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México D.F. Lunes 14 de junio de 2004

Yo también quiero un profeta, su nueva obra, basada en la historia bíblica de Salomé

La sociedad, proclive a la tortura física y emocional, deplora Ximena Escalante

La pieza busca reflejar cómo el poder ilimitado puede cumplir cualquier capricho criminal

CARLOS PAUL

A partir del episodio bíblico en que aparece la bella y joven Salomé, la dramaturga Ximena Escalante, en su más reciente texto, Yo también quiero un profeta, aborda la crueldad en los ámbitos familiar y del poder, la sexualidad exacerbada y la espiritualidad, para reflejar la manera en que en la sociedad contemporánea se vive "una proclividad a la tortura emocional y física".

Esa mujer que ha despertado un poderoso mundo imaginario en la pintura, la música y la poesía es ahora materia dramatúrgica para Escalante, pues en Salomé confluyen los tres temas que a la dramaturga le preocupa desarrollar en todas sus obras: la familia, la sexualidad y la espiritualidad.

Esa familia -comenta en entrevista- "de alguna manera disfuncional, conformada por la reina Herodías, su hija Salomé y el rey Herodes, tiene como sustento una serie de antecedentes criminales motivados por la pasión y la ambición de poder.

"En ese ámbito se ven reflejadas, por ejemplo, relaciones incestuosas y fatídicas. Es un clan cuyos impulsos sexuales, peligrosos e incontrolables, siempre van por delante, junto con el deseo de poder político."

De manera paralela, a la presencia del profeta, independientemente de su sentido mítico, la dramaturga ha conferido un papel en que se puede ver reflejado "el miedo al otro, tanto en el aspecto espiritual como en el social, político y económico".

Tales situaciones e historias son las que han parecido relevantes a Escalante para dar otra lectura al mito de Salomé, desde una perspectiva contemporánea.

Lo anterior es debido, afirma, a que "en la actualidad en la sociedad vivimos un tiempo de tortura. Somos proclives a la tortura en todos los sentidos, desde la física hasta la emocional. Somos una sociedad torturadora.

"Destruimos, a pedacitos, cada uno de los bienes positivos que tenemos. No es una aniquilación instantánea y devastadora, sino que los vamos destruyendo poco a poco."

En Yo también quiero un profeta "el miedo al otro es insoportable y todos los personajes de la obra favorecen la tortura de ese ser".

También se intenta reflejar cómo el poder sin límite tiene la capacidad de cumplir cualquier capricho criminal. "Salomé pide la cabeza del profeta, por despecho, por haber sido rechazada, pero podría haber pedido invadir Irak, desatar una epidemia, inventar una estrella de rock. Cualquier cosa. Y el poder, encarnado en este caso en Herodes, lo habría hecho".

De acuerdo con la dramaturga -autora de Fedra y otras griegas, considerada una de las más relevantes obras de 2003-, la descripción puntual de la realidad "es algo que me aburre muchísimo, por ello retomo los simbolismos de diversos mitos y otros tiempos, que me permiten jugar con el imaginario del presente".

La historia que se narra "no ocurre ni en Judea, ni en el Distrito Federal de hoy, sino en una especie de tiempo suspendido entre aquella época y la contemporánea".

Es una obra "con escenas muy fuertes, no por los desnudos, que son muy importantes en la obra, sino porque se desatan los demonios criminales ocultos de cada uno de los personajes, porque se cuestiona el funcionamiento interior de la familia, la incapacidad de entender y manejar nuestros impulsos sexuales instintivos y el hecho de que el otro, lo diferente, pueda trastocarnos en lo moral, emocional, en los proyectos de vida, por lo que tiene que ser torturado y destruido".

Es un texto, en el que se destaca la participación de uno de los personajes tomado muy poco en cuenta en ese mito bíblico, como es el verdugo. "Aquí, ese ser es casi el protagonista de la obra", concluye la autora.

Yo también quiero un profeta es puesta en escena por Martín Acosta, con la actuación de José María Yázpik, Alejandro Calva, Dora Cordero, Talía Marcela, Guillermina Campuzano, Mariannela Cataño, Marissa Saavedra, Raymundo Pastor, Roldán Ramírez y Carolina Poloti. Escenografía de Jorge Ballina, iluminación de Víctor Zapatero y vestuario de María y Tolita Figueroa.

El estreno será este jueves 17, a las 20 horas, en el teatro Orientación, del Centro Cultural del Bosque, atrás del Auditorio Nacional.

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