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México D.F. Lunes 7 de junio de 2004

Molly Ivins

Encuentren los hechos

Austin, Texas. La sección de noticias de la cadena CBS ha adquirido videos en los que aparecen empleados de Enron alardeando de cómo "se chingaron a California" durante la más reciente "crisis de energía" en ese estado.

Mi segmento favorito en esas deliciosas conversaciones es la desesperación en Enron cuando las empresas locales de servicio exigieron que les devolvieran su dinero. "ƑEsos cabrones les quieren quitar todo el dinero? ƑTodo ese dinero que les robaron a esas pobres abuelitas de California?"

"Sí, la abuelita Millie, hombre."

"Pues sí, ahora quiere el dinero de toda la energía que le cobraron a 250 dólares el megavatio-hora."

Esa abuela Millie. Qué descaro. Imagínense, creer que es incorrecto monopolizar un mercado y sobrefacturar miles de millones de dólares. Pero que no se preocupen en Enron, porque el presidente George W. Bush está a punto de ser relecto. "Será grandioso. Me encantará ver a Ken Lay como secretario de Energía."

"Cuando esa eleccion llegue, Bush va a acabar con esta chingadera, hombre. Nada de imponer topes de precios."

En efecto, en mayo de 2001 Bush dijo: "No voy a adoptar ninguna acción que empeore los problemas de California, y por eso me opongo a los topes de precios".

Más tarde el presidente cambió de curso, como hace a menudo, lo cual añade salero especial a su campaña contra Kerry por "dar bandazos".

Ya que tenemos un día de malas palabras, bien puedo citar a Ben Bradlee, durante mucho tiempo director de The Washington Post, a quien le encantaba contar historias de "šPuta madre!", es decir, ésas donde la reacción de uno es: "šY yo creía que ya había oído todo!"

Yo creí que ya había oído todo de Ahmed Chalabi, el estafador que timó a los neoconservadores del gobierno de Bush, cobró más de 33 millones de dólares en pagos de los departamentos de Estado y de la Defensa a cambio de información chatarra, y que le endilgó un cuento chino al New York Times sobre armas de destruccion masiva. Bueno, pues resulta que hizo mas daño aún: les dijo a los iraníes que habíamos descifrado su código de inteligencia, con lo cual destruyó nuestro más valioso activo en Medio Oriente en ese renglón.

Como yo no soy reportera de Washington, sólo puedo leer las hojas de té desde lejos. Parece haber una fisura significativa entre los militares y los bushistas tanto del Pentágono como de la Casa Blanca. Puede decirse con certeza que la mayoría de quienes manejan el ejército ganaron sus barras y estrellas en Vietnam, donde aprendieron dos lecciones primordiales. La primera es que cuando uno va a la guerra lo hace para ganar: ir con "fuerza abrumadora", como hizo Colin Powell en la primera guerra del golfo Pérsico. La segunda es "tener una estrategia de salida", planear antes de tiempo cómo va uno a retirarse. El secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld, y sus cuates del Pentágono Douglas Feith, Paul Wolfowitz, Richard Perle, Ken Adelman, etcétera, decidieron tirar por la ventana esa sabiduría ganada a tan alto precio. Eso enfureció a los militares, para no hablar de los muchos muertos que causó.

Así pues, lo que hoy presenciamos son esas luchas submarinas entre varios leviatanes burocráticos hundidos en algún perverso conflicto interno, del cual no podemos ver nada excepto los remolinos en la superficie, como si varios monstruos de Loch Ness se destrozaran unos a otros fuera de nuestra vista.

No tengo idea de cómo encaja en todo esto el triste caso de Pat Tillman, el patriota jugador de futbol americano, pero de seguro tiene relación. No le quita nada de heroísmo a Tillman, quien abandonó una lucrativa carrera en el futbol profesional para servir a su país después del 11 de septiembre de 2001, que ahora se le reporte como muerto por fuego amigo. Cualquiera que haya ido a Vietnam sabe que esas cosas ocurren. La parte mortificante es la historia inicial que nos hicieron tragar de que Tillman fue muerto por el enemigo en una acción heroica en Afganistán, por lo cual le dieron una estrella de plata en forma póstuma. Insisto en que la nueva versión no le quita nada a Tillman, pero sí plantea algunas dudas sobre la "unidad de elite" en la que prestó servicio.

La guerra abunda en tragedias ribeteadas de terribles ironías. Lo que ofende es que inflen un hecho por cuestiones de relaciones públicas. Jessica Lynch es un ejemplo clásico.

Como he dicho antes, uno de los rasgos más admirables del ejército estadunidense es su compromiso de regresar, una vez que el fuego ha cesado y que el polvo se ha disipado, para averiguar qué fue lo que en realidad ocurrió, para poder hacerlo mejor la próxima vez. (El reporte posterior del episodio de Granada es un clásico del género.)

Acabamos de consagrar el monumento en Washington a "la Buena Guerra", y vaya todo honor a quienes combatieron en ella. Pero también ellos tuvieron sus tragedias y sus ironías. El ejército entiende, si la Casa Blanca no, que lo más importante a fin de cuentas es hacer las cosas bien.

Al diablo con las relaciones públicas: encuentren los hechos.

© 2004 Creators Syndicate Inc.

Traducción: Jorge Anaya

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