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México D.F. Lunes 14 de junio de 2004
Con su voz cálida e íntima hizo
una travesía desde el bossa nova al bolero y el jazz
Encanta Omara Portuondo en su presentación en
el Lunario
Yo nací con Omara: García Márquez
Ella es la tradición y la renovación: Monsiváis
Cuando algo se hace con amor no hay obstáculo
que lo enturbie, afirma la intérprete
MARIANA NORANDI ESPECIAL PARA LA JORNADA
Tuvo que esperar 50 años para ser reconocida internacionalmente.
Pero mientras llegaba ese momento Omara Portuondo fue forjando una carrera
sólida y constante, cosechando éxitos moderados dentro y
fuera de Cuba. Hasta que un día de 1996, un joven músico
y productor llamado Juan de Marcos la invitó a grabar una canción
con unos viejos amigos, entre los que se encontraban Compay Segundo, Ibrahim
Ferrer y Rubén González. Omara acudió y cantó
Veinte años, tema que aprendió de sus padres y que
la acompañó toda su vida. De ese encuentro surgió
un disco y un documental llamados Buena Vista Social Club y, con
ellos ese merecido reconocimiento que había tardado más de
medio siglo en llegar. Pero llegó, y llegó en forma de fenómeno
mundial, de éxito rotundo, despertando adeptos adonde quiera que
vaya.
Dentro
de esas presentaciones que la están llevando por todo el mundo,
la voz femenina del Buena Vista ofreció este sábado un concierto
en el Lunario del Auditorio Nacional dando a conocer su más reciente
producción discográfica titulada Flor de amor.
Luciendo un vestido negro con flores blancas y un rebozo
mexicano, se presentó con una banda de primerísima calidad
compuesta por el saxofonista y director musical Alfred Thompson, Alejandro
Fabián en el contrabajo, Papi Oviedo en el tres -modalidad de guitarra
cubana-, Rolando Baro en el piano, Andrés Cuayo en la percusión,
Jorge Chicoy en las guitarras y las coristas Laura Flores, Estela Guzmán
y Caridad Osiris Valdés -esta última, también violinista-.
Esta banda, aunque de impecable ejecución instrumental, brilló
más por las aportaciones de algunos de sus solistas que por su sonido
en conjunto, destacando las intervenciones de Papi Oviedo y Alfred Thompson.
Ante un auditorio al cual acudieron varias personalidades de la cultura,
como los escritores Gabriel García Márquez y Carlos Monsiváis,
la cantante comenzó con el mismo tema que da inicio a su más
reciente disco, Tabú, y que es un canto a Africa, a la negritud
y al mestizaje. Una canción suave, con ritmos africanos, de atmósferas
místicas que evocan la presencia de Shangó y Yemayá.
Aunque el concierto empezó de una manera intimista
y profunda, sonido que predomina en su más reciente álbum,
Omara recorrió diversos géneros musicales como el bolero,
el cha-cha-chá, el son, la guajira, el latinjazz y la bossa nova,
géneros que transportaron por diversos paisajes urbanos y rurales
de Cuba como en Hermosa Habana o El madrugador. Expresiva
y con gran sentido del humor, la cantante estableció un estrecho
hilo de comunicación con el público que no dejó de
pedirle canciones, a lo que ella respondió de una manera muy complaciente.
Para ello no sólo cumplió las solicitudes
sino que, incluso, algunas las ejecutó a capella como Lo
que me queda por vivir o Toda una vida.
Con una voz que no ha perdido brillo ni esplendor a lo
largo de los años, Omara interpretó un repertorio multitemporal,
en el que incluyó piezas tradicionales pero con arreglos muy actuales.
Entre los temas más coreados estuvieron los boleros
mexicanos Bésame mucho de Consuelo Velásquez y Amor
de mis amores de Agustín Lara, éste último incluido
en su más reciente producción.
Pero si hubo un momento en que llegó a la cúspide
emotiva e interpretativa fue cuando presentó Amigas, tema
que cantaba cuando formaba parte del cuarteto D'Aída, en los años
50 y 60, junto con su hermana Haydeé, Moraima Secada y Elena Burke.
Omara interpretó al piano las cuatro voces de esa pieza a medida
que iba nombrando a cuál de las cuatro intérpretes pertenecía
cada estrofa.
Emocionada,
la cantante se dirigió al público y dijo: "aunque algunas
de ellas ya no se encuentran físicamente, seguro que están
recibiendo este rega-lo que les ofrezco a ustedes". Tras casi dos horas
de actuación, la cantante se despidió con Lágrimas
negras y Guantanamera a capella para luego dirigirse
a su camerino. Allí, la esperaban varias personalidades, entre ellas
el escritor Gabriel García Márquez, con quien se tomó
algunas fotos. El autor colombiano no quiso ofrecer declaraciones sobre
el concierto más que un "yo nací con Omara".
No fue el caso de Carlos Monsiváis, quien también
se encontraba allí y decidió escribirnos en un papel lo siguiente:
"el show de Omara Portuondo es magnífico por varias razones:
el nivel de profesionalismo es óptimo, el ritmo de sones, boleros
y guarachas impide cualquier tendencia al aburrimiento; las interpretaciones
son personalísimas, los músicos son de primer orden y para
cerrar el gusto, diluvio de elogios, ella es la tradición y la renovación.
"Más no se puede pedir en el caso de Omara, menos
sería imposible". Ya sola en su camerino, la cantante nos comentó
su satisfacción por este concierto: "a pesar de que lo preparamos
de una forma un poco apurada y el sonido falló en algunos momentos,
me sentí muy bien porque cuando algo se hace con amor, no hay obstáculo
que enturbie ese encuentro".
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