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México D.F. Martes 15 de junio de 2004
CIUDAD JUAREZ: RESPONSABILIDAD OFICIAL
La
Procuraduría General de Justicia de Chihuahua dio a conocer ayer
el inicio de una investigación interna a 54 de sus funcionarios
y ex funcionarios que podrían tener responsabilidades penales o
administrativas en los asesinatos de mujeres que ocurren en esa localidad
fronteriza desde hace una década o que habrían podido obstruir,
por negligencia o con dolo, la procuración de justicia. Se trata
de ocho fiscales, 21 agentes de la Policía Judicial estatal, dos
funcionarios de Averiguaciones Previas, siete agentes del Ministerios Público,
12 peritos y cuatro subagentes, de una lista de 81 empleados públicos
señalados por la fiscalía especial que investiga los feminicidios.
Aun si se concede el beneficio de la duda al procurador
estatal, Jesús Antonio Piñón, y a sus propósitos
de iniciar, de una vez por todas, el esclarecimiento de los centenares
de homicidios, es inevitable dudar que la procuraduría chihuahuense
sea capaz de investigarse a sí misma -por medio de su contraloría
interna, según informó ayer el propio Piñón-,
habida cuenta de la extensión de la red de ineficiencias y complicidades
policiales que ha hecho posible la comisión, hasta ahora impune,
de asesinatos atroces de mujeres a un promedio mensual de más de
tres, en un lapso de diez años.
La participación activa de grupos policiales en
esa actividad criminal es más que una ocurrencia. Diversas investigaciones
independientes realizadas por organismos no gubernamentales y por periodistas
llegan, una y otra vez, a la misma conclusión: el estado de violencia
asesina que priva en Ciudad Juárez contra mujeres -en su mayoría
jóvenes, trabajadoras y de escasos recursos- tiene en la descomposición
de las corporaciones policiales uno de sus componentes más importantes,
si no el más. Por ello, cualquier pesquisa adicional emprendida
por la procuraduría estatal carece de credibilidad desde el principio
y cuenta, en cambio, con grandes probabilidades de culminar en una nueva
acción de encubrimiento.
Desde otra perspectiva, los datos recabados por la fiscal
especial para los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, María
López Urbina, quien señaló a 81 elementos policiales
en activo o dados de baja como presuntos responsables, por acción
u omisión, en los asesinatos o en la imposibilidad de esclarecerlos,
obligan a preguntarse por la responsabilidad de los jefes policiales, los
procuradores estatales, los gobernadores y los presidentes de la República
que, en sus respectivas administraciones, han sabido de la sostenida serie
de homicidios en la ciudad fronteriza y no han movido un dedo para impulsar
el esclarecimiento de los crímenes y ni siquiera para detener la
indignante serie de asesinatos.
Como señaló recientemente el presidente
de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Luis Soberanes,
es inevitable señalar al Estado mexicano en su conjunto por su incapacidad
para proteger la integridad física y la vida de esas mujeres que,
en su mayoría, fueron torturadas, violadas y mutiladas, y por su
falta de interés para detener los feminicidios de Ciudad
Juárez. ¿Cuántas muertas más se necesitan para
que las autoridades federales, estatales y municipales pasen de las palabras
a los hechos, lleven a juicio a los asesinos y sus cómplices, sancionen
a los funcionarios indolentes, pongan un alto a los crímenes y terminen
de una vez por todas con este motivo nacional e internacional de dolor,
rabia y vergüenza?
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