México D.F. Lunes 24 de mayo de 2004
Lolo Rico publica Cartas de una madre de
izquierdas a una hija de derechas
''Las generaciones actuales, muy conservadoras''
GARA
Tiene siete hijos y nueve nietos, y asegura que ninguno
le ha salido de derecha. Así que Lolo Rico ha tenido que inventarse
una hija con esa tendencia ideológica, con la cual conversa sobre
cosas que hoy día parecen ''superadas'', como marxismo, lucha de
clases o el sueño de cambiar al mundo. La realizadora acaba de publicar
Cartas de una madre de izquierdas a una hija de derechas (Plaza
& Janes). En este libro, reflexiona sobre los conflictos generacionales
y la pérdida de conciencia hacia conceptos como el de la justicia
social.
-¿Por qué ha elegido esta fórmula
de cartas a una hija imaginaria?
-No lo sé. No soy una persona proclive a escribirme
con amigos ni con la familia. Pero pensé: habría que hacer
un libro de una madre de izquierda y una hija de derecha. Cartas...
me vino a la cabeza inmediatamente. Empecé y así seguí.
Me preguntaba por qué razón de una generación de derechas,
como la de mi familia, habíamos salido hijos de izquierdas, luchadores,
y sin embargo, de unos hijos de izquierda están saliendo generaciones
muy conservadoras.
-¿Y a qué conclusión llega?
-Es
difícil extraer alguna conclusión, pero he llegado a culpar
a mi generación y a la izquierda. Decir mi generación y decir
la izquierda casi es decir la misma cosa: nosotros somos hijos de una dictadura,
tuvimos conciencia y luchamos por cambiar aquello. Salimos a la calle,
asumimos nuestros riesgos y eso fue una constante de nuestras vidas. Y
ahora nuestros hijos no tienen ese impulso porque no se lo hemos transmitido.
No les hemos permitido luchar. Luchar es peligroso y nosotros no les hemos
dado más que facilidades para que no luchen. En la guerra civil,
Franco acabó con dos generaciones de izquierda y dejó una
tercera generación muy amedrentada.
-Parece preocuparle mucho que las nuevas generaciones
no tengan conciencia de la injusticia. Me preocupa mucho que no esté
quedando espacio para la izquierda, que la derecha esté copándolo
todo. Se dice que no hay derecha e izquierda. Yo creo que sí: la
hay como la ha habido siempre, como la habrá mientras existan la
explotación, la injusticia y las clases sociales. Pero no queda
sitio para la izquierda y, lo que es peor, la izquierda está renunciando
a su lugar, está haciendo concesiones constantes. Por eso digo que
la izquierda nos ha querido poco a todos cuando ha ido dejando sus principios
y se ha ido ajustando a los de la derecha. ¡Qué poco orgullo
de sí misma ha tenido la izquierda!
-La despolitización de la sociedad, de la juventud
en concreto, ¿no es realmente una derechización?
-Absolutamente. Es una influencia de la derecha. No tener
un carácter ideológico, el que sea, es ser de derechas, es
estar con el poder. Y el poder siempre es conservador. Dejar el mundo en
manos de la derecha es un error, y lo estamos viendo estos días.
-Usted proviene del mundo audiovisual, ¿hasta qué
punto culpa a la televisión de esta derechización de la sociedad?
-La televisión tiene mucho poder. Diecinueve años
después de La bola de cristal hemos comprobado la influencia
que tuvo en la generación de los 80. ¡Cuando veo los programas
que se están haciendo ahora, tan espantosamente destructivos! La
manipulación de los informativos, ese imprimir carácter de
veracidad, hace claramente que la gente se incline hacia donde el poder
quiere.
-¿Cree en el cambio que el PSOE promete para la
televisión pública?
-Creo que se está hablando muy seriamente de privatizar,
lo que me parece una monstruosidad, una desvergüenza. Los sabios que
han convocado para cambiar la televisión, tendrán gran capacidad
intelectual, pero no tienen ninguna experiencia en televisión. Y
no son quiénes para decidir la privatización de las cadenas
públicas. Pero bueno, ¡confío tan poco en la tele!
-Siete hijos y ninguno de derechas. ¿Cómo
lo ha conseguido?
-Pues queriéndoles como son, desde la izquierda.
Quererles es muy fácil, salgan como salgan. Lo más difícil
de la educación ha sido conseguir que me quieran a mi. Saber explicarme
sin intentar venderles nada.
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