su padre, el
resto a Verónica, la única hermana.
"Algunos se quejan porque dicen que el gobierno no los
apoya, y que les dan muy poco; pues es que no aportan para su seguro y
porque tampoco ascienden en el ejército", dijo don Ramiro.
Sin amargura y más bien orgullosos, mencionaron
que Rodrigo murió sin saber que ya era sargento, pues el ascenso
se lo dieron cuando se trasladó de Alemania a Kuwait. Había
iniciado su carrera como paracaidista y al momento de su muerte era mecánico
de helicópteros. Tampoco supo que el gobierno le otorgó la
ciudadanía estadunidense post mortem.
"Aunque una señora me dijo que ya para qué,
yo como quiera se los agradezco, porque mi hijo ya había metido
sus papeles; él quería ser ciudadano estadunidense, ese era
su pensamiento", expresó Orelia Garza.
Ambos dicen que no se arrepienten de haberse ido a Estados
Unidos, ni siquiera por la muerte de Rodrigo, pues: "Dios es el que decide,
y si ya le tocaba, pudo morir aquí mismo, de cualquier otra cosa".
Los González Garza han pasado los últimos
25 años, entre San Antonio, Texas, y Sabinas Hidalgo, Nuevo León:
allá trabajan, aquí descansan, y cuando mueran, exigen a
sus parientes que en la tierra que los vio nacer reposen sus restos para
siempre.
Por eso no escatimaron en gastos cuando murió Rodrigo;
quisieron sepultarlo en la tierra que dejó cuando tenía apenas
un año y cinco meses de edad. Mandaron construir una capilla, la
más grande y ostentosa del panteón, donde invirtieron 10
mil dólares.
A pesar del tiempo, y de que con las armas defienden los
intereses y la bandera de otro país, fieles a la tradición
mexicana el pasado 6 de diciembre, cuando Rodrigo cumpliría 27 años,
sus hermanos le llevaron mariachis para que le cantaran las Mañanitas,
y brindaron con el vino que a él más le gustaba.
Don Ramiro y Orelia dicen que no son partidarios de la
guerra, "pero tienes que acatar lo que diga el gobierno del país
donde esté uno". Además, afirman que sus hijos se metieron
al ejército "por su voluntad, no se los exigió nadie, a ellos
les gustó esa vida y saben el riesgo que corren, porque para eso
los preparan", señalaron.
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