México D.F. Lunes 14 de junio de 2004
ENTREVISTA/CARLOS
MONSIVAIS, ESCRITOR
La amnesia histórica es sinónimo
de impunidad
hace falta una fiscalia especial para delitos economicos
"¿Qué hacer ante una PGR que no ha citado
hasta el momento al muy inculpado gobernador de Morelos, Sergio Estrada
Cajigal, y que, a propósito de algo jurídicamente insostenible,
ha citado con carácter perentorio a López Obrador?"
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
El 10 de junio se cumplieron 33 años de la matanza
del jueves de Corpus, otra etapa en la escalada represiva iniciada en octubre
de 1968 y preámbulo de una era de tortura, homicidios, secuestros
y desapariciones por motivos políticos. En coincidencia con la efeméride,
Editorial Aguilar acaba de publicar el libro Los patriotas. De Tlatelolco
a la guerra sucia, reportaje de Julio Scherer acompañado de
un ensayo de Carlos Monsiváis, quien en entrevista reflexiona sobre
los hechos y señala que la amnesia histórica es sinónimo
de impunidad del ejercicio del poder del Estado al margen de la
ley.
-¿Dónde estaba el 10 de junio de 1971 y
cómo recibió la noticia de la matanza?
-Estaba en Londres, donde se vivía en esa Edad
Media de la Humanidad, la tierra antes del Internet, y como México
era sólo asiento local, recibí la noticia días después,
con todo y tesis: "Un intento de malograr las buenas intenciones del presidente
Luis Echeverría".
-¿Tuvo la tentación de sumarse a las posiciones
de intelectuales como Octavio Paz, Carlos Fuentes o Fernando Benítez,
que otorgaron el beneficio de la duda a Echeverría? ¿Era
real la disyuntiva "Echeverría o el fascismo"?
-No
tuve tentación alguna porque no vivía en México y
nadie solicitó mi opinión. Además, ignoraba el grado
de confianza real en Echeverría que había en la ciudad
de México. Yo seguía viendo en él al represor número
dos, y no creía en su apertura ni en que hubiese oído la
voz de la democracia desde el cielo: "Luis, Luis, ¿por qué
me persigues?" Pero realmente hacía falta contener el autoritarismo
y creo que esa urgencia y la inundación declarativa de Echeverría
convencieron a un grupo muy distinguido de intelectuales. Ya sabemos la
falacia de un Echeverría que detenía las fuerzas del fascismo,
con su camiseta del tercer mundo, y que no le devolvió la transparencia
a las palabras y que dejarlo solo no habría sido un crimen histórico
de los intelectuales. Pero debe tomarse en cuenta el momento y la ausencia
generalizada de información confiable. Había que evitar otro
2 de octubre, eso sí.
-A estas alturas prácticamente no hay duda sobre
la autoría y las responsabilidades de las matanzas de Tlatelolco
y del jueves de Corpus. ¿Cuál es la importancia de insistir
en el tema?
-Es indispensable seguir construyendo la memoria histórica
y también, en lo posible, que es todavía bastante, rectificar
con actos de justicia en lo tocante a crímenes de Estado. Nadie
ha dudado nunca de la responsabilidad primordial de Gustavo Díaz
Ordaz en 1968, así se hayan oscurecido las actuaciones de sus colaboradores
inmediatos, del Congreso de la Unión y, muy especialmente, de las
fuerzas de seguridad pública, del Poder Judicial y del PRI. Importa
dar idea de la vida en una sociedad donde el poder destruía las
leyes y trituraba implacable, selectiva y minuciosamente los derechos humanos.
Ni es asunto de venganza ni se conciben el perdón y el olvido. No
hay venganza en la exigencia de castigo legal a los responsables porque
esto contribuye a la restructuración jurídica de la nación,
ni proceden el perdón y el olvido porque la democracia no es un
padre confesor y un ramillete de absoluciones. Se debe insistir en que
la Fiscalía Especial vaya a fondo para localizar una zona de la
impunidad y devastarla desde la ley.
-Con la derrota electoral del PRI en 2000 y el profundo
descrédito público de sus líderes y procedimientos,
¿quedó saldada la deuda de sangre del régimen priísta
con la sociedad?
-Ni la revisión histórica ni las conclusiones
legales de la Fiscalía deben formar parte de un melodrama. La deuda
del régimen priísta con la sociedad no se condona responsabilizando
a unos cuantos funcionarios de ese partido que delinquieron desde el poder.
Esto es necesario, pero es una acción del Estado impulsada y exigida
por la sociedad, de ninguna manera un pago. Los 71 años de un partido
en el poder son demasiados como para resolverse con una serie de órdenes
de aprehensión, de personajes primarios y secundarios. Además
de estos (indispensables) procesos judiciales, hace falta una fiscalía
especial para delitos económicos (Fobaproa, el paradigma del saqueo
que el presidente Ernesto Zedillo bendijo) y otras investigaciones urgentes.
El PRI, a partir de 1940, quiso decir impunidad, no sólo
eso desde luego (también movilidad social, funcionarios honrados
y honestos, educación laica, creación de infraestructuras,
etcétera), pero sí, y sobre todo desde Díaz Ordaz,
principalmente eso. La deuda de sangre del PRI se pagará, si esa
es la metáfora que conviene, con la reducción drástica
o con el fin de la impunidad.
-Qué aporta al tema el libro Los patriotas.
De Tlatelolco a la guerra sucia?
-Eso lo decide el lector. Puedo señalar la seriedad
y la intensidad del trabajo de Julio Scherer, y hasta allí me detengo
por temor a una investigación pericial del autoelogio.
-Hay quienes sostienen que frente a la represión
de las dictaduras argentina o chilena en los 70 hablar de guerra sucia
en México es excesivo. ¿Qué opina?
-Es imposible poner a competir a las represiones latinoamericanas,
porque en ese sentido Guatemala y lo desatado contra sus sectores indígenas,
encabezarían cualquier lista y también la guerra sucia
emprendida en México a lo largo del siglo XX contra la descendencia
campesina tendría un sitio destacadísimo. Pero esto es absurdo
y en principio y a fin de cuentas muy mezquino. Lo que señala el
carácter de guerra sucia es, precisamente, el rechazo de
la ley desde el Estado. Al gobierno de Echeverría le tocaba responder
a la insurgencia armada, pero dentro de la legalidad, sin torturar, "desaparecer",
asesinar. Se linchó con furia detallada a los guerrilleros, se les
infligieron suplicas sin término, se arrojaron cadáveres
al mar y se llegó a lo inenarrable cuando sólo correspondía
la aplicación de la justicia. Si en la guerrilla se cometían
actos de salvajismo, al Estado no tocaba la revancha sin escrúpulos.
Los gobiernos priístas decidieron lanzarse a lo que sí fue
"lo excesivo".
-¿Cuál considera que es la relación
entre memoria histórica e impunidad?
-Me enfrento a la obligación de responder, aun
consciente de que la tarea me rebasa con generosa amplitud. Por memoria
histórica no entiendo la acumulación de todo lo sucedido
en un país, una región o el planeta, sino la selección
muy crítica de los actos, las situaciones, las personas, incluso
las leyendas y mitologías que tienen consecuencias estructurales,
de grandes y/o graves resonancias formativas. Y uno de los prerrequisitos
de la impunidad que se ha vivido en México es la obstaculización
de la memoria histórica y su remplazo por el culto inerte a las
efemérides. De acuerdo con la descripción que me interesa
de la memoria histórica ésta usa de los rituales pero no
se vuelve su conserje o su despertador. "Hoy es 15 de septiembre y hay
que gritar ¡Viva México!"
"El sinónimo de impunidad es amnesia
histórica. '¿Qué pasó con los 400 o 500
perredistas asesinados en el sexenio de Salinas? / ¿De qué
me hablas?' Es pasmoso ver a represores de otras épocas ostentarse
como redentores del pueblo; es pasmoso pero típico."
-La brutalidad desatada contra los altermundistas
en Guadalajara y el toque de queda en Tlalnepantla ¿expresan una
tentación represiva del PAN? ¿Podrían los gobiernos
reditar la represión del régimen priísta en los 70?
-En Guadalajara se dio una provocación lamentable,
que no admite disculpas bobas o falsamente astutas de "la furia social"
y proclamas cuyo mejor destino sería caber en un volante ilegible.
Luego de la histeria vandálica de los dizque anarquistas sobrevino
la respuesta gemela: la actuación del gobernador de Jalisco y el
alcalde de Guadalajara y sus policías, que aprehendieron a los que
no eran los provocadores, desnudaron a las jóvenes, agredieron verbal
y físicamente a los detenidos y le decretaron a 44 personas autos
de formal prisión con pleno desprecio de las leyes y los derechos
humanos. La carencia de pruebas los convierte en presos altermundistas
cuya libertad es una causa de hoy.
"Lo del alcalde de Tlalnepantla, como sucede con buen
número de los alcaldes panistas, no es sino la confusión
desdichada: los elegidos para alcaldes creyeron que los habían nombrados
'pedagogos del alma' o 'granaderos de la catequesis'. Por eso, en sucesión
interminable, han querido prohibirlo todo: minifaldas (luego lo negaron),
aretes en los jóvenes (luego lo negaron), obras de teatro 'inmorales',
exposiciones de pintura, propaganda de medidas preventivas del sida, semanas
culturales lesbico-gays. Han querido prohibir todo lo que contraría
el sueño tranquilo de los fantasmas del siglo XIX. (En el rechazo
de las sociedades de convivencia en la Asamblea Legislativa del DF, el
PAN coincide con el PRD de René Bejarano). Y lo del toque de queda
en Tlalnepantla los fines de semana es otra joya en la corona de la virtud
santificada (La metáfora es de ellos).
"La acción es ridícula y anticonstitucional,
y cuanto más pronto termine mejor, así le pese a los Apóstoles
del Voto Util, que en 2000 sostuvieron con énfasis: 'El PAN no es
un partido de la derecha'. Y algo inconcebible es la declaración
del procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha,
que avala las redadas y los operativos de Tlalnepantla. Asistido
por una comprensión mediúmnica de las leyes, el procurador
declaró: 'Antes de hablar de si hay violación de las garantías
constitucionales o no, se debe tomar en cuenta si la sociedad apoya estas
medidas porque una aceptación de este tipo implica que no hay violación
absolutamente de ninguna norma o de ninguna garantía constitucional'
(La Jornada, 11 de junio de 2004).
"Así que sobre las leyes está la aprobación
coyuntural de la sociedad. No está mal. En estos años en
muchísimos pueblos han ocurrido linchamientos monstruosos, y en
cada uno de los casos 'la sociedad' allí presente apoya las acciones.
Entonces, y sin salto lógico alguno, ¿no hay violación
de ninguna norma o de alguna garantía (constitucional)? No igualo
las redadas con los linchamientos; señalo que el razonamiento del
procurador, llevado a su extremo, es por lo menos más que discutible.
"Por lo demás, ¿qué hacer ante una
PGR que no ha citado hasta el momento al muy inculpado gobernador de Morelos,
Sergio Estrada Cajigal, y que, a propósito de algo jurídicamente
insostenible, ha citado con carácter perentorio a Andrés
Manuel López Obrador? A propósito de las redadas el procurador
sostiene: 'A nadie le debe incomodar que un ciudadano esté observando
que se revise a alguien'. Eso inaugura el vouyerismo judicial en las redadas
y explica la aplicación de las dos varas de medir."
-Después de todo o a pesar de todo, ¿podemos
hablar de un avance democrático en México, de mayores libertades
y madurez ciudadana?
-Podemos y debemos hablar de un avance democrático
en la sociedad y en los medios masivos; podemos y debemos hablar de la
incomprensión (fórmula benévola) de los gobernantes
que no logran asumir la democracia; podemos y debemos hablar de los retrocesos
pasmosos y de la zona de desastre que es el combate a la desigualdad. No
estamos como en 1968 y 1971, sometidos a los vejámenes y las grotescidades
del presidencialismo; a cambio, estamos como en 2004 en medio del desencanto
y la desesperación social. Avanzar sumidos en retrocesos es una
manera como otras de señalar la intensidad del desastre, y su aliada
cotidiana, la descomposición social. Pero sí se avanza.
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