México D.F. Lunes 7 de junio de 2004
Iván Restrepo
ƑOtro venero del diablo?
Un asunto que en los últimos meses ha despertado inquietud entre la población de Yucatán es la llegada de Petróleos Mexicanos (Pemex) con miras a realizar obras de exploración y explotación de hidrocarburos.
Científicos, grupos ambientalistas, partidos políticos, organizaciones obreras, campesinas, de pescadores y hasta las propias instancias oficiales analizan los efectos que dicha presencia ocasionará, así como la mejor manera de evitar que origine irreparables desajustes ecológicos, económicos y sociales. En todos los foros organizados hasta hoy sobre el tema ésa ha sido la constante, pues desean que Pemex, como suelen afirmar sus directivos, sea en verdad fuente de prosperidad y de progreso.
Progreso se llama precisamente el proyecto de exploración que se iniciará en Yucatán el año próximo, casi medio siglo después de que hicieran allí otros trabajos en busca de yacimientos petrolíferos, mismos que no prosiguieron con la intensidad debida, ya que, se dijo, no eran de gran magnitud, quizá porque la mira era explotar los que se localizan en Veracruz, Chiapas y Tabasco, debido a las facilidades logísticas de exportación y abastecimiento a diversas entidades del país. Bien sabemos cómo le ha ido a dichos estados con Pemex en plan de extractor y exportador de hidrocarburos, aunque hace 25 años la península tuvo una pequeña muestra muy negativa: el derrame del pozo Ixtoc acabó con el ostión y otras especies marinas de la zona de Celestún, que eran fuente de sustento de cientos de pescadores.
Luego de numerosos estudios geológicos y geofísicos, Pemex localizó la nueva zona de exploración en Yucatán: se ubica en aguas marinas a una distancia que varía de 80 a 250 kilómetros de la costa. Según la compañía British Petroleum, allí existe un gigantesco depósito de hidrocarburos que se extiende a las costas de Quintana Roo. Su dimensión permitiría extraer de uno a 20 millones de barriles diarios de petróleo crudo y de uno a seis millones de pies cúbicos de gas natural. Hoy Pemex produce 3.2 millones de barriles al día y 4.5 millones de pies cúbicos de gas.
Los trabajos se harán mediante plataformas móviles y en principio se tiene programado perforar siete pozos. Los directivos de la paraestatal aseguran y garantizan que siempre observarán todas las normas ambientales vigentes y las limitaciones que en su momento impongan las autoridades para salvaguardar los recursos naturales y el entorno marino y terrestre. Afirman que por eso no debe haber temor alguno de que con sus obras afecte especialmente al arrecife Alacranes, una joya en su tipo en el mundo; o en tierra firme a reservas naturales tan importantes como la de Celestún.
Pero la experiencia antigua y reciente muestra que las cosas no resultan como prometen los funcionarios. Las pruebas abundan en todos los estados del Golfo, donde los desajustes ambientales son una constante. Hace poco, precisamente Pemex fue sancionado por los daños que causó en la reserva natural de Centla, en Tabasco. Esto, a pesar de que presume patrocinar desde hace años un programa de monitoreo ambiental en el Golfo de México a cargo del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología y el Centro de Estudios Avanzados del Politécnico.
Otro asunto no menos importante son los efectos sociales, económicos y políticos que originará la presencia de técnicos, empleados administrativos y obreros involucrados en las tareas de exploración, a las que se destinarán en nueve años 527 millones de dólares y que influirán directamente en 14 municipios yucatecos. Los salarios y las prestaciones de esta fuerza laboral serán muy superiores que las que recibe la local, máxime que en la entidad hay áreas de pobreza extrema.
Llega también el sindicato, con bien ganada fama de corrupto y caciquil, al servicio del Partido Revolucionario Institucional. Sin faltar tampoco la industria de la reclamación y la indemnización, a cargo de líderes igualmente corruptos que desvirtúan la lucha de los auténticos defensores del ambiente y los derechos de la población realmente afectada por las labores de la primera empresa del país, que es, a su vez, la más contaminante.
Pero no adelantemos vísperas. Como según el presidente Fox el país va de maravilla, Yucatán se sacó la lotería y no, como creen algunos escépticos, otro venero del diablo.
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