El festejo de 5 mil personas por el triunfo auriazul inició en Reforma y terminó en el Zócalo

"Fue poca madre cuando los jugadores aparecieron en el Angel"

AGUSTIN SALGADO

Si el operativo de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) fue inédito y duró más de 24 horas, el festejo de los seguidores de la Universidad Nacional Autónoma de México no tuvo precedentes y se alargó por más de cinco horas.

Lo que inició en Ciudad Universitaria (CU) con un tiro penal errado por un jugador del Guadalajara terminó en la plancha del Zócalo capitalino con un goya frente a la puerta Mariana de Palacio Nacional.

Para afición y jugadores de los Pumas 13 años de espera justificaron todo menos la violencia.

Si para conseguir un boleto para el estadio México 68 hubo que formarse entre 24 y 48 horas, ya con el título en las manos, valía la pena concentrarse en la columna del Angel de la Independencia y observar por lapso de algunos minutos a los artífices de la victoria.

Al término del encuentro, las autoridades de la SSP se adelantaron a las concentraciones de aficionados tanto en el Zócalo -donde hubo un concierto de Panteón Rococo- como en el Angel de la Independencia.

Entre 6:20 y 6:30 de la tarde un turibús, con los jugadores de Pumas a bordo, procedente de Insurgentes Centro, apareció de manera inesperada en la glorieta del Monumento a la Independencia; los campeones no se dieron abasto para el festejo con sus hinchas.

El trofeo que dio la vuelta en la grama del Estadio Olímpico, llegó hasta Paseo de la Reforma.

Unas 5 mil personas corrieron alrededor de la glorieta; se desgañitaron con las goyas; le mentaron la madre al dueño del equipo perdedor, y aseguraron con orgullo que eran pumas y no "gatitos", como en alguna ocasión Jorge Vergara afirmó en un desplegado.

Mientras, miembros de la porra Rebel bailaron al ritmo de Panteón Rococo: "voy por la calle sin ninguna dirección. Estoy aquí sin pensar lo que soy", aunque esta vez quienes estaban ciertos de quienes eran y de dónde venían.

Arturo Pacheco, integrante de los Piratas Rebeldes, primero estuvo a nivel de cancha para ondear una bandera auriazul y cargar al hijo del Parejita López. En cuanto comenzó el encuentro se apostó en la tribuna del pebetero. Al medio tiempo se despojó de la playera de algodón que vestía y por la noche, aún descamisado, aseguró: "Festejamos el campeonato como no tienes idea. La afición nos lo ganamos. Siempre tuvimos orden atrás y nos vimos peligrosos en el contrataque. Nunca había vivido algo igual".

César Contreras, descamisado también, pintado de oro y peinado estilo mohicano, expresó: "Cómo no vamos a festejar si estuvo de la chingada el partido. No caía el gol, con un error hubiéramos perdido y estabamos todos chillando en los tiempos extras; no porque pensáramos que íbamos a perder, pero sí por la impotencia de no coronarnos. Al final nos la pelaron y fue poca madre cuando los jugadores aparecieron en el Angel".

Después de que el turibús desapareció de la glorieta del Angel, los aficionados decidieron dirigirse al Zócalo. Durante la marcha improvisada sólo dos conatos de violencia se sucedieron: en el primero algunos, los menos, ingresaron a una tienda de abarrotes de la cual sustrajeron algunos artículos, pero los mismos aficionados, al grito de "šsomos estudiantes y no porros!", controlaron la situación. Metros más adelante, un joven con playera rojiblanca apareció en la acera de la Alameda Central, y por cuestión de minutos fue insultado por los seguidores de los Pumas. Sin embargo, el saldo del festejo del partido, e incluso de la preventa, puede considerarse blanco.