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México D.F. Martes 15 de junio de 2004

José Blanco

A merced del crimen

Mientras el miedo ciudadano crece en la ciudad de México, la confusión y el desconocimiento de la sociedad sobre el alcance real de la inseguridad crece en paralelo. Sabemos poco de este azote contemporáneo, desconfiamos absolutamente de las cifras de cualquier nivel de gobierno, y los estudios académicos sobre el tema son escasos y muy poco difundidos.

Hace unos cinco años un estudio comparativo, coordinado por Jorge Chabat del CIDE y John Bailey de la Universidad de Georgetown (Seguridad pública y gobernabilidad democrática: desafíos para México y Estados Unidos), concluía que, entonces, México no presentaba índices alarmantes de inseguridad vistos en el contexto internacional, que la percepción de la ciudadanía respecto a los grados de delincuencia era sustancialmente más alta que la realidad, que la impunidad era, por así decirlo, muchas veces mayor que la criminalidad (el número de delitos procesados era una fracción reducida de los delitos denunciados), que el número de delitos no denunciados podía ser una cifra significativa, y que los índices de inseguridad estaban creciendo. Como era de esperarse, la acción del Ministerio Público y de los sistemas judiciales resultaba pavorosamente ineficiente.

Como quiera verse, ese cuadro resultaba perturbador y sumamente preocupante por sus tendencias. Al parecer la percepción actual de la sociedad es mucho peor a la referida en ese cuadro y datos de algunos estudios recientes la refuerzan: de acuerdo con el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, México ocupa el segundo lugar mundial en secuestros, uno de los crímenes más nefandos que pueda enfrentar un ser humano, mientras en 90 por ciento de las naciones del orbe este crimen no existe.

Frente al dato, los gobernantes de los distintos signos hicieron lo único que saben hacer: politizar el asunto, negarlo, utilizarlo electoralmente. No tienen la menor disposición para ponerse de acuerdo en la construcción de mecanismos que permitan contar con estudios confiables para la ciudadanía, cifras validadas aceptables para la sociedad, propuestas para atacar los numerosos frentes que implica el combate a la inseguridad. ƑUsted cree que pueda superarse todo ello conociendo la calaña de nuestros gobernantes de todos los partidos? No, está claro que nada de eso ocurrirá. Lo más probable es que crezcan los movimientos ciudadanos como la exitosa iniciativa de los vecinos de los alrededores de Perisur.

En noviembre de 2003 tuvo lugar en Vitoria-Gasteiz, capital de Euskadi y del territorio histórico de Alava, en la Escuela Universitaria de Trabajo Social, un congreso denominado Política social y seguridad ciudadana. Lo primero que en este congreso se mostró es que las sociedades del mundo se hallan muy lejos de contar con un concepto unificado acerca de lo que es seguridad y, por ende, inseguridad.

En la visión de Daniel Wagman es necesario precisar al menos cuatro planos de la inseguridad:

i) la idea de la inseguridad como resultado de la existencia de crimen y delincuencia en la vida diaria;

ii) la originada de múltiples dinámicas sociales y naturales que operan sobre el planeta; peligros y amenazas como los desastres naturales, guerras, epidemias, accidentes de transporte, envenenamiento alimenticio, crisis económicas, pérdida de empleo, y un inmenso etcétera;

iii) la inseguridad como percepción, como sentimiento o sensación; la percepción es subjetiva: una situación de peligro puede no despertar miedo y, al contrario, el miedo puede existir aunque no exista peligro. "La sensación de inseguridad, de miedo", dice Wagman, "aunque subjetiva en su raíz, se convierte en una realidad objetiva. El miedo es tan tangible como un accidente de coche y puede ser tan violento como una agresión física. Pero la inseguridad como emoción, como sensación es casi imposible de medir y es muy complejo entender sus causas. Sin embargo, es un factor determinante en los comportamientos de las personas"; y

iv) un cuarto plano del concepto de la inseguridad es su faceta como mecanismo de poder, como herramienta de actuación política y social. El miedo como un arma para mantener relaciones de dominio.

"Lo importante es analizar cómo estos cuatro planos componen un continuo. Ver cómo la imagen de inseguridad como resultado de delitos cometidos por personas excluidas, se relaciona con la inseguridad como una herramienta de dominación, que a su vez se relaciona con la construcción de subjetividades de alarma social y de miedo, y que también se relaciona con la miopía hacia las fuentes reales de riesgo de nuestras vidas, resultado de las dinámicas básicas de la sociedad actual."

Como puede advertirse, la impunidad, la ineficacia y la corrupción en los ministerios públicos y en los sistemas judiciales, y la imposibilidad de la clase política para realizar acuerdos, que se llevan la palma en el caso mexicano, no estuvieron presentes en el congreso de Vitoria-Gasteiz.

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