México D.F. Lunes 14 de junio de 2004
Javier Oliva Posada
Vicente Fox aún tiene tiempo
Con mucha sorpresa leía algunas declaraciones de varios diputados y dirigentes panistas a propósito de que a estas alturas de la legislatura y del sexenio muy poco podría esperarse respecto de las mal llamadas reformas estructurales. Incluso hubo quien dijo que "nada más podría concretarse". Sea cierto o no, existen muchos recursos políticos, y principalmente de tiempo, para que el gobierno de la República articule un proceso de negociación que lleve a buen puerto algunas de sus muchas promesas de campaña, que a la fecha no se han cumplido.
La posibilidad radica en el establecimiento de metas que tengan, además de profundidad, la capacidad para generar acuerdos de mayoría. La equivocada técnica del consenso, es decir, que todos los actores y participantes estén de acuerdo en todo, además de inviable, es propia de regímenes políticos donde la representación política y de los intereses en juego no cuenta con los foros ni procedimientos adecuados para las negociaciones. El Presidente y su equipo se han equivocado al forzar las decisiones hacia el terreno del consenso.
Si estamos de acuerdo con que el diseño del régimen presidencialista se basa en las mayorías -la del Ejecutivo y en las dos cámaras en el caso de México-, la consecuencia inmediata y obvia de que esa condición no se alcance es que detiene o vuelve muy lento el proceso legislativo y de dirección del país. Pero esto no implica, a su vez, parálisis o una administración guiada por la inercia.
En su conocido libro La oposición (Laterza, 1995), Gianfranco Pasquino señala que el primer objetivo de la oposición es impedir que el gobierno logre aplicar su programa obligándolo a negociar.
La razón es elemental: si el gobierno logra sus metas, elimina la posibilidad de la alternancia. Por eso, Acción Nacional y el Presidente de la República, al no expresar claramente sus objetivos, ni menos aún la forma de alcanzarlos, han dejado, además de la impresión, la certeza de que no hay un programa de gobierno. Restan más de dos años y medio de ejercicio del poder, tiempo suficiente para pensar en la historia y no en la encuesta del día; incluso si se revisan los pronunciamientos de su Consejo Nacional del fin de semana anterior, no hay tesis ni plataforma, solamente establecer reglas para que el PAN logre acuerdos entre sus aspirantes a la candidatura y estar en condiciones para alcanzar nuevamente la Presidencia de la República, pero de proyecto, ni una palabra.
Por eso es que Fox Quesada aún tiene mucho tiempo para articular uno o varios planteamientos que hagan frente no a las llamadas reformas estructurales, sino a temas como el de las pensiones, la calidad de la educación que imparte el Estado, el sistema nacional de salud, entre otros aspectos básicos, y que en definitiva hay acuerdos sobre los cuales avanzar.
De manera complementaria recordemos que la oposición debe tener y desarrollar la capacidad de que se trata de una opción de transformación y no de restauración. En esas dos direcciones, planteamientos y acuerdos básicos, así como una oposición innovadora, con capacidad para desarrollar escenarios de certeza, es que aún hay tiempo.
En este largo receso legislativo, debieran buscarse desde ahora los puntos de acuerdo. No puede continuar el ritmo de conflictos y descalificaciones, que si bien forman parte de la política, poco gratificantes serán para el futuro. Los ataques no deben convertirse en el componente central del quehacer público; las descalificaciones usualmente se revierten contra quien las expresa. No desperdiciemos el tiempo.
|